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La sagrada posesión de las armas

La Razón
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Esta vez, el crimen tendrá más repercusión porque se trataba de periodistas y los medios de información de todo el mundo son egocéntricos (con todo, el muy difundido «New York Times», en la tarde de ayer daba mucho más espacio a la recuperación de la bolsa a pesar del desplome chino). Estados Unidos se conmocionan, por un acto canalla visible en un primer momento en las redes sociales pero las armas seguirán circulando profusamente en el país.

Obama ha reiterado, como hizo cuando el crimen racista de Charlotte, que es hora de que los legisladores se tomen el tema en serio y limiten la venta desaforada de armas. No lo tiene fácil aunque en esta ocasión haya un buen argumento para recortar ese derecho sacrosanto para algunos, el de portar armas. Lo ocurrido en Virginia, aunque el asesino haya manifestado en un vídeo que estaba ofendido profundamente porque los muertos habían tenido actitudes racistas contra él, no es sino el acto de un perturbado, propenso a la depresión, enormemente picajoso con los colegas y que estaba resentido por otra razón, lo habían despedido por su comportamiento irascible y escasamente cívico y quería vengarse. Ha grabado que el atentado racista en la iglesia de Charleston, en la que murieron nueve personas negras como él, es lo que puso en movimiento su acto criminal; la Policía y varios de sus conocidos, sin embargo, creen que el verdadero motivo fue el laboral apuntado.

Sea lo que fuere, la polémica, que no durará mucho, como ya ha ocurrido en el pasado, brotará de nuevo: ¿habría muchos menos actos violentos si la compra de armas fuera mucho más restrictiva? En Europa, creemos a pies juntillas que sí; en Estados Unidos la división de opiniones permanece. El ciudadano americano nace y mama inmediatamente que tiene derecho a poseer armas para su propia defensa. Está recogido en la importante Segunda Enmienda de la Constitución, el venerado Lincoln la suspendió durante una circunstancia tan delicada y justificada como la guerra civil y sería criticado por ello, y son innumerables los hogares estadounidenses que tienen una o varias armas de fuego. Las estadísticas son pasmosas para nosotros, hay un puñado de estados, como Montaña, Wyoming, Idaho, Arkansas... en los que aproximadamente el 55% de las familias poseen armas en su domicilio, son más en los que entre el 40 y 50% las tiene y muy pocos habitantes del país desearían que la legislación se copiara de la de las naciones de Europa occidental. Limitaciones a las facilidades actuales, de acuerdo; tantas como en Europa, ni hablar.

El «lobby» pro armas está dirigido por la National Rifle Association, poderosísima agrupación engrosada por los fabricantes de armas y los amantes de la posesión, que no son pocos. La NRA es muy magnánima en la financiación de las campañas electorales de bastantes políticos y cuenta en este momento con un Congreso de mayoría republicana más proclive a permitir que las cosas sigan como están. Obama va en esto cuesta arriba dado que está inmerso en otras batallas más ganables y en las que anda envuelto su prestigio, es decir, dejar un legado duradero. La normalización de las relaciones con Cuba sería una de las menores, la emigración, consolidar su reforma sanitaria y, sobre todo, lograr el pase del acuerdo nuclear con Irán. Los republicanos en bloque se anuncián en contra y necesitará que no haya excesivas deserciones, algunas habrá, entre sus correligionarios demócratas. EE UU es como es. Si aún hoy la mitad de la opinión pública ve con desconfianza que el presidente quiera darle seguro sanitario a 45 millones de personas que carecían de él, no debe extrañarnos que la tierra de Gary Cooper, la del legendario Oeste, en que el hombre se defendía con armas propias, cambie de la noche a la mañana. Ya podría haberlo hecho pero se necesitarán mas hechos sucesivos y llamativos como el de ayer para que se mueva algo.

*Diplomático y ex embajador de España en Naciones Unidas