Brexit

La hora de los países del sur

La Razón
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El «shock» financiero provocado por el Brexit era predecible. La inestabilidad política de Reino Unido en su conjunto y la incertidumbre ya había comenzado a tener un impacto negativo en la economía de algunos de los principales países europeos. El aumento de los diferenciales entre los bonos alemanes, por un lado, y otros bonos soberanos como los españoles y los italianos BOT, en el otro, serán inevitables en el muy corto plazo. En los últimos meses, varios centros de investigación y organizaciones internacionales ya habían analizado el impacto del Brexit en el corto, medio y largo plazo. «El shock se transmitirá a través de varios canales que podrían cambiar dependiendo del horizonte temporal. En el corto plazo, la economía de Reino Unido se verá afectada por el endurecimiento de las condiciones financieras y la debilitada confianza en el país; después de la salida oficial de la Unión Europea, las barreras comerciales serán más altas y habrá un impacto temprano en relación a las restricciones a la movilidad laboral», sostenían analistas de la OCDE. De acuerdo con este escenario, en 2020, el PIB real de la Unión Europea caerá por debajo del 1% que ya estaba previsto sin el fenómeno del Brexit. El peor impacto será probablemente en las regiones menos desarrolladas...

Sin embargo, yo no quiero contribuir al escenario negativo que se abre tras la salida de Reino Unido de la UE, sino que me gustaría centrarme en las oportunidades que se derivan para los «restantes» países que siguen dentro de la Unión Europea, especialmente aquellos que se encuentran en su vertiente mediterránea.

En primer lugar, todas las inversiones extranjeras directas disminuirán a medida que Reino Unido se convierta en un destino menos atractivo. En 2015, más de un tercio del total de inversiones extraeuropeas en los países de la UE se dirigieron principalmente a Reino Unido: el Brexit probablemente redirigirá ese flujo tan relevante a países como España, Italia, Francia y Alemania.

En segundo lugar, varios de los flujos financieros administrados actualmente por la Bolsa de Londres serán probablemente transferidos en otros mercados financieros europeos. Berlín y Ámsterdam están en una posición de privilegio, pero también creo que algunos mercados bursátiles menores como Madrid y Milán se beneficiarán en el medio plazo.

En tercer lugar Reino Unido presenta un déficit en la cuenta corriente de la UE, pero un superávit de servicios. El comercio bilateral UE-Reino Unidose se reducirá y esto significará un aumento de los servicios domésticos, principalmente en los países mediterráneos, los cuales han sido tradicionalmente importadores de servicios. Grandes empresas de consultoría británicas también dejarán el camino libre a otras empresas.

Por último, tenemos que considerar que Reino Unido, desde el principio, ha estado parcialmente unido a la Unión Europea: la exclusión voluntaria del Eurogrupo, el Tratado de Schengen, el pacto de estabilidad y crecimiento y así sucesivamente... Han demostrado su falta de voluntad integradora. Reino Unido, por este motivo, nunca fue admitida a votar en decisiones relativas a la seguridad y la justicia. Sus contribuciones al presupuesto de la Unión Europea se reembolsan principalmente por otros grandes contribuyentes netos, como Alemania, Italia y Francia. La mayor parte de las propuestas para impulsar el proceso de integración europea han sido detenidas por los británicos. Ahora, los gobernantes europeos tienen la oportunidad de reflexionar sobre el fracaso de la mayor parte de las normas europeas y tratar de «repensar» todo el proyecto europeo.

Esta situación es realmente la mayor oportunidad también para redirigir el corazón de Europa hacia los países del sur. Es hora de dejar el corazón de Europa a aquellos que realmente creen en ella y decir «buena suerte» a nuestros amigos británicos que, democráticamente, han decidido recuperar de forma autónoma Reino Unido en un mundo globalizado y, probablemente, les llevará a establecer un nuevo tratado de libre comercio con la UE, similar a la que existe entre la Bruselas y Canadá. Un apunte: este último les costó cinco años de negociaciones y no está aún en vigor.