Bielorrusia

Lukashenko se perpetúa en Bielorrusia

El líder autoritario logra un quinto mandato tras imponerse con el 80% sin oposición

Excepción europea. Una mujer bielorrusa deposita ayer su voto en un colegio electoral de Verhmen, a 50 kilómetro de la capital, Minsk
Excepción europea. Una mujer bielorrusa deposita ayer su voto en un colegio electoral de Verhmen, a 50 kilómetro de la capital, Minsklarazon

Bielorrusia seguirá gobernada por Alexander Lukashenko, en el poder desde 1994, que se impuso ayer por quinta vez en las elecciones presidenciales. A falta de los datos finales del recuento, el líder bielorruso obtuvo una victoria apabullante, con alrededor del 80% de los votos. Los comicios, a los que estaban convocados 7 millones de electores, se celebraron en un clima tranquilo, bien diferente a 2010, cuando hubo denuncias de fraude, protestas callejeras, cargas policiales y 700 detenidos, entre ellos siete de los diez candidatos. Desde entonces están vigentes sanciones de la UE contra 140 funcionarios.

Las elecciones de ayer, seguidas por 981 observadores internacionales, registraron una elevada participación, del 81,7%. En esta ocasión los candidatos a destronar a Lukashenko fueron tres, los líderes de dos formaciones progubernamentales, Sergei Gaidukevich y Nikolai Ulakhovich, así como la primera mujer candidata en la historia del país, la opositora y psicóloga Tatiana Korotkevich. Ninguno alcanzó el 10% de los votos. No es casualidad que el presidente sea popularmente conocido como «el último dictador de Europa», una expresión acuñada por primera vez en 2012 por el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, a la que Lukashenko respondió con un «mejor dictador que gay», en referencia a la orientación sexual del diplomático germano.

La Constitución del país es muy parecida a la rusa, en la que el jefe de Estado ostenta un poder casi absoluto, mientras el papel del Parlamento es testimonial. Lukashenko, además de ahogar cualquier voz opositora, ha creado un aparato legal en Bielorrusia similar al de Putin en Rusia, limitando la libertad de expresión y el derecho de manifestación con la excusa de vacunarse contra lo que el Kremlin suele referirse despectivamente como «revoluciones de colores», en referencia a los cambios de poder en Oriente Medio y Ucrania. La economía bielorrusa, muy orientada a la agricultura y la ganadería, apoyada en un gas barato de Moscú y los préstamos de Occidente, se ha visto afectada en el último año por la crisis económica rusa, principal destino de sus exportaciones. «La vida se ha vuelto más difícil, pero Lukashenko promete estabilidad y paz. Mire que democracia tienen en Ucrania: guerra y pobreza», afirma Tamara Krylovich, vecina de Minsk, en declaraciones a Ap. En los dos últimos años, Lukashenko ha suavizado su imagen pública y, aunque sigue siendo un fiel aliado de Rusia, ha coqueteando también con Occidente. Por una parte, ha adoptado una postura neutral en la crisis ucraniana, convirtiendo Minsk en capital de las negociaciones de paz. Por otra, viene dando largas a Moscú con el proyecto para establecer una base aérea en la región de Magiliov, en el sureste del país, una iniciativa que se enmarca en el contexto de la escalada armamentística entre la OTAN y Rusia. El Kremlin llegó a publicar en septiembre un proyecto de acuerdo para emplazar 24 aviones de combate, capaces de portar armas nucleares, y Putin anunció que sólo faltaban flecos. La base supondría para Moscú amarrar a Minsk como aliado.