Tiroteos en Estados Unidos

«Mi marido perdió su vida para salvar la mía»

Testimonios de desesperación y agradecimiento de quienes lograron sortear la lluvia de balas.

Asistentes al concierto intentaron ayudar a los heridos del Route 91
Asistentes al concierto intentaron ayudar a los heridos del Route 91larazon

Testimonios de desesperación y agradecimiento de quienes lograron sortear la lluvia de balas.

La estrella del country Jason Aldean tocaba la guitarra sobre el escenario en el último día del festival Route 91 en Las Vegas. Justo cuando se dirigía hacia el micrófono y volvía a cantar la siguiente estrofa, sonaba la primera ráfaga de tiros. El público confundía el estruendo con fuegos artificiales, efectos pirotécnicos o de sonido, hasta que las balas impactaron, la pista se tiñó de sangre y el escenario se silenció. Aldean corrió a resguardarse, así como el resto de sus músicos. Mucho más difícil lo tuvieron los asistentes, blanco fácil desde la altura de una planta 32 y sin apenas lugares donde guarecerse. «Esta noche ha sido más que horrible. Todavía no sé qué decir, pero quiero que todos sepan que mi equipo y yo estamos a salvo. Mis pensamientos y mis oraciones van para todos los involucrados. Me duele en el corazón que algo así le haya ocurrido a cualquiera que salga a disfrutar de lo que tenía que haber sido una noche divertida», escribió el propio Aldean en su Instagram poco después del tiroteo, el peor de la historia de Estados Unidos.

«Estuvo disparando durante diez o quince minutos seguidos», explicó después una joven junto a su madre a CNN. Russell Bleck contó a la NBC que «sin lugar a dudas eso fue un rifle automático. Simplemente pulverizaba a la masa. El asesino era implacable. No paraba». Bleck se encontraba en una de las zonas VIP del concierto. «Tenías cinco, puede que ocho segundos para moverte de un ‘refugio’ a otro para intentar huir mientras recargaba el arma», añadió Bleck, que fue al concierto con su prometida.

«La gente gritaba: ‘Todos al suelo’, por lo que la realidad es que se amontonaban unos encima de otros», describió visiblemente afectada otra testigo del atroz suceso a CNN. Eso fue lo que hizo Carly Krygier, que asistió al concierto con su hija de cuatro años. «Puse a mi niña contra el suelo y me coloqué encima de ella. Cuando escuché que [el tiroteo] paraba, corrimos hasta las gradas que estaban detrás, para que estuviera más protegida, pero una vez allí, me di cuenta de que tampoco era una buena idea. Así que finalmente marchamos hacia el Hotel Tropicana, que estaba abarrotado. Kyrgier se emociona por lo bien que se portó su hija, que, pese al caos, ni gritó ni lloró.

Muchos de los supervivientes confiesan que una vez han visto la magnitud de la tragedia cuesta aún más asumir que están vivos. Sonny Melton, de 29 años, es una de las 58 víctimas de Stephen Paddock. Melton no murió en la huida, sino protegiendo a su esposa Heather. «Me gustaría que todo el mundo supiera el gran corazón que tenía y lo cariñoso que era, pero en este momento, apenas puedo respirar», explicó, devastada, Heather a «USA Today». Después, la joven viuda envió un escrito a Fox 17: «En este punto, estoy en una profunda incredulidad y desesperación. No sé qué decir. Sonny era el hombre más bondadoso y tierno que jamás he conocido. Me salvó la vida y perdió la suya». La pareja de Tennessee celebró el 30 de junio su primer y único aniversario.

Muchos de los supervivientes dieron ayer las gracias a las Fuerzas de Seguridad porque «hicieron todo lo que pudieron» y por su «rápida» respuesta al tiroteo. Un agente de Las Vegas, que no estaba de servicio murió ayer, mientras que otros dos policías están ingresados por las heridas. También hay agentes de otras ciudades y estados entre los más de 515 heridos.

«Vi un montón de ex militares saltar a toda velocidad y comenzar a taponar agujeros de bala con sus propios dedos. Mientras que todo el mundo se agazapaba, hubo agentes de Policía que, de pie, como objetivos, intentaban dirigir al gentío hacia lugares seguros. No tengo palabras para describir la cantidad de valentía que observé», confesó Bleck.

Por su experiencia con las armas, Anthony Kappenman fue uno de los primeros en darse cuenta de que se trataba de una lluvia de balas. Kappenman relató a la cadena local KTNV que «él agarró a su amiga e intentó mantenerla a salvo. Los tiros comenzaron a impactar cada vez más cerca de nosotros: una de las balas no me dio en la cabeza por apenas dos pulgadas».