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Trump ya es el candidato irreversible a la Casa Blanca

El magnate logra superar en las primarias los 1.237 delegados que le garantizan de forma automática la nominación republicana

Fotografía de archivo fechada el 13 de marzo de 2016 que muestra al aspirante a la candidatura presidencial republicana, el magnate neoyorquino Donald Trump, durante un acto de campaña en Florida, Estados Unidos.
Fotografía de archivo fechada el 13 de marzo de 2016 que muestra al aspirante a la candidatura presidencial republicana, el magnate neoyorquino Donald Trump, durante un acto de campaña en Florida, Estados Unidos.larazon

El magnate logra superar en las primarias los 1.237 delegados que le garantizan de forma automática la nominación republicana

A Donald Trump empezaron a llamarlo «presunto candidato» cuando todavía se resistían a asumir que iba a ser el aspirante republicano en las presidenciales del 8 de noviembre. A pesar de que por entonces el magnate se había quedado solo en las elecciones primarias tras el abandono del gobernador de Ohio, John Kasich, y Ted Cruz. Ayer, según el recuento de delegados que elebara Associated Press, Trump se convirtió en el candidato oficial tras asegurarse el número mínimo de delegados necesarios. El anuncio se produjo después de que varios políticos asegurasen a la agencia de noticias que le respaldarían en la Convención Republicana de julio en Cleveland (Ohio). Entre ellos, destacó la presidenta del Partido Republicano en Oklahoma, Pam Pollard. «Creo que ha llegado a parte del electorado, al que no le gusta dónde está nuestro país. No tengo problemas en apoyar a Trump», reconoció.

Con 1.238 delegados a sus espaldas, el hombre de negocios ya ha superardo los 1.237 necesarios para obtener automáticamente la nominación republicana. A ellos resta por sumar los 303 que están en juego en las últimas cinco primarias del 7 de junio.

Así concluye la primera fase del proceso electoral en Estados Unidos. Una vez que finalicen las elecciones internas de cada partido, se pasará de forma oficial a la campaña nacional, protagonizada por el enfrentamiento directo entre ambos candidatos. En julio se celebrarán las convenciones demócrata y republicana antes de que en agosto entre la campaña en plena ebullición. Los debates televisivos (tres presidenciales y uno vicepresidencial) tendrán lugar en septiembre y habrá que esperar a la conocida como «sorpresa de octubre», que tradicionalmente desequilibra la carrera en favor de uno de los contendientes.

En esta ocasión, todo será diferente con Trump, dado que su candidatura ha hecho tambalear los cimientos del Partido Republicano. Es un hecho que el magnate ha vencido a los otros 16 candidatos que se presentaron en un principio. Entre ellos, Jeb Bush, ex gobernador de Florida e hijo y hermano de presidentes, que estaba llamado a convertirse en el tercer Bush en llegar a la Casa Blanca. Pero las previsiones fallaron. Éstos no son tiempos para el «establishment», con un electorado que ha preferido votar a los políticos fuera del entorno de Washington. En ese ambiente de desafección es en el que Trump ha sabido ganarse el favor de los votantes, que saben que el hombre de negocios dice lo que piensa.

Populista, sin miedo de ofender a nadie, Trump ha cargado contra los hispanos, las mujeres, los musulmanes y los líderes internacionales, e incluso ha propuesto armar con bombas nucleares a Japón y Corea del Sur para que se defiendan del régimen norcoreano. Tampoco ha dudado en insultar a los otros candidatos. A Marco Rubio le llamaba «pequeño Marco» y a Ted Cruz, «Ted el mentiroso». Incluso ha sugerido que Bill Clinton, conocido por sus líos de faldas, ha cometido violaciones.

Entre sus enfrentamientos destacan los que ha protagonizado con la comunidad latina. Sus actos en los lugares con gran presencia hispana han terminado casi siempre con altercados. Los últimos, en Nuevo México y California, donde ocho personas fueron arrestadas el miércoles mientras protestaban contra Trump en las inmediaciones de su mitin. El «establishment» republicano encabeza su larga lista de enemigos. Entre ellos, el portavoz de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, cara de la ortodoxia de la que hace gala el partido, que aún se resiste a apoyar de forma oficial su candidatura. Este retraso pone de manifiesto la crisis que ha provocado la aparición del magnate en el Partido Republicano, que tendrá que reconstruirse pase lo que pase en las elecciones del 8 de noviembre. Con todo, en la campaña del hombre de negocios tampoco se pueden ocultar las divisiones ahora que se supone que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Horas antes de hacerse con la nominación automática, Trump anunció la brusca salida del director de política de su equipo, Rick Wiley, encargado de contratar a personal para trabajar en Estados clave como Ohio, Michigan, Florida y Pensilvania, que son los que decantan finalmente la batalla electoral. Su contratación hace seis semanas se consideró como una señal de que los veteranos del partido habían decidido apoyar la campaña de Trump. Sin embargo, Wiley ha decidido abandonar después de que el magnate no quisiera sustituir a varios ayudantes de su campaña por expertos en política cercanos al «establishment».