Brexit

Un acuerdo endeble

La Razón
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La Unión Europea y Reino Unido iniciarán un nuevo diálogo a partir de un primer pacto que ya de por sí deja abiertas muchas dudas en tres aspectos:

Inmigración

El objetivo es negociar un acuerdo que permita a Reino Unido reducir significativamente la entrada anual de 250.000 trabajadores de la UE, disuadiendo a los trabajadores poco calificados y dando tratamiento preferencial a los trabajadores altamente calificados. Se propone hacer esto permitiendo que los trabajadores poco cualificados tengan un máximo de dos años de residencia, y 3-5 años para los altamente cualificados. Reino Unido planea poner fin al derecho de residencia e imponer nuevas y estrictas restricciones a los acompañantes familiares. También pone fin al papel del Tribunal Europeo de Justicia en el ámbito de la migración familiar. El resultado será que Reino Unido tratará a los ciudadanos de la UE como de segunda clase. El acuerdo plantea que haya un período de transición de dos años una vez que se haya concluido un acuerdo final del Brexit.

Comercio

David Davis, el secretario Brexit en el Gobierno del Reino Unido, quiere un acuerdo como el que la UE alcalzó con Canadá para permitir el libre flujo de bienes y servicios, y afirma que tal acuerdo «no es complicado» y que puede lograrse dentro de un año. También advirtió a la UE de que si las negociaciones comerciales colapsan Reino Unido no pagará la factura del divorcio de 39.000 millones que Theresa May aceptó abonar. A Davis le han llevado la contraria otros miembros del Gobierno que dicen que Gran Bretaña debe cumplir su deuda con la UE. El optimismo de Davis sobre el tiempo necesario para llegar a un acuerdo también está fuera de lugar. El acuerdo comercial entre Canadá y la UE tardó años en negociarse y es extremadamente complicado. Los posibles vínculos comerciales de Gran Bretaña con la UE son considerablemente mayores en volumen y diversidad que los de Canadá con la UE, y probablemente requerirá un extenso período de transición para implementarse.

Frontera irlandesa

El tipo de frontera que habrá entre la República de Irlanda (que es un estado miembro de la UE) e Irlanda del Norte (que forma parte de Reino Unido) es importante por dos motivos. Uno, amenaza los Acuerdos de Viernes Santo, basados en la cooperación de todas las partes implicadas. Y dos, el Gobierno minoritario de Theresa May depende del apoyo de los diez escaños del Partido Unionista Democrático (de Irlanda del Norte) en el parlamento, que no quiere una «frontera dura», sino un acuerdo que siga permitiendo la libre circulación de bienes y servicios entre las dos partes de la isla. Pero si no hay una «frontera dura», se generará un quebradero de cabeza para Londres. Si Irlanda del Norte puede recibir un trato diferente, ¿por qué no Escocia, que votó en un 62% en el referéndum por la permanencia en la UE? Si Escocia es desairada por el Gobierno británico, se estará echando leña al fuego del nacionalismo escocés y casi garantizará la celebración de otro referéndum sobre la secesión escocesa de Reino Unido. Romper con la UE puede provocar la ruptura de Reino Unido.