Alfredo Semprún

Regreso a Namie, para morir

Tamotsu Baba, alcalde de Namie
Tamotsu Baba, alcalde de Namielarazon

Seis años después de la doble catástrofe que asoló Japón, las autoridades han declarado «habitable» un pequeña parte de la ciudad de Namie, la más cercana a la central de Fukushima, y animan a sus habitantes a regresar. Ha sido un trabajo ímprobo el retirar millares de toneladas de tierra contaminada, reconstruir casas, limpiar los fondos del arroyo y reemplazar la playa. Namie, a cuatro kilómetros de la zona cero, fue alcanzada de lleno por la columna radiactiva. La dirección del viento, caprichosa, marcó lugares donde, al menos en este milenio, nunca más vivirá el hombre, y todos ellos señalan los límites de la ciudad mártir. Namie, como reconoce su alcalde, Tamotsu Baba, será una ciudad de viejos, disputada con los jabalíes y condenada, a la corta, a desaparecer. Sólo los ancianos están dispuestos a volver para, al fin y al cabo, morir donde nacieron. Los jóvenes no quieren que sus hijos crezcan rodeados de «zonas rojas», con el espectro de la central en el horizonte. Ni siquiera han empezado la reconstrucción de la escuela (a la izquierda). «Volveremos muy pocos –decía su alcalde–, más por resignación que por deseo de regresar». Algunos ya están allí: Munehiro Asada, que construye casas de madera; Yiji Kimura, médico del dispensario, y Shoichiro Sakamoto, que manda la escuadra de cazadores de jabalíes. Ninguno tiene menos de 60 años.