César Vidal

La historia incontrolable

Fue Napoleón el que confesó que era imposible controlar el devenir de la Historia porque algo oculto desbarataba los planes mejor trazados. La afirmación de Bonaparte habrían podido repetirla Hitler y Lenin, Felipe II y Mao, León X y Alejandro Magno. También podrían haberlo dicho personajes menos importantes como Anás, Caifás o Poncio Pilato. Durante la pascua del año 30 d. de C., Anás y Caifás –sumo sacerdote del templo de Jerusalén, de facto, y de iure, respectivamente– habían llegado a la conclusión de que un personaje procedente de Galilea al que la gente llamaba Jesús de Nazaret debía ser eliminado. No era nada personal. Simplemente, eran conscientes de que la predicación de Jesús, centrada en la cercanía del Reino de Dios y en el llamamiento ineludible a la conversión, era corrosiva para el sistema socio-religioso centrado en el Templo. Según ellos, bastaría con que se produjera el menor vaivén entre la población y los romanos – aliados hacia los que no sentían la menor simpatía– podían aprovecharla para endurecer más su yugo. Cuando Jesús entró en Jerusalén en medio de gente que lo aclamaba como el Mesías y además afirmó que el Templo había dejado ser casa de oración para convertirse en cueva de ladrones, su destino quedó sellado... y todo transcurrió de acuerdo con el plan. Uno de sus discípulos más cercanos aceptó traicionarlo por el equivalente al salario de un mes de un bracero; los otros seguidores próximos huyeron como conejos; el mismo Jesús no ofreció resistencia. Es verdad que Pilato intentó eludir el dirimir un conflicto religioso entre judíos; quiso aprovechar la costumbre de liberar a un preso por Pascua para liberarlo e incluso pretendió sustituir la ejecución de Jesús por la pena de flagelación. Sin embargo, al final, fue pragmático: no tenía el menor sentido enfrentarse con las autoridades del Templo por un sujeto extraño que afirmaba que su reino no era de este mundo y por ello sus seguidores no habían combatido para salvarlo. Ejecutado junto a dos ladrones, Jesús había muerto pronto aunque habían corroborado su fallecimiento clavándole una lanza en el costado. Cuando entregaron el cadáver a un discípulo y se corrió la piedra que tapaba el sepulcro, todos, Anás, Caifás y Pilato estaban convencidos de que todo había terminado. Pero no fue así. Primero, la tumba apareció abierta y vacía. Luego los mismos que habían corrido aterrados afirmaron con convicción que habían visto a Jesús vivo. Y el final se convirtió en principio. La Historia es incontrolable.