Elecciones en Reino Unido

La hora del desconcierto

El acuerdo entre conservadores y unionistas modifica la partida al arrancar éstos la promesa de que no habrá un estatus especial post Brexit para Irlanda del Norte.

La Razón
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El acuerdo entre conservadores y unionistas modifica la partida al arrancar éstos la promesa de que no habrá un estatus especial post Brexit para Irlanda del Norte.

Tercer año consecutivo en el que los británicos son convocados a las urnas. Tercer resultado alejado de lo que parecía más lógico que sucediera. En esta ocasión, la primera ministra, en vista de su espectacular liderazgo en los sondeos, decidía convocar elecciones anticipadas. Desde entonces, y tras una de las peores campañas que se recuerdan, ha dilapidado una ventaja de 20 puntos, quedándose con apenas dos de ventaja frente a los laboristas de Corbyn, y perdiendo la mayoría absoluta que le había legado Cameron.

Theresa May, públicamente, había solicitado el apoyo popular para gestionar las negociaciones del Brexit desde la fortaleza y la estabilidad. Sin embargo, a pocos llegó a engañar: de lo que se trataba en realidad era de reforzar su legitimidad como primera ministra y de barrer a la oposición, dentro de su partido y en la Cámara de los Comunes. Desde Bruselas no había ningún temor a la previsible mayoría absoluta de May, ya que precisamente ella había sido quien solicitó la activación del artículo 50 y, en base a su famosa carta, se habían fijado las «guidelines» a partir de las cuales la Comisión negociaría.

La renovación del mandato de May significaba, por paradójico que pueda parecer, previsibilidad y tranquilidad para una Unión Europea, que se sabía en posesión de la mano ganadora. Y en esas nos encontramos con un «Hung Parliament», es decir, sin mayoría absoluta de nadie, con la incertidumbre que eso implica tanto para la gobernabilidad de Reino Unido como para las negociaciones de un Brexit que tendrá efectos inmediatos dentro de un año y nueve meses.

Para neutralizar la falta de certidumbre, May ha buscado el único acuerdo que realmente le era posible: con el Partido Unionista Democrático. El acuerdo entre conservadores y unionistas, no obstante, modifica la partida, al arrancar estos últimos la promesa de que no habrá un estatus especial postbrexit para Irlanda del Norte, lo cual choca frontalmente con las peticiones de la República de Irlanda, reflejadas en el mandato negociador de la Comisión.

Conviene recordar en este sentido que los tres elementos fundamentales para la negociación del divorcio entre Londres y la Unión Europea son, por un lado, el estatus de los británicos que viven en suelo comunitario y de los europeos que viven en Reino Unido; por otro, el acuerdo sobre los compromisos financieros de los británicos respecto de la UE (el conocido como «Brexit Bill»); y, por último, el de resolver el potencial conflicto de crearse una frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte.

La UE sabía que se encontraría con serias dificultades al negociar el acuerdo sobre los compromisos financieros, pero confiaba en la buena fe de los británicos respecto a la cuestión de los ciudadanos y la relativa a la frontera irlandesa. Si, no obstante, May se empeña en negarse a negociar este último punto estaremos mucho más cerca, no ya de un «Brexit suave» o de un «Brexit duro», sino más bien de un «No acuerdo» que sería, a todas luces, trágico.

Desde luego, el interés de la Unión Europea es el de llegar a un acuerdo. Sin embargo, si algo ha caracterizado la respuesta europea al Brexit (sorprendiendo a propios y extraños) ha sido, desde el principio, el nivel de unidad mostrado. Por su parte, los británicos continúan demostrando no entender muy bien la situación en que se encuentran en estas negociaciones. El gran reto para la UE durante las próximas semanas, meses y años es el de no perder esa cohesión interna lograda. Aunque ello acabe significando el indeseado «No acuerdo».

*Investigador del Real Instituto Elcano