Francisco Marhuenda

La habitación del Tío Gilito

La Razón
La RazónLa Razón

Después de más de tres años de legislatura puedo asegurar que Cristóbal Montoro no tiene una habitación llena de los millones que recauda al estilo del inolvidable Tío Gilito. He visitado la sede del Ministerio de Hacienda en algunas ocasiones y puedo asegurar que nunca le he visto contar fajos de billetes. No le gusta ni subir impuestos ni ser impopular. España estaba en una situación desastrosa en 2012 gracias a la catastrófica gestión de Pedro Solbes y de Elena Salgado, los responsables de la política económica del Gobierno socialista. A estas alturas tengo la convicción de que ambos aprendieron esta materia en la Universidad de Groenlandia, donde estaban acompañados del griego Varufakis, aunque estoy ansioso de leer su gran aportación al pensamiento económico, que es un libro sobre la economía contado a su hija. Es probable que en ese prestigioso centro lleno de premios Nobel de Economía estudiaran algunos ilustres economistas que asesoran al PSOE o Podemos y que están empecinados en interpretaciones excéntricas y poco rigurosas sobre la recuperación que vive España. Al gobierno se le podrá criticar que haya tenido una excesiva obsesión tecnocrática y se haya hecho poca política porque había que impedir el colapso económico y la intervención. En cambio, Montoro y Guindos son muy buenos economistas. Mi añorado amigo Gonzalo Anes siempre me recordaba que Guindos había sido uno de sus alumnos más brillantes y que le había puesto matrícula de honor. Por ello, no deja de sorprenderme la osadía de aquellos que critican las políticas reformistas de Rajoy y sus resultados a partir de unas trayectorias profesionales y académicas tan modestas como respetables. La alternativa es una confusa amalgama formada por el PSOE, Podemos e IU que sería catastrófica para España. Espero convencer en los próximos meses a mi querido amigo Federico Jiménez Losantos para que vote a Rajoy, porque las consecuencias de una victoria socialista implicarían un giro intervencionista que sería letal para nuestra economía. Los que piensan como Federico deberían recordar que España no aguanta más experimentos.