Terremoto

Tragedia a medianoche

La Razón
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De nuevo, en medio de la noche, Italia tembló. Destrucción, vidas rotas, heridos y sentimientos de desesperanza y miedo. Mucho miedo. Sin embargo, este cúmulo de sensaciones no nos resulta extraño a los italianos, pues en los últimos años, lamentablemente, hemos estado expuestos a los dictados de la naturaleza, a su fuerza desmedida y al horror de sus consecuencias. Nadie olvida a las decenas de muertos de San Giuliano en 2002, la mayoría niños de una escuela primaria, o el devastador temblor de L’Aquila en 2009, que acabó con la vida de más de 300 personas. Echar la vista atrás duele y al mismo tiempo suscita rabia al comprender que nadie ha aprendido las lecciones del pasado. Catástrofes naturales que no pueden ser evitadas, pero sí previstas para mermar sus terribles consecuencias.

Al igual que en otras ocasiones, ayer no faltó la solidaridad italiana, así como la rapidez para hacer frente a la emergencia que obligaba la situación. El compromiso de los servicios públicos, Protección Civil, el Ejército y los ciudadanos son una expresión de la mejor cara de Italia. Su generosidad y profesionalidad sirvieron para salvar muchas vidas. Sin embargo, como es lógico, la opinión pública y numerosos expertos comenzaron a pedir explicaciones por lo ocurrido. Geólogos prominentes condenaron ayer la falta de una política adecuada de prevención e información. A pesar de que los recursos sean escasos, bien pueden ser utilizados mejor de otras manera. Consideran que Italia debería tener un enfoque más cercano al que Japón y Estados Unidos tienen en la prevención, trabajando siempre con la premisa de que los terremotos no se pueden evitar, pero sí reducirse sus consecuencias en términos de destrucción y muertes.

El problema político en esta materia es la ausencia de dividendos inmediatos para este tipo de inversión. Los costes humanos y materiales que Italia está pagando por estos desastres naturales la sitúan dentro del grupo de países más expuestos en relación a la amplitud de la situación y las tecnologías disponibles. Es necesario invertir en infraestructuras. En éste, como en los anteriores terremotos, los edificios más antiguos son los que mejor resistieron la embestida. Los que primero cayeron fueron los más nuevos, entre ellos edificios públicos como hospitales. Esto no es aceptable. Una política de prevención y una cultura de la información y la formación de los ciudadanos para hacer frente a este tipo de eventos es imprescindible. Es necesario algo más que una inversión pública, que en Italia suele ser una forma de soborno y robo. Se debería plantear una política de exenciones fiscales para aquellos que invierten en medidas antisísmicas. Por este motivo, el primer ministro, Matteo Renzi, debe aprovechar este contexto para mostrar un cambio de actitud y un verdadero «cambio de dirección» en esta materia. Pero, claro, esto implicaría perder el apoyo de importantes «lo-bbies» como, por ejemplo, los que integran las compañías de seguros. Siempre hay quien busca sacar beneficios de las tragedias.

*Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Luiss de Roma