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Artistas

Cayetano y Manzanares, la tarde en que hasta los toros bostezaron

Esperaban realzar una saga ilustre, pero todo fue soso, sin sentimiento ni brío, y destacaron más por sus kilos extras que por su faena taurina

Cayetano Rivera (de azul) y José María Manzanares (de grana y oro) en Las Ventas este jueves, donde estuvieron el Rey Emérito y la Infanta Elena
Cayetano Rivera (de azul) y José María Manzanares (de grana y oro) en Las Ventas este jueves, donde estuvieron el Rey Emérito y la Infanta Elenalarazon

Los médicos aún no se lo explican, pero Teresa, que a todo busca el porqué sin pensar en milagrerías, casi atribuyó recuperar la vista, sin segunda o tercera visión deformadora, a que ahora se cumplen once años de la muerte de su querida Rocío Jurado.

Los médicos aún no se lo explican, pero Teresa, que a todo busca el porqué sin pensar en milagrerías, casi atribuyó recuperar la vista, sin segunda o tercera visión deformadora, a que ahora se cumplen once años de la muerte de su querida Rocío Jurado. ¡Ojo con la coincidencia y la intervención divina! Casualidad o no, quienes la atienden no confiaban que la mejoría fuese tan pronto. Podían ser dos días o dos meses, pero cayó en el aniversario de la chipionera en el que no estuvo nadie de la familia. Chocante. Sólo lo meneó la alcaldesa de aquel pueblito aupado por Rocío, que la sostiene y resucita como atractivo turístico como si no fuera bastase la gastronomía de «El cojo», primo de la cantante, que se relamía con sus gambas. En un tiempo sugerí que creasen la «ruta Rocío Jurado» con el hogareño «chalé de mi abuela Rocío» camino del santuario de Regla, la zapatería de su padre y el bar de Ricardín con paredes atestadas de fotos de la cantante. Fue de sus más entusiastas y primeros «fans» junto con Juan de la Rosa y López Millán, luego convertido en su mano derecha, que recomendó comprar el huerto de «Los naranjos», donde los domingos comíamos paella, y la zona playera en la que ella siempre se bañaba a primera hora incluso antes de ser conocida.

Fue un aniversario sin respaldo de los suyos, roto el clan que tanto arropó en vida. Entonces nadie rechistaba porque la cantante corría con grandes gastos familiares. Generosa en su testamento, legó la casa principal a su hermana, el huerto recayó en Amador y tuvieron lo suyo, sobre todo monetariamente, los difíciles Gloria Camila y Josefer, al que parece que ya han internado para su tratamiento, que será el sexto intento de volverlo al buen camino ahora desdichadamente descontrolado. Suerte tuvo Rocío de no ver qué descarriados están sus niños adoptados con los que la Carrasco no tiene tratos. Y aplaudo tal postura rompedora. Gloria, que manipuladora como pocas tanto calló en vida, ahora es sorprendente portavoz. De Amador, ¡qué voy a decir!

«Hoy –por ayer por la mañana– fui a un reconocimiento y ni me puse las gafas», me comenta una alborozada María Teresa. «Veo como antes del percance aunque aún queda tratamiento. Pero ya no tengo que hacer esos ejercicios diarios de ir mirando un dedo arriba, abajo, a izquierda, derecha y abajo». Terelu y Carmen los hicieron televisivamente ilustrando con mímica. Igual que siempre, la eterna cantinela bajo un sol de casi 40 grados.

Cambiando de tema. La satisfacción, alegría y respiro se alternaban en Las Ventas con el consabido «¿a dónde vas?» habitual o casi cachondeo de los tradicionales. «A los toros», contestaron entre admiraciones frente a la réplica decepcionada: «Vengo de los toros». Iba de confrontación en los que son, más que diestros, habituales portadas del corazón, igual que sus parejas. Con Eva González, el segundo de Carmen, nunca Carmina para los íntimos, se dejó ver hace dos tardes, igual que lo hizo Cristina Cifuentes en rojo vivo que parecía un desafío. Ella no se achanta; es la sensibilidad hecha política. También ha acudido las últimas tardes el gran Morante de la Puebla. Sorprendió sentándose en cuarta fila del temible y terrible tendido 7 ya casi irreconocible en su conformidad con lo que más que toros de trapío parecen vacas en su mansedumbre. José Mari y Caye –así lo llamaban la madre que lo parió y su cuadrilla, pasando de llamarle maestro– esperaban realzar los apellidos y las sagas tan ilustres.

► «No hay billetes»

Lo hacían días después del tan silbado fiasco causado por su hermano Rivera, ahora insustancial Paquirri, nombre recuperado tarde y mal acreditado que autoadjudicándoselo por herencia no aportó nuevas glorias a España, como canta el himno de Valencia. Expectación inusitada, el «no hay billetes» desde hacía mucho, entusiasmo indisimulado ante esta pareja tan aireada en nuestro género, siempre con alguna a cuestas, aunque Cayetano es refeliz con una Eva González a la que hace un año censuré su actitud altiva ante la Prensa; no lo admitió y ahora han vuelto a reprochárselo otros colegas. Le puede el genio, no lo esconde y explota enseguida. Quizá eso conquistó al matador habituado a los cambios de su hermosa madre, un bellezón todavía no superado, como el desencanto de su triste enfrentamiento en una tarde donde el Rey Juan Carlos, de traje y corbata y junto a la Infanta Elena, fue ovacionado por su constante realce a la Fiesta Nacional, una pasión no heredada por Felipe VI ni Letizia. Nadie la imagina luciendo mantilla española como se vio a algunas, aunque no sobre la testa andaluza y morena de Eva González. El ministro Zoido ocupó el callejón del 20 y Carmen Lomana destacó como hizo Yolanda González con Vargas Llosa sin Preysler. La rubia se echa encima todo el colorido posible. Como si no bastase el bullente de la plaza, algo que no rebaja la poca casta de la ganadería Domecq en sus diferentes ramas unidas. Más que por la faena, los espadas resaltaron por tener más kilos y parecer más anchos, especialmente Cayetano, con una casi imperceptible tripita en su llamativo terno turquesa y oro. Elegante de formas sin ahondar en los bichos actuó Manzanares, que mató al primero en estocada, casi disparo de metralleta. Aplaudieron su acierto sin ganas porque todo fue soso, desangelado, sin sentimiento ni brío. Por faltar, casi ni sonó música –con lo animados que son los pasodobles toreros, me encanta «Chiclanera»– sin nada que celebrar como no fuesen los repetidos y nada escondidos bostezos del Rey Emérito mientras su hija por miedo al sol repetía el borsalino de paja habitual y su hijo Froilán se sentó bastante alejado de sus aficionados y pacientes padre y hermana.