Barcelona

Los «trolls» de Putin contra el periodismo

La reportera de la televisión pública finlandesa Jessikka Aro tuvo que enfrentarse a un bombardeo de noticias falsas sobre su vida privada tras destapar la propaganda del Kremlin en la Guerra de Ucrania.

La odisea de la reportera finlandesa empezó tras su investigación en 2014
La odisea de la reportera finlandesa empezó tras su investigación en 2014larazon

La reportera de la televisión pública finlandesa Jessikka Aro tuvo que enfrentarse a un bombardeo de noticias falsas sobre su vida privada tras destapar la propaganda del Kremlin en la Guerra de Ucrania.

inlandia supone un suculento enclave geoestratégico enmarcado el afán expansionista impulsado por el presidente ruso Vladimir Putin. Sus más de 1.300 km de frontera compartida convierten al país nórdico en una oportunidad irrenunciable para ejercer presión sobre Europa, por eso, desde el Kremlin se ha diseñado un mecanismo brutal de propaganda para controlar a la opinión pública y aniquilar toda información e informadores que pongan en entredicho las acciones de Moscú. Aunque Finlandia no pertenece a la OTAN, la colaboración de Helsinki con la Alianza Atlántica es estrecha y son frecuentes las maniobras conjuntas, más aún tras la guerra de Ucrania que puso en alerta a los países que comparten frontera con Rusia.

Desde entonces se ha abierto un fuerte debate entre los finlandeses sobre la adhesión a la OTAN. Una discusión que preocupa en el Kremlin y que no ha hecho sino incrementar la presión en su particular «guerra informativa» especialmente a través de los medios digitales y las redes sociales. Víctima de esta ciberofensiva sin límites es la periodista finlandesa Jessikka Aro quien en 2014, en plena crisis ucraniana, decidió realizar un reportaje de investigación sobre la manipulación informativa rusa a través de «trolls» (personas que a través de las redes publican informaciones falsas y acosan a quienes les resultan incómodos). Comenzó a preguntar a sus compatriotas sobre esta práctica y recibió más de 200 emails contándoles sus experiencias. «Comprobé que debido a la presencia de ‘‘trolls’’ en las redes muchos finlandeses no sabían realmente qué era cierto o falso en la guerra de Ucrania. Además, algunos de ellos estaban siendo acosados y atacados a través de Twitter o Facebook porque opinaban contra Rusia. Muchos dejaron de realizar comentarios públicos porque incluso recibían amenazas de muerte o se inventaban informaciones sobre ellos», apunta la periodista. Con este reportaje Aro se situó en el ojo del huracán. A partir de entonces la campaña de desprestigio contra ella ha sido angustiosa. «Empezaron a atacarme a nivel profesional y personal. Primero eran finlandeses (en el país nórdico hay más de 70.000 rusoparlantes) que trabajan para instituciones rusas, luego rusos y más tarde directamente desde el Estado. Incluso la embajada de Rusia en Helsinki participa en estas actividades», comenta. A sus 34 años (ahora tiene 36) su vida se convirtió en un infierno. Pero en vez de agachar la cabeza, decidió llevar su lucha hasta el final y desenmascarar a los sicarios de Putin. «Realizaban artículos falsos que decían que eran míos, hacían montajes fotográficos humillantes para desacreditarme, me amenazaban de muerte, incluso me llamaban a mi teléfono para acosarme. Han llegado a decir que soy de la CIA. En una ocasión sonó mi teléfono y tan sólo escuché el ruido de un disparo», afirma la periodista durante su entrevista con LA RAZÓN en Madrid, donde acudió para participar en un foro organizado por el «think tank» CIDOB. Esta persecución no tiene escrúpulo alguno. Hace un año, los «trolls» robaron del juzgado de su ciudad natal (Hyvinkaa) unos archivos en los que aparecía ella. Dichos documentos mostraban que Aro había sido multada con una pena de 300 euros por consumo de drogas. No dudaron en hacerlo público.

«Es algo de mi vida privada. Es cierto que a los 20 años tuve problemas de adicción y estuve ingresada en un centro de rehabilitación. Ellos lo hicieron público para desacreditarme. Dijeron que era una drogadicta y que escribía bajo los efectos de anfetaminas y que tenía daños cerebrales. Pidieron al medio para el que trabajo que me despidiera. Es una locura», explica. De hecho, esta información fue colgada en la web, Mvlehti.net, con base en Barcelona. «Lo denuncié y la Policía española detuvo al responsable, pero más tarde la Justicia lo dejó libre con la prohibición de salir del país. Precisamente eso fue lo que hizo nada más poner un pie en la calle. Ahora no sabemos dónde está», lamenta la reportera. Aun así, Aro mantiene su fe en el sistema legal pero reivindica mayor celeridad en estos casos de ciberacoso. «El proceso es costoso, lo sé, y es muy complicado conseguir vincular esta campaña directamente con el Kremlin porque las personas que lo hacen bien trabajan en dinero negro y sin contactos directos o bien lo hacen amenazados por Moscú a cambio de no hacer públicas determinadas informaciones que tienen sobre ellos. Es verdad que en esta guerra no hay sangre, pero es incluso más peligrosa que una guerra convencional», matiza Aro que este año recibió el mayor galardón de periodismo de Finlandia.

La campaña en su contra continúa y desde la agencia estatal rusa y otros medios como Russia Today no dejan de hostigarla. «Los ‘‘trolls’’ prorrusos se han militarizado y brutalizado las redes. Esto es un problema muy grave al que nos enfrentamos en Occidente», sentencia.