Conflicto armado

Siria, una guerra sin final inmediato

La base de Shayrat era un objetivo conocido y de fácil localización. Queda por comprobar si la intervención americana es puntual y efectiva para dar una salida al conflicto.

Siria, una guerra sin final inmediato
Siria, una guerra sin final inmediatolarazon

La base de Shayrat era un objetivo conocido y de fácil localización. Queda por comprobar si la intervención americana es puntual y efectiva para dar una salida al conflicto.

Que el Trump de 2017 no es el Obama de 2012, está claro. Y ya ha sentenciado el actual inquilino de la Casa Blanca «la ocasión perdida» por su antecesor. Que enseguida nos vinieran a la cabeza –como ha recordado el embajador de Bolivia en el Consejo de Seguridad– las supuestas y peligrosas «armas de destrucción masiva» de Irak, entra dentro de la lógica en un mundo cada día más manipulado por quien domina las comunicaciones y las redes. Y que Rusia y Estados Unidos difieran gravemente en la interpretación de una guerra que dura ya más de seis años, es dramático. La resolución condenatoria sobre el empleo de agresivos químicos en Khan Sheikhoun presentada por Estados Unidos, que este mes ostenta la presidencia del Consejo de Seguridad, con apoyo de las potencias europeas de Francia y Reino Unido, no superó el veto ruso. Ayer volvió este Consejo a debatir la grave crisis a instancias de Bolivia, país no permanente y con limitado poder político.

También constatamos que Europa como tal no entra en este peligroso terreno árabe, aunque como todos sabemos es la que sufre las presiones migratorias, consecuencia de la larga guerra, algo que no conocen ni Nueva York ni Moscú.

¿Qué entraña todo esto? Que no se atisba el final inmediato del conflicto sirio. Que a los muertos por agresivos químicos hay que sumar los muertos por los Tomahawk norteamericanos.

Herederos estos de los AGM-86 y de los Persing II que tanto dieron que hablar durante la Guerra Fría, son capaces de desplazar sus 500 kilos de carga explosiva –con posibilidad de carga nuclear– a una distancia entre los 1.600 y 2.500 kilómetros. Son considerados «crucero» porque no salen de la atmosfera, y «lentos» porque sus 880 kilómetros por hora son bastante inferiores a la velocidad del sonido. Pero con los modernos medios GPS su precisión es implacable: diez metros sobre el objetivo señalado. Si fallaron buscando a Bin Laden en 1998 o a Sadan Husein en 2003 es porque falló la localización, no –dicen los expertos– el propio misil. Con posibilidad de ser lanzados desde aviones de bombardeo o incluso desde submarinos, su máximo rendimiento se alcanza lanzándolos desde medios navales de superficie, como en este caso. Que los medios procedan de bases españolas o italianas tampoco resuelve el problema. Las fotografías difundidas por el Pentágono parecen corroborarlo. La base aérea siria de Shayrat es un objetivo más que conocido. No ofrecía la menor dificultad para su localización y ataque, aunque no estén claros los posibles daños producidos por los 59 Tomahawk oficialmente lanzados. Hay quien cree que un 50% de ellos han podido fallar. Y mientras unos seres humanos sufren una guerra cruel, la guerra diplomática se centra en las denuncias de violación del Derecho Internacional por el ataque a un país soberano, mientras otros declararán que los Derechos Humanos están por encima de él. La vuelta, como en 2012, al nombramiento de una comisión internacional «exhaustiva e imparcial» de la Organización para la no proliferación de Armas Químicas (OPAC), como pide Moscú, ya no encuentra eco internacional. Muchos expertos opinan que el régimen de Damasco ha seguido utilizando agentes químicos a lo largo de la guerra, quizás en menor proporción a la utilizada ahora. Es decir, ha perdido la confianza. Las palabras de la embajadora estadounidense en el Consejo de Seguridad, Nikky Haley, exhibiendo dos fotos de civiles gaseados parecía apuntar a un «basta ya». Ojalá este basta ya lleve al camino del fin de la guerra siria. La Carta de las Naciones Unidas prevé en su Capítulo VII medidas para «imponer la paz» como se hizo en la antigua Yugoslavia. Demasiadas posiciones encontradas a día de hoy para materializarla. Pero quizás no haya otra alternativa. ¿A iniciativa norteamericana? Su embajadora en Nueva York fue clara: «Cuando las Naciones Unidas fracasan en su misión de actuar colectivamente, hay momentos en que los Estados estamos obligados a actuar por nuestra cuenta».

No podemos intuir la que pasará mañana. Porque lo que deseamos no siempre se corresponde con la realidad.