Represión en Venezuela

Maduro alienta a la guerrilla chavista contra las protestas

Los colectivos, fuerzas de choque al servicio del Gobierno, y la Guardia Bolivariana se preparan para combatir a la oposición ante la votación de la Asamblea Constituyente

La guardia bolivariana es el brazo ejecutor de la política represiva de Maduro. Aquí un agente pisotea a una joven en Caracas
La guardia bolivariana es el brazo ejecutor de la política represiva de Maduro. Aquí un agente pisotea a una joven en Caracaslarazon

Los colectivos, fuerzas de choque al servicio del Gobierno, y la Guardia Bolivariana se preparan para combatir a la oposición ante la votación de la Asamblea Constituyente.

Frente a un mural en el que aparece Jesucristo y la Virgen María empuñando unos AK-47 en un humilde barrio de Caracas, tres hombres con camisetas rojas, enmascarados con pañuelos, sostienen rifles de asalto y agitan copias de la Constitución de Venezuela. Son los llamados colectivos, esas organizaciones de izquierda radical que se han autoproclamado guardianes del proyecto socialista creado por el presidente Hugo Chávez y defensores de sus comunidades.

A ojos de sus críticos, los colectivos no son más que organizaciones de criminales encapuchados, son tropas de choque de la revolución bolivariana preparadas para sembrar el terror entre los enemigos del mandatario. De hecho son los autores del asesinato a tiros de un votante durante el plebiscito del domingo, organizado por la oposición para protestar por la reforma de la Constitución que Nicolás Maduro pretende llevar a cabo, una consulta en la que votaron 7,1 millones de venezolanos tanto dentro como fuera del país. Muchos los consideran grupos anárquicos, fieles seguidores al fallecido comandante, pero que no responden más que al liderazgo de Nicolás Maduro.

Tras el plebiscito y con la elección para la Asamblea Nacional Constituyente el próximo 30 de julio, en la oposición temen que se tornen aun más violentos y que actúen junto con la Guardia Nacional y la Policía para frenar a los antichavistas.

En el céntrico barrio 23 de enero (23E), bastión de los colectivos en la capital venezolana, algunos de sus líderes en la agrupación Alexis Vive hablan con LA RAZÓN y denuncian que son víctimas permanentes de la propaganda de la derecha. «Los menos interesados en una jornada de violencia o desestabilización somos nosotros, porque tenemos el triunfo asegurado», dice Yesman Contreras, cofundador del grupo. «Nosotros y muchos otros colectivos estamos armados, pero con conciencia, armados de educación, de esperanza», agrega en la sede del grupo. «Si la oposición intensifica la protesta de cara a la Constituyente del 30, responderemos», afirma.

En este contexto tan polarizado, la mera existencia de los colectivos pone de relieve el riesgo de disturbios y caos callejero en una sociedad afligida por una de las mayores tasas de asesinatos del mundo, donde proliferan las armas y reina la impunidad. El nombre 23 de enero de 1958 alude a la fecha cuando el dictador militar Marcos Pérez Jiménez huyó de Venezuela entre extendidas revueltas y un golpe de Estado de soldados rebeldes.

Unos bloques de apartamentos como gigantescas colmenas humanas son el sello arquitectónico de este combativo barrio, plagado de modestas casas de ladrillo donde viven unas 100.000 vecinos. En un de los pasadizos sinuosos, decenas de personas fuman crack. Algunos niños juegan a matar ratas con su tirachinas.

La seguridad de esta área de casi dos kilómetros cuadrados en el centro de una de las ciudades más peligrosas de América descansa casi exclusivamente en manos de estos colectivos. Algunas patrullas que se comunican con radios hacen controles en las vías tras caer el sol para chequear a los pasajeros. El grupo International Crisis Group advierte en un reporte de que estas organizaciones podrían ser utilizadas por los políticos para generar violencia o que incluso podrían «tomar las calles por su propia cuenta».

La Coordinadora, que cuenta con una clínica veterinaria, una estación de radio, un cibercafé y una biblioteca con lecturas de izquierda, es fuertemente ideológica, pero por encima no parece un grupo militante que pueda suponer una amenaza para la estabilidad pública. Organiza eventos culturales y deportivos, actividades para jubilados y grupos de discusión. También manejan negocios más «capitalistas»: hasta 14 empresas, incluido un casino. A pesar de que muchos de sus miembros aseguran que morirían por Maduro, la autonomía de los grupos y su imprevisibilidad los convierten a veces en un lastre político para el Gobierno.

Se siente una cierta tranquilidad en el vecindario. El barrio es más seguro que otras partes pobres de Caracas, pese a que las fuerzas de seguridad del Estado no entran en la zona desde hace casi una década. Sin embargo, se trata de la calma antes de la tempestad. La guerra podría volver a las calles.

Los colectivos armados no son el único arma represor del Gobierno. La Policía y la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela han aumentado sus operativos de seguridad en el marco de la escalada de tensión. Las redadas sin autorización judicial son cada vez más frecuentes desde que el Gobierno anunció en mayo la «Operación Toc Toc», que avala los registros exprés para descubrir supuestos complot contra el Palacio de Miraflores. El chavismo sostiene que es necesario para evitar posibles golpes de Estado.