Policía

¿Un caso de abuso sexual o una conspiración urdida por la CIA?

La Razón
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La historia de Julian Assange bien podría protagonizar una superproducción de Hollywood. En verano de 2010, el fundador de WikiLeaks viajó a Estocolmo para dar una serie de conferencias. Fue invitado por varias organizaciones, como el colectivo cristiano del Partido Socialdemócrata sueco, cuya portavoz era Anna Ardin, una joven que actuó como su jefa de prensa y lo acogió en su casa. El periodista dio una charla el 14 de agosto y allí conoció a Sofia Welin, acreditada como fotógrafa. Dos días después, viajaron en tren a la casa de esta última en Enköping y allí pasaron la noche juntos.

¿Sexo consentido?

Nadie sabe qué pasó exactamente entre ellos. Pero las dos jóvenes, que se habían conocido días antes, decidieron acudir a una comisaría del centro de Estocolmo el día 20 para presentar una denuncia por violación y acoso sexual. La fiscalía abrió entonces una investigación preliminar por cuatro delitos sexuales. Tres de ellos ya han prescrito. El único que permanece vigente es el de violación «en grado menor», castigado con entre dos y seis años, de Sofia Welin, mientras dormía y con el agravante de que el sexo fue sin preservativo, según la declaración de la supuesta víctima. Por su parte, Ardin le acusó de coerción ilegal, por retenerla contra su voluntad usando la fuerza la noche del 13 al 14, y por tener sexo sin preservativo y frotar su miembro sexual erecto contra ella la noche del 18 al 19.

Google traicionó a la víctima

Assange se declara inocente y lo cierto es que varios detalles de la denuncia plantean interrogantes, sobre todo los relacionados con Ardin, que tras ser acosada supuestamente por el hacker, lo dejó vivir con ella una semana más y escribió en su cuenta de Twitter que iban a ir juntos a una fiesta al día siguiente y que era «asombroso» estar con la «gente más guay del mundo». Borró los mensajes tras presentar la denuncia, pero quedaron guardados en el «caché» de Google, un mecanismo de almacenamiento de información en internet.

¿Despechada y espía?

Varios medios suecos insinuaron que Ardin pudo actuar por despecho tras recibir el día 18 una llamada de Welin a su casa y descubrir que Assange mantenía relaciones sexuales con otra joven. En su blog, cerrado tras la denuncia, había colgado la «perfecta estrategia» para vengarse de un hombre «infiel», lo que unido a su condición de «feminista radical» podría alimentar esa hipótesis, según medios suecos. Por si fuera poco, Ardin mantuvo durante años vínculos con grupos anticastristas, lo que hizo surgir especulaciones sobre supuestos contactos con la CIA.

¿Fiscales presionadas?

El proceso judicial no ha sido menos polémico: el día que se presentó la denuncia, la fiscal de guardia ordenó la detención en ausencia de Assange. Menos de un día después, la fiscal jefe, Eva Finné, canceló la orden y limitó la investigación a un caso de acoso. Una semana más tarde, la fiscal superior, Marianne Ny, rea-brió el caso de violación sin dar explicaciones, ordenó la detención de Assange y emitió una orden de arresto europea.