Galicia

La tasca de los secretos de Rajoy

De comida tradicional, el presidente eligió La Tasca Suprema para un encuentro privado con Sarkozy en la que pagaron 31 euros por comensal

LOCAL CENTENARIO. Una de las mesas del restaurante, que los camareros preparan con esmero para sus célebres comensales, la mayoría, políticos
LOCAL CENTENARIO. Una de las mesas del restaurante, que los camareros preparan con esmero para sus célebres comensales, la mayoría, políticoslarazon

De comida tradicional, el presidente eligió La Tasca Suprema para un encuentro privado con Sarkozy en la que pagaron 31 euros por comensal

A escasos metros de Génova, en la madrileña calle de Argensola, ocupa el número siete y tiñe de rojo y amarillo el cromatismo de las fachadas La Tasca Suprema. Local centenario de la Villa de Madrid, este histórico restaurante acogió el pasado lunes la comida entre Nicolas Sarkozy y Mariano Rajoy. El político francés se encontraba en España para inaugurar el Campus FAES 2015, aunque el líder de Los Republicanos (LR) tuvo antes un encuentro con el presidente del Gobierno en la sede popular, sita en el número 13 de la primera de las mencionadas vías.

Finalizadas las tareas más protocolarias de la agenda, Mariano Rajoy quiso que el ex presidente francés probara los platos típicos del lugar, una elección que él mismo comandó, lo que cobra sentido si se tiene en cuenta que lleva comiendo en ese local «más de treinta años». Así lo explica José, hijo de Fernando Velasco, histórico propietario de este restaurante familiar en lo culinario. Tanto es así que su madre, Dioni, es quien controla la guerra con los fogones. «Es más antiguo que nosotros», afirma entre risas, pues el líder popular lleva casi más años visitando la tasca que ellos regentándola. De comida tradicional, cuentan que el presidente «sabe elegir» cuando se trata de cribar la carta para saciar el apetito, «aunque come de todo», explican. De hecho, el menú elegido para la cita con el político francés se compuso de gazpacho, ensaladilla y chipirones en su tinta, que les costó «31 euros por comensal». «Lo eligió quien promovió la comida entre los dos, porque querían que probara cosas típicas de aquí», señalan, antes de aclarar que, al finalizar, Rajoy les agradeció el trato: «Dijo que estaba todo muy rico y que nos veríamos pronto».

La relación del presidente del Gobierno con este establecimiento se remonta a los años en que ya vivía en Madrid, pero todavía no había asumido su actual cargo al frente de España: «Venía al menos una vez por semana, a veces con toda la cúpula». Una afición notoria, pues el líder del PP disfrutó de estas castizas viandas el día antes de las elecciones de 2011, que le convirtieron en jefe del Ejecutivo. «Le dijimos: ‘‘Bueno, don Mariano, ya nos despedimos de usted’’; y él contestó que iba a seguir viniendo siempre a esta casa», recuerda José.

Sólo media botella

Claro que en la vida, como en la política, no siempre se pueden cumplir a rajatabla las promesas. La agenda, las obligaciones y los años convulsos que han afectado al país hicieron que el ya presidente Rajoy dejara de acudir. «El lunes fue la primera vez que vino desde que ganó las elecciones», matizan. De los gustos del líder popular poco podrán rascar los amantes de la cocina más vanguardista. Estos hosteleros de acento chulapo y maneras vocacionales saben ya que Rajoy no es de opciones extrañas: los platos favoritos del presidente cuando se sienta a la mesa de La Tasca Suprema son «los callos, las chuletitas de cordero lechal y los chipirones», efectiva mezcla entre lo madrileño y su Galicia natal. Le gusta acompañar estas alternativas con vinos que no son ostentosos: «Si venía con otra persona tomaban uno sencillo, de unos quince o veinte euros la botella, que, por cierto, acostumbraban a dejar por la mitad», explica José. Las de la tasca son comidas caseras que Rajoy tiende a culminar «con un cafecito, porque rara vez toma postre». Claro que antes de la entrada en vigor de la última ley antitabaco, el 2 de enero de 2011, el político gallego disfrutaba «fumando un puro» como punto final de la sobremesa. Lejos de ese ruido mediático que enfoca las comidas y cenas de políticos entre platos copiosos, José señala que, en su restaurante, «rara es la vez en la que se pegan un homenaje». «Es muy poco común que vengan y se pidan, por ejemplo, un cocido de primero y un bonito después; aunque don Mariano algún cocido se ha comido», recuerda divertido, mirando al techo de esta guarida que alberga murmullos de comensales satisfechos desde 1890.

El presidente no es el único personaje conocido que frecuenta este establecimiento tradicional; de hecho, la asiduidad de políticos en esta casa hace que sean muchos los que preguntan a la familia que la regenta por las costumbres de sus clientes. Una cuestión que extraña a José, pero también a su madre, gran impulsora del negocio en esta etapa, que se extiende ya a las tres décadas y media. «Son clientes normales, como cualquiera de nosotros, que comen platos habituales», aclara Dioni. El bote de las propinas de La Tasca hace tiempo que pasó de la languidez al deceso, incluso cuando la clientela es del ruedo político, pues la crisis «ha afectado a todos».

Así es el rincón culinario de «don Mariano», donde le entienden (y atienden) como a uno más, y tal vez por eso el presidente les guarda el afecto y recala allí para disfrutar de la buena mesa que también ha compartido con su esposa, Elvira.

Cien años de fama cercana

La Tasca Suprema nació en 1890 y está catalogada como un restaurante centenario, distinción reconocida por el Ayuntamiento de la capital que luce en forma de placa a su entrada. La familia Velasco, compuesta por Fernando, Dioni y José, lleva al frente de la misma «treinta y cuatro años», en los que han guardado «su esencia» a pesar de las reformas. En ese tiempo, el lugar se ha convertido en un punto obligado para políticos y artistas, espacio que han conquistado «por el boca a boca», ya que es norma del lugar no gastar «ni un duro en publicidad».

Son más de tres décadas en las que han tenido tiempo de atender a multitud de personalidades e incluso a algún personaje con más cara que currículum. «Hace unos cinco años vino un tipo diciendo que era amigo de Joaquín Leguina y que había quedado aquí con él. En la espera, se comió un plato de legumbre y uno de bonito, invitó a vino a las chicas de la mesa de al lado, fingió que llamaba a Leguina porque no llegaba a la cita y salió pitando sin pagar, de tal forma que se dejó hasta la chaqueta», recuerdan entre risas.

Claro que si las paredes de la tasca hablaran, podrían incluso añadir matices a la historia de España. Dioni, jefa de cocina, madre y esposa de los Velasco e impulsora del proyecto, afirma que allí «se oye pero no se escucha»: «Nosotros sólo servimos comida», aclara con picaresca. Y es que por sus mesas han desfilado políticos como José María Michavila, Ángel Acebes, Alberto Ruiz-Gallardón, Rafael Vera... «e incluso Luis Bárcenas», confirman. Además de artistas como José Mercé y Carlos Jean.

Más allá de las filas populares, porque de cualquier ideología vive la tasca («aquí es bienvenido todo el mundo»), rememoran cómo Gregorio Peces-Barba padre «siempre comía con su escolta, como dos amigos, y había que prepararle su merluza con la patata hervida». O su hijo, uno de los padres de la Constitución, fallecido en 2012, que «entraba a la cocina a ver el horno». También Santiago Carrillo, cuyo personal de seguridad comía a cuenta del líder comunista. Y es que la mezcla de políticos siempre se ha llevado con cordialidad entre estas paredes, si bien «nunca han llegado a juntar mesas».

Un historial que no se constriñe a la política, pues otro de los asiduos era el actor Manuel Alexandre, que llegó a entablar una bonita amistad con esta jefa de cocina que siempre le tenía preparada «su sopita».