Brexit

La M-25: la metáfora de un país dividido

La Razón
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Reino Unido ha recibido una tremenda sacudida por un terremoto político de proporciones monumentales. Ya hemos visto la dimisión del primer ministro David Cameron, y éste es sólo el primero de los muchos cambios que el país padecerá en los próximos meses y años. Se puede decir con total seguridad que el paisaje político será redibujado por completo. Nuestra economía está sumida en una gran incertidumbre y el futuro de Reino Unido debe ser puesto en duda en estos momentos.

¿Qué nos dice el resultado del referéndum celebrado el jueves? Lo más obvio es que Reino Unido ha votado por un estrecho margen su salida de la Unión Europea. La primera conclusión que deberíamos sacar es que el resultado de la votación representa no sólo un rechazo del objetivo de una mayor integración europea sino también una rotunda desafección por parte del electorado –votó el 72% del censo– de las élites políticas y financieras de este país. Conviene recordar que la posición oficial del Gobierno británico y de todos los líderes de los partidos políticos era que Reino Unido debería votar por la permanencia en la Unión Europea. También plantearon lo mismo en la City de Londres y los principales empresarios del país.

La segunda conclusión es que Gran Bretaña emerge como un país profundamente dividido. En primer lugar, es un país fragmentado por edades. Sabemos que sólo el 27% de aquellos con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años votaron a favor de irse de la Unión Europea. Por el contrario, los votantes de más de 60 años votaron en un 60% a favor de salir del club europeo. Las zonas geográficas con menor número de graduados universitarios eligieron con su voto el Brexit. Mientras que ciudades eminentemente universitarias como Cambridge y Oxford votaron masivamente por la permanencia en la Unión. Y no sólo esto, sino que, además, el referéndum nos dice también lo dividido que está Reino Unido en términos socioeconómicos y de clase. Los segmentos más acaudalados de la sociedad británica votaron que el país siga en la UE; los más pobres, por el contrario, lo hicieron para que Reino Unido abandone la UE. También existe una fragmentación del país en términos geográficos, de centro y periferia. Las dos ciudades que votaron más claramente a favor de la permanencia fueron Londres –la ciudad británica que tiene de lejos la concentración más alta de inmigrantes– y Edimburgo, la capital de Escocia. Las ciudades que votaron más abrumadoramente a favor de la salida corresponden a aquellas situadas en zonas costeras como Linconshire y Essex en el este de Inglaterra. A esto podemos añadir que el patrón del voto de las ciudades y del campo difieren ampliamente, ya que las zonas rurales votaron mayoritariamente la salida de la Unión Europea.

Sin embargo, aquí tenemos que reconocer que las grandes ciudades postindustriales de los Midlands y del norte de Inglaterra, como Sheffield y Sunderland, optaron por la desconexión con la Unión Europea. A pesar de que el país ha alcanzado una cifra récord de empleo, se dice que las altas tasas de inmigración han conducido a una disminución de los salarios. No he visto aún el desglose del voto por patrones de género, pero mi suposición es que más hombres han votado por el Brexit que mujeres. Dicho de una forma cruda y simplista, podemos decir que el referéndum del jueves ha arrojado la radiografía de un país dividido entre «los que tienen» y «los que no tienen» y entre el pasado y el futuro.

Pero ésta no es la imagen completa del país. Quizá lo más alarmante de todo es la división entre las cuatro naciones que actualmente conforman Reino Unido: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. La evidencia del resultado nos dice que los ingleses que más se identifican con Inglaterra, en oposición a los británicos, fueron más favorables a la hora de votar el divorcio con la UE. Los votantes de Gales –donde el declive industrial ha sido muy evidente– eligieron en las urnas la opción del Brexit en un 52%. Pero en Irlanda del Norte, más del 55% del electorado votó por seguir dentro de la Unión Europea mientras que el Escocia aquellos que optaron por la permanencia representan el 62% de los votos. Los dos últimos porcentajes son especialmente significativos. La salida de Reino Unido de la Unión Europea podría amenazar el acuerdo político alcanzado tan dolorosamente durante tantos años y seguramente llevará a la celebración de un nuevo referéndum para votar sobre la independencia de Escocia. En definitiva, podríamos llegar a ver pronto el fin de Reino Unido como un Estado unitario.

¿Se pueden superar estas divisiones? Lo dudo. Los votantes jóvenes, por ejemplo, están profundamente resentidos porque perderán automáticamente el derecho a trabajar en los países de la Unión Europea y culparán de ello, acertadamente, a la generación más mayor. Grandes zonas del país se muestran despectivas y desdeñosas de la cultura urbana y cosmopolita de Londres.

Nuestros partidos políticos, especialmente el Partido Conservador, están fracturados, y quizá han sobrepasado el punto en el que puedan volver a unirse. Nuestra clase política está sumida en el caos. El descontento ha triunfado y no sabemos a dónde nos conducirá.

Sin embargo, los lectores españoles tienen por lo que sentirse contentos. El 95% de los gibraltareños votaron seguir en la Unión Europea. El referéndum puede verse no sólo como el fin de Reino Unido sin también como el fin del Imperio británico.

*Profesor de Teoría Política en el King’s College de Londres