Francia

La traición de la izquierda europea

La Razón
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El fracaso de Matteo Renzi es un episodio más del lento pero irresistible desplome de la socialdemocracia europea, que se ha quedado sin programa y sin ideología propia desde la crisis financiera de 2008. En Italia, como en otros países de Europa, el vacío político creado por los errores de la izquierda tradicional lo están llenando los populismos, llámense Movimiento 5 Estrellas (M5E), Podemos o Syriza.

El fenómeno actual viene de lejos. Hay que remontarse a la primera década de este siglo, cuando la izquierda era tan exitosa que dominaba casi todos los Gobiernos europeos. En aquella época, el «New Labor» del joven Tony Blair había dado con la fórmula mágica: la llamada «tercera vía». Se trataba de imitar a Bill Clinton, que había tomado lo mejor del programa de sus oponentes republicanos para mezclarlo con lo mejor del programa de los demócratas. Dicho de otra manera, la socialdemocracia «blairista» se movió muy hacia el centro, hasta adoptar una política económica propia de la derecha liberal, y sólo mantuvo de su programa inicial de izquierdas la defensa de los derechos individuales de los ciudadanos, o en el caso de la España de Zapatero se dedicó a temas de sociedad o de memoria histórica. La fórmula mágica funcionó muy bien mientras crecía la economía y daba beneficios para todos. Pero cuando vino el estancamiento y estalló la crisis, todo se vino abajo.

En todas partes, los partidos socialistas o laboristas creados para defender los intereses de los obreros o de las clases menos favorecidas se apartaron de su función inicial. En vez de luchar para conseguir más igualdad en beneficio de sus electores tradicionales, se transformaron en gestores de la economía y acabaron representando a las élites más que a los trabajadores. Esto se hizo cada vez más obvio, sobre todo en la parte sur de nuestro continente, con la política de austeridad presupuestaria impuesta desde Alemania y sus aliados del Norte, sin que la socialdemocracia pueda ofrecer la más mínima alternativa. En Grecia, el Partido Socialista (PASOK), que llevaba gobernando en alternancia con la derecha desde la vuelta a la democracia en 1974, se hundió con la crisis de la deuda a partir de 2012. Los populistas de Syriza se hicieron con el poder con un programa radical, pero sin ser capaces de cambiar las condiciones de ejercerlo. Condenaron a los socialistas, que fueron un partido con mayoría absoluta, a no contar con más del 6 o 7%.

El hundimiento del socialismo griego es extremo por la gravedad de la situación económica del país, aunque la tendencia es similar por toda Europa. En España, el PSOE está pagando muy caro el no haber visto venir la crisis. Le pasa como al PASOK con Syriza y está amenazado por los populistas de Podemos de perder su liderazgo en la izquierda. En Italia, el centro izquierda de Renzi, que se presentaba hace poco como «Il Rottomatore» que iba a mandar al desguace a la vieja clase política, no resiste a los ataques del M5E de Beppe Grillo.

En Francia, el fracaso de la presidencia de François Hollande es patente tras su renuncia a ser candidato a la reelección. De cara a las presidenciales de 2017, el ahora candidato Manuel Valls lo va a tener difícil para salvar el honor de un Partido Socialista más dividido que nunca entre los socialdemócratas más liberales, que se sienten atraídos por el ex ministro de Economía Emmanuel Macron, y el sector más radical llevado por Jean-Luc Mélenchon.

La debilidad de la izquierda francesa estos últimos años explica en parte el empuje del Frente Nacional de Marine Le Pen, que ha ganado muchos votos entre los trabajadores y, por esta misma razón, propone un programa económico mucho más cercano a las ideas de una extrema izquierda anticapitalista y antieuropea que a las de la derecha liberal.

Hasta en Alemania las reformas Hartz del mercado del trabajo llevadas a cabo por Gerhard Shchröder entre los años 2003 y 2005 le han costado su permanencia en la Cancillería y han permitido el reino de Angela Merkel. Estas reformas valientes han tenido como consecuencia hacerle perder al Partido Social Demócrata una parte de su base electoral que se ha ido al nuevo partido de izquierda Die Linke. En Reino Unido, el Partido Laborista no acaba de digerir la derrota de Gordon Brown en 2010 y está ahora en las manos de un radical, Jeremy Corbyn, cuyas capacidades de volver al poder parecen muy lejanas.

Aunque con efectos algo distintos, las mismas tendencias de fondo están a la obra en la Europa oriental o la Europa del Norte. En todas partes, el sentimiento de haber sido traicionado por unos dirigentes que han olvidado los principios que justificaban sus formaciones políticas ha llevado a la opinión pública a volcarse hacia otras ofertas, sean «populistas» de derecha o de izquierda, antielitistas, o nacionalistas.

La derrota ideológica de la izquierda europea es total. Al resignarse, con la crisis, a llevar una política económica que le correspondía a la derecha liberal sin ser capaz de defender los intereses de su propio electorado, la socialdemocracia ha perdido la llave del poder que había tenido a lo largo de los años anteriores, cuando el crecimiento era sostenible.

El fracaso de esta misma izquierda ha contaminado a las instituciones europeas, que han estado dominando mucho tiempo y que ahora atraen el odio de las élites fomentado por los «populistas». Sólo le queda ahora a una derecha responsable llenar el vacío para impedir que estos mismos populistas de todo color se aprovechen de la situación para destrozar Europa.

*Periodista y columnista francés. Ex director adjunto de «Le Figaro»