Guerras y conflictos

La ofensiva rusa en Siria arrincona a EE UU

Arabia Saudí y Turquía critican el inmovilismo de Washington ante los avances de Moscú

La Razón
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Si el objetivo de Moscú era apuntalar un régimen aliado en Damasco y el de las democracias occidentales derrocar al presidente Asad, la contienda en Siria a día de hoy la está ganando el Kremlin, que sí apostó abiertamente por la vía militar para desencallar el conflicto en su interés. Putin, a diferencia de Occidente, no ha tenido reparo en tomar partido por un bando, más allá de esa justificación para consumo interno de que sólo bombardea posiciones del Estado Islámico. El avance territorial del Ejército sirio amparado por la aviación rusa contrasta con el fracaso de la estrategia de no mancharse las manos del Pentágono, limitándose a armar someramente y entrenar a la «oposición moderada», una timidez que irrita a Ankara y a las monarquías suníes del Golfo. Con sus progresos en los últimos días las tropas de Asad han logrado cercar el norte de Alepo, bastión rebelde, cuya caída supondría para Damasco una victoria pivotal en la contienda. «Si Alepo está ocupada por grupos ilegales, esto se llama agresión y es necesario repelerla», justificó el viernes la ofensiva el canciller Lavrov.

Solución militar al conflicto

La intervención de Putin ha cambiado la correlación de fuerzas en una guerra que llevaba varios años estancada, con los bandos agotados y sin apenas alteraciones de la línea del frente. El principal objetivo militar de Moscú es ayudar a Asad a conquistar el resto de la provincia de Alepo y que Damasco recupere así el control de la frontera con Turquía. Desde el derribo del caza ruso en noviembre, Putin ha convertido a Erdogan en su principal enemigo exterior, por delante incluso de EE UU. Rusia considera que la frontera turco-siria es, con la venia de Ankara, el «hub» de la oposición a Asad, tanto moderada como yihadista, y si Damasco retomase su control podría ahogar la resistencia. En todo caso, la meta a corto plazo es sencillamente asegurar el cerco a Alepo, a poder ser en menos de una semana, cuando entra en vigor el alto el fuego indefinido acordado con Washington en Múnich. Esa tregua debe propiciar la reanudación de las conversaciones de paz en Ginebra entre oposición y régimen, auspiciadas por la ONU y suspendidas por un mes debido precisamente a la ofensiva sobre Alepo.

Putin está muy cerca de ver los frutos de los cuatro meses y medio de campaña rusa en Siria. Gracias a las recientes victorias que ha propiciado su apoyo aéreo ruso, Damasco gozará de una posición negociadora dominante, frente a una oposición militarmente muy tocada, para cuando se siente de nuevo en Suiza a debatir el futuro de Siria. El precio para Moscú de mantener un peón en el corazón de Oriente Medio está siendo relativamente bajo. No importa que a estas alturas nadie en la comunidad internacional compre la justificación inicial de que intervino para derrotar al Estado Islámico, y es que apenas un 20% de las posiciones que bombardea corresponde al grupo yihadista. Pese a todo, el Kremlin niega la mayor pese a las evidencias, igual que cuando envió tropas a Donbás o desplegó el Ejército en Crimea.

Un gasto diario de 2,3 millones

El mantra de salvar al mundo de la amenaza del Estado Islámico ha calado dentro del país, principalmente porque es el único que llega, dado que el Gobierno controla directa o indirectamente casi todos los medios. Ese discurso sirve de justificación del gasto para las arcas del Estado que supone la operación en un país lejano para el ruso medio. Un gasto que se calcula en unos 2,3 millones de euros al día y que podría resultar impopular en el contexto de la severa crisis económica.