Islandia

La inestabilidad política se instala en Islandia

La isla regresa hoy a las urnas tras caer el Gobierno por un caso de tráfico de influencias.

El primer ministro conservador Bjarni Benediktsson
El primer ministro conservador Bjarni Benediktssonlarazon

La isla regresa hoy a las urnas tras caer el Gobierno por un caso de tráfico de influencias.

Superado el «crash» financiero de hace una década y con una economía creciendo al 10%, Islandia parece instalada en la crisis política permanente. La caída de otro Gobierno por culpa de un nuevo escándalo conduce a la isla a sus segundas elecciones en un año. El fragmentado Parlamento (Althingi) que dibujan las encuestas con la presencia de hasta nueve partidos hace prever de nuevo una difícil formación de Gobierno.

Como en el resto de Europa, Islandia asiste a la crisis del bipartidismo tradicional y al nacimiento de nuevos proyectos políticos que no terminan de cuajar. Elvira Méndez Pinedo, profesora de Derecho Comunitario en la Universidad de Reikiavik, explica a LA RAZÓN que el país nórdico «se encuentra muy polarizado entre los que quieren mantener el statu quo y quienes quieren romperlo aprovechando la ventana de oportunidad que supuso la crisis económica». En la última década han aparecido y desaparecido una docena de partidos que tratan de satisfacer esas ansias de cambio de esta isla de 330.000 habitantes.

Los conservadores, que ha dominado la vida política islandesa desde la independencia de Dinamarca en 1944, figura como favorito con un 24% de intención de voto, según un reciente sondeo del diario «Frettabladid». Sin embargo, el Partido de la Independencia tendrá difícil reeditar su actual coalición con las dos pequeñas formaciones centristas con las que ha gobernado estos nueve meses (Futuro Brillante y el Partido Reformista), que luchan por superar el 5% de votos necesarios para entrar en el Parlamento islandés.

Su líder y primer ministro, Bjarni Benediktsson, cayó después de que se conociera que su padre había enviado una carta al Gobierno pidiendo que se «restituyera el honor» a un amigo condenado por abusar sexualmente de su hijastra menor de edad. A este escándalo ético, sin embargo, se le ha sumado otro de carácter financiero. Según el diario «Stundin», el primer ministro se aprovechó de información privilegiada para sacar 1,3 millones de un fondo de inversiones del banco Gitnir antes de que éste fuera intervenido por el Estado en 2008. En este sentido, Méndez Pinedo se pregunta por qué «se hace estallar un Gobierno por un tema de pedofilia, mientras que otros temas más serios de corrupción que afectan al primer ministro no lo hacen».

Benediktsson sigue así los pasos de su antecesor, Sigmundur David Gunnlaugsson, que dimitió al verse salpicado por los «papeles de Panamá». Y es que el líder del liberal Partido Progresista había depositado cuatro millones de euros en bonos islandeses en una sociedad en la Islas Vírgenes. Tampoco el actual primer ministro, que ocupaba la cartera de Finanzas, está libre del escándalo, pues las filtraciones le vinculaban con una empresa fantasma en las Seychelles. «Los gobiernos caen –explica Méndez Pinedo– por la falta de legitimidad y porque hay una pérdida de confianza en los partidos políticos».

Por detrás de los conservadores, se sitúa el Partido de la Izquierda Verde con el 19% de votos. Su líder, Katrin Jakobsdottir de 41 años, es una de las políticas más populares desde sus tiempos de ministra de Educación, Cultura, Ciencia y Cooperación Nórdica en el Gobierno rojiverde de Johanna Sigurdardottir (2009-2013). Si obtiene un buen resultado, puede tratar de pactar una coalición con socialdemócratas (14%) y piratas (9%). Sin embargo, muchos analistas se preguntan si un partido dividido entre feministas, jóvenes ecologistas y la vieja guardia comunista estará en condiciones de dar estabilidad al país.

El voto de protesta, que hace un año representaba el Partido Pirata, paradójicamente parece ahora decantarse por Gunnlaugsson, que ha fundado el Partido Centrista tras abandonar su vieja formación. De ser un «cadáver político» podría convertirse ahora en el partido bisagra. En opinión de Méndez Pinedo, la caída de los piratas, que hace un año fueron el segundo partido más votado y soñaron incluso con formar Gobierno, se explica porque «quieren resetear el sistema con un programa basado en la reforma constitucional y el acceso a la información y eso no engancha al electorado».