Política

Accidente de Germanwings

La novia del copiloto Lubitz está embarazada

Se conocieron cuando tenían 18 años. Ella trabaja ahora como profesora en un instituto. Andreas sufría trastorno bipolar y ansiedad. En su casa había una gran cantidad de somníferos. El copiloto había tomado olanzapina, un fármaco para tratar los brotes psicóticos

La novia del copiloto trabaja en un instituto en la localidad de Krefeld, próxima a Düsseldorf, donde compartían piso. En la imagen, alumnos del centro educativo
La novia del copiloto trabaja en un instituto en la localidad de Krefeld, próxima a Düsseldorf, donde compartían piso. En la imagen, alumnos del centro educativolarazon

Ann-Katrin Goldbach, de 26 años, era la mujer de su vida, pero el copiloto suicida de Germanwings, Andreas Lubitz, también la traicionaba, como dejó de manifiesto la azafata Mary W. al narrar sus escarceos románticos en hoteles. La relación de Lubitz, de 27 años, con la profesora Goldbach, de 26, está llena de altibajos. En los últimos siete años han pasado por todas las fases: conocerse, enamorarse, dejarse, volver, irse a vivir juntos, romper, retomar la relación, prometerse, darse de nuevo un tiempo, vuelta al hogar para minimizar el daño... Según unos amigos, hace muy poco que ella le había dejado y estaba buscando apartamento para mudarse. Hasta había rechazado un Audi que Lubitz le compró, y luego él se había encargado uno igual al suyo. El estado depresivo de Lubitz no tenía nada que ver con la actitud de Goldbach, según algunos conocidos de la pareja. Sin embargo, el diario «Bild» indicó ayer que Goldbach está embarazada; así se lo aseguró hace un par de semanas a sus alumnos del instituto de secundaria Gesamtschule, en Krefeld. Esta ciudad, al noroeste de Düsseldorf, tiene unos 250.000 habitantes y se encuentra a tan sólo 30 minutos en coche de la residencia en la que Goldbach vivía con el copiloto, quien el 24 de marzo estrelló, deliberadamente, según la Fiscalía francesa, el Airbus 320 que partió de Barcelona y que tenía como destino Düsseldorf. Samuel y Juan Fernando, dos adolescentes de Krefeld, aseguraron a LA RAZÓN que sus amigos del instituto Gesamtschule les habían dicho que su profesora era la novia de Lubitz, la persona de la que todos los medios y todos los alemanes hablan desde el jueves, tras conocerse el supuesto suicidio del copiloto. «No podían creerlo, mi hermano mayor me llamó ayer para contármelo, que la chica también da clase a un amigo suyo», cuenta Juan Fernando. Por suerte para Goldbach, que es profesora de inglés y matemáticas, y ante la repercusión mediática de esta noticia, los institutos en Krefeld permanecerán cerrados durante las próximas dos semanas por las vacaciones de Pascua.

Algunos medios indican que el amor entre Lubitz y Goldbach se gestó cuando tenían 18 años en un Burger King de Montabaur, la ciudad natal de él y donde iba a ver a sus padres siempre que podía o libraba. A diez minutos del hogar de los Lubitz se halla este local de comida rápida. Una de las dependientas no descarta en conversación con este periódico que ambos o uno de ellos trabajaran en el pasado en la hamburguesería: «Tendría que confirmarlo el manager de Burger King».

De lo que no hay duda es que el estado de salud mental del copiloto era una bomba de relojería. Eran habituales las visitas de Lubitz a neurólogos y psiquiatras como pudo contrastar este periódico en el Uniklinic de Düsseldorf. Los policías alemanes al frente de la investigación encontraron en su domicilio, además de la baja médica que no presentó a Germanwings, recetas de psicofármacos para tratar trastornos bipolares, así como gran cantidad de somníferos. Para la ansiedad que tenía, por el estrés en el trabajo, habían recetado a Andreas olanzapina, que se usa para tratar brotes psicóticos, paranoias, etc. Este fármaco es muy fuerte y en España, por ejemplo, se recomienda a los esquizofrénicos o a los que sufren depresión por haber dejado las drogas. Una vez recuperado el cadáver de Lubitz en los Alpes franceses, se podrá analizar cuántas de estas pastillas tomaba o no.

Al preguntarle a Jorg Handwerg, piloto y portavoz de la Asociación Alemana de Pilotos de Aviones si deben hacerse más exámenes médicos a la tripulación para evitar tragedias como las del vuelo 4U 9535, explica a LA RAZÓN que este debate ya estaba sobre la mesa antes del siniestro del martes. «No obstante, si un día estás bien y al día siguiente tu hijo se muere y tu mujer te deja y tienes que volar, ¿cómo se puede evitar? ¿Haciéndonos chequeos antes de subir al avión?», relata Handwerg, quien entiende que se exija una seguridad del cien por cien en la aviación, pero quien matiza que «al año en Alemania mueren 3.000 personas en accidentes de tráfico, algunos de ellos yendo en dirección contraria por la autopista, en actitud suicida. ¿Debemos entonces hacer un control psicológico a todos los conductores?», se pregunta el portavoz.

El titular de Transporte alemán, Alexander Dobrindt, señaló ayer al «Bild» su intención de abordar con aerolíneas y autoridades de inspección las posibles medidas a tomar una vez se conozcan las circunstancias de la catástrofe aérea. «En la aviación, los estándares de seguridad son elevados, pero necesitan una y otra vez un perfeccionamiento», señaló.

Tenía desprendida la retina

El diario «Bild» informó ayer de que el copiloto era tratado por un desprendimiento de retina, del que se desconoce si tiene origen orgánico o psicosomático. Con este problema probablemente no pasaría el próximo control médico en junio. De suspenderlo, Germanwings le habría prohibido volar en la cabina. Lubitz pudo ocultar sus problemas psíquicos, pero le hubiera sido imposible hacer lo mismo con los físicos. En la imagen, Lubitz en la escuela de Lufthansa en Bremen.