Francia

Valls marca su territorio en La Rochelle

El primer ministro realiza una enérgica defensa de su reforma económica y pide su apoyo a los ecologistas para vencer a los «reaccionarios» en las regionales

Manuel Valls, durante su discurso en La Rochelle
Manuel Valls, durante su discurso en La Rochellelarazon

El primer ministro realiza una enérgica defensa de su reforma económica y pide su apoyo a los ecologistas para vencer a los «reaccionarios» en las regionales

No fue el tradicional acto de clausura anual de los cursos de verano del Partido Socialista francés en La Rochelle, sino que este año, el discurso del primer ministro se convirtió en una demostración de fuerza de Manuel Valls y en una evidente declaración de intenciones que representaron el pistoletazo de salida del curso político. Sus palabras estuvieron cargadas de guiños a unos y a otros. Al ala más izquierdista del partido, así como a los más liberales, a trabajadores y a empresarios. A los primeros les prometió trabajo y a los segundos, más flexibilidad. Una clase magistral de dialéctica con la que Valls se postuló de manera implícita para las presidenciales de 2017.

Durante la hora que duró su intervención habló de su reforma económica, de la revisión del mercado laboral, de la crisis migratoria, de la economía gala y de terrorismo. Su impecable camisa blanca quedó completamente empapada, en un gesto involuntario de marcaje de territorio. Un pletórico Valls, que también tuvo que encajar algún que otro abucheo de los más izquierdistas, zanjó rápidamente el asunto de la ampliación de la jornada laboral que había insinuado su ministro de Economía, Emmanuel Macron. «El debate de las 35 horas está cerrado. No hay vuelta atrás en la duración legal del tiempo de trabajo. No me interesa el pasado sino el futuro», sentenció. «Eso sí, vamos a seguir con nuestra reforma económica, la estabilidad es la base de la confianza y los zigzags son arenas movedizas que provocan desconfianza», añadió.

Su puesta en escena sirvió también para intentar cerrar los debates internos dentro del PS que han sumido este año en el caos al partido. Los «fondeurs» (Montebourg y compañía) no tuvieron cabida en La Rochelle. El inquilino de Matignon defendió a capa y espada su reforma económica, que tantas críticas le han acarreado. Aunque en el segundo trimestre del año la economía gala no sólo no creció, sino que se estancó cayendo siete décimas respecto al 0,7% del primer trimestre, lejos del 1% prometido por el «premier», Valls afirmó «que vamos por el buen camino. Pero no debemos ser triunfalistas. Existen incertidumbres a causa de la crisis financiera de Asia. Pero también hay factores positivos como la economía de EE UU, la bajada de precio del petróleo, la caída del petróleo que favorece nuestras exportaciones...», argumentó.

Consciente de que las elecciones regionales que se celebrarán en diciembre serán un claro termómetro de su gestión, hizo un llamamiento a los ecologistas para que se sumen a los socialistas y acudan «como un frente unido» a los comicios frente a los «reaccionarios». «Los socialistas, los ecologistas, los radicales debemos combatir unidos en la primera vuelta», aseveró. Los verdes han dejado ver estos días sus intenciones de acudir a las urnas en la primera vuelta de las regionales o bien en un frente de izquierdas, lo que ha encolerizado a los socialistas.

Valls también exhortó un «pacto republicano» para luchar contra el terrorismo y lanzó dardos envenenados contra la oposición. «La derecha está desorganizada y es inconsistente (Sarkozy, Filon, Juppé, Le Maire) mientras que la extrema derecha sigue expandiéndose», afirmó en referencia al Frente Nacional de Le Pen. El eufórico «premier» galo, que entonó como pudo «La Marsellesa», enafatizó su alianza con Alemania en la búsqueda de soluciones para la crisis migratoria que golpea a Europa. Es más, Valls se desplaza hoy a Calais, donde visitará centros de refugiados. El primer ministro vuelve con las pilas cargadas.

El «premier» se deja la piel

Tras una hora de discurso, la euforia de Manuel Valls quedó plasmada en su camisa, que terminó completamente empapada de sudor. En la imagen, el primer ministro tras finalizar su intervención en la clausura de los cursos de verano del Partido Socialista en La Rochelle.