Elecciones

La extrema derecha aspira a ser el árbitro en Austria

Los conservadores austríacos, favoritos en las elecciones legislativas del domingo, planean una coalición con los populistas xenófobos y antieuropeos del FPÖ.

Un hombre pasa frente a un cartel electoral del líder del derechista Partido Liberal de Austria (FPO), ayer
Un hombre pasa frente a un cartel electoral del líder del derechista Partido Liberal de Austria (FPO), ayerlarazon

Los conservadores austríacos, favoritos en las elecciones legislativas del domingo, planean una coalición con los populistas xenófobos y antieuropeos del FPÖ.

Tras el fracaso del holandés Geert Wilders y la francesa Marine Le Pen la pasada primavera, la extrema derecha europea ha vuelto a ganar terreno en las urnas tras el verano. Al parecer, una tregua en el imparable auge de los movimientos eurófobos y xenófobos en la UE. El primer aviso llegó en las elecciones alemanas del 24 de septiembre, cuando por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial un partido de extrema derecha logró entrar en el Bundestag. Con el 12,6% de los votos y 94 escaños, Alternativa para Alemania (AfD) se convertía así en el tercer partido del país, pero su influencia política quedará reducida a la mínima expresión dado el aislamiento al que le han sometido los partidos democráticos.

Una situación muy diferente está a punto de suceder en la vecina Austria, que acude este domingo a las urnas tras la campaña electoral más sucia que se recuerda con operaciones de difamación contra los candidatos en las redes sociales incluidas. Tras diez años de Gran Coalición entre socialdemócratas (SPÖ) y conservadores (ÖVP), la derecha populista del Partido Liberal de Austria (FPÖ), liderada por Heinz Christian Strache, se ha convertido en la inevitable bisagra de la futura coalición que gobierne en Viena. La anunciada decisión del SPÖ de pasar a la oposición en caso de perder los comicios sólo deja la posibilidad matemática de formar una coalición entre conservadores y ultras. Tanto ecologistas como liberales (NEOS), con entre un 5% y un 7% de intención de voto no serán relevantes a la hora de constituir mayorías parlamentarias. A diferencia de otros países de la UE, la presencia de los populistas en le Gobierno ha dejado de ser tabú desde hace mucho tiempo en el país alpino. Los dos grandes partidos ya lo han experimentado a nivel regional e incluso los socialdemócratas, tradicionalmente más reticentes, rompieron esta «línea roja» en junio. Mucho ha cambiado el panorama político nacional y europeo desde que en 2000 los socios comunitarios aprobaran sanciones temporales contra Austria después de que el popular Wolfgang Schüssel llegara al poder de la mano de una alianza con el fallecido líder del FPÖ, Jörg Haider, que se prolongó hasta 2006.

Por si acaso, en un aviso a sus vecinos, Sebastian Kurz, el joven líder del ÖVP y favorito para convertirse a sus 31 años en el canciller más joven de Austria, ya ha advertido de que «no aprecio que políticos de otros países se involucren en nuestra política doméstica». Kurz, actual ministro de Exteriores, se presenta como un aire fresco frente al cansancio por el consenso político que ha dominado Austria desde 1945 (SPÖ y ÖVP han gobernado juntos 44 de los últimos 72 años).

Tras hacerse con las riendas del partido conservador en mayo, Kurz ha adoptado parte del programa del FPÖ en materia de inmigración y refugiados arrebatando una victoria que creían segura a los populistas, que compiten ahora con los socialdemócratas por la segunda posición. «El Partido Liberal babea por volver al Gobierno», explica el consultor político Thomas Hofer. «Strache ha sido el líder de la oposición durante 12 años y en cierto modo desea ser llamado ‘Sr. vicecanciller’», añade Hofer.

No por casualidad, como jefe de la diplomacia austríaca, impulsó el cierre de la «ruta de los balcanes» tras la llegada de 150.000 refugiados en el verano de 2015 y no ha disimulado sus alabanza al primer ministro húngaro, Viktor Orban, por levantar vallas en sus fronteras. De hecho, en materia de refugiados, el candidato conservador se muestra en sus posiciones más próximo a los miembros del Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) que al «núcleo duro» de la UE. De ahí que cunda la preocupación en Bruselas de que un Ejecutivo ÖVP-FPÖ esté más cerca de Hungría o Polonia que de Alemania o Francia. Su eventual socio de coalición no sólo es partidario de recuperar competencias ahora en manos de Bruselas, sino que aboga para que Austria ingrese en el Grupo de Visegrado, enemigo acérrimo de las ideas del presidente francés, Emmanuel Macron.