Manifestaciones violentas

Trump tarda dos días en condenar el racismo: «Es el mal»

El alud de críticas recibidas obliga al presidente a pronunciarse con rotundidad: «El racismo es el mal» y señala al KKK, los neonazis y los supremacistas blancos

Antes de que Marcus Miller volase por los aires cuando fue arrollado pudo empujar a su prometida, salvándola.
Antes de que Marcus Miller volase por los aires cuando fue arrollado pudo empujar a su prometida, salvándola.larazon

El alud de críticas recibidas obliga al presidente a pronunciarse con rotundidad: «El racismo es el mal» y señala al KKK, los neonazis y los supremacistas blancos.

Y Donald Trump condenó las manifestaciones nazis del pasado fin de semana, saldadas con tres muertos. Necesitó 48 horas. Un escándalo de proporciones épicas. El aguijonazo de no pocos de sus correligionarios. Finalmente, casi con la lengua afuera, logró situarse delante de los micrófonos y abandonar cualquier ambición de equidistancia. En una declaración milimetrada, leída sin aspavientos, dijo que «el racismo es maligno, y aquellos que causan violencia en su nombre son criminales y matones, incluyendo al Ku Klux Klan (KKK), los neonazis, los supremacistas blancos y otros grupos de odio, repugnantes para cuanto amamos como estadounidenses. Somos una nación fundada en el axioma de que todos somos iguales. Iguales a ojos de nuestro Creador. Iguales bajo la ley. E iguales bajo la Constitución. Aquellos que difunden la violencia en nombre de la intolerancia atacan el corazón mismo de América», sentenció. «Como dije el sábado, condenamos en los términos más duros posibles este atroz despliegue de odio, intolerancia y violencia. No tiene lugar en Estados Unidos», se defendió Trump en esta ocasión. Además, el mandatario recordó que como candidato prometió «restaurar la ley y el orden» en el país, algo que están «cumpliendo las agencias federales, de manera que el Gobierno no escatimará recursos para que todos los niños crezcan libres de violencia y miedo».

Pero hierran quienes crean que con sus declaraciones sofocaba la polémica. En realidad casi ya daban igual. Apenas un par de horas antes, Kenneth Frazier, consejero delegado de la farmacéutica Merck, había anunciado su dimisión del Consejo de Fabricantes Estadounidenses que asesora al presidente Trump. Para el ejecutivo de 62 años, afroamericano, no quedaba más remedio que irse ante la manifiesta incapacidad presidencial para deplorar el nazismo. En un comunicado explosivo, Frazier explicó que «la fortaleza de nuestro país emana de su diversidad (...) Los líderes de América deben honrar nuestros valores fundamentales y rechazar claramente las expresiones de odio, intolerancia y supremacía de quienes discuten el ideal americano de que todas las personas sean creadas iguales». «Como consejero delegado de Merck», añadió, «y también por una cuestión de conciencia personal, me veo impelido a posicionarme contra la intolerancia y el extremismo».

La reacción de Trump llegó minutos después en la red social de Twitter: «Ahora que Ken Frazier, de la farmacéutica Merck, ha dimitido del Consejo de Fabricantes, tendrá más tiempo para bajar los criminales precios de sus medicamentos». Por cierto que Frazier no es el primer ejecutivo en abandonar el Consejo. El honor le corresponde a Elon Musk, consejero delegado de Tesla, poco después de que la Casa Blanca anunciara que EE UU renunciaba al Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático. No fue el único: también dimitió Bob Iger, consejero delegado de Disney. Todo el ruido la furia, claro, viene tras la debacle del pasado fin de semana. En Charlottesville (Virginia), el ayuntamiento había aprobado retirar una estatua dedicada al general Robert E. Lee, comandante en jefe de las tropas confederadas durante la guerra de Secesión. Cientos de neonazis y simpatizantes del KKK acudieron para protestar por lo que consideran un asalto a la historia del país. En los incidentes con los contramanifestantes falleció una treintañera, Heather Heyer. Fue atropellada por el coche pilotado por James Alex Field Jr., que estrelló su vehículo contra otros coches y arrolló a dos docenas de personas. Field, declarado simpatizante de la Alemania nazi, ha sido puesto a disposición judicial acusado de terrorismo. Enfrenta cargos por asesinato en segundo grado, por herir malintencionadamente y por huir tras el suceso. Ayer, el juez le denegaba la posibilidad de una fianza y el fiscal general, Jeff Sessions, calificaba su «malvado ataque» de «terrorismo doméstico». La importancia de que el ataque se declare «terrorismo» es más simbólica que práctica, ya que esta denominación no acarrea penas adicionales pero sí es clave para quienes denuncian que solo se usa la palabra terrorismo cuando el atacante es una persona musulmana.

Con las imágenes de los caballeros del Ku Klux Klan reverberando en la retina de América, mientras las televisiones ardían en una enloquecida dinamo de teas y esvásticas, Donald Trump, el presidente del país que derrotó a Hitler, fue incapaz de aborrecer lo sucedido y condenar el nazismo. Hubo que esperar al lunes, dos días después, para que el presidente dijera lo que buena parte del país esperaba, pero ni así fue capaz de sortear las críticas.

A todo esto Gallup dio a conocer ayer lunes una encuesta devastadora para la Casa Blanca, según la cual sólo el 34% de los votantes apoya la gestión del presidente Donald Trump. Se trata de la cifra más baja jamás registrada en los primeros 200 días de Gobierno. Otro récord: el 61% de encuestados que desaprueban su labor presidencial. Lo más preocupante para sus intereses tal vez sea la constatación de que el descontento sigue creciendo entre las filas de los votantes republicanos. Está por ver si lo sucedido en Charlottesville, y debacles publicitarias como la dimisión de Frazier, no estrangularán aún más unos índices de popularidad en caída libre.