Casa Real

Doña Sofía: La Reina ha vuelto (pero nunca se fue)

A pesar de no estar en primera fila, su compromiso con las causas que amadrina es más fuerte que nunca. La Reina Emérita sigue viviendo en Zarzuela, en contra de los rumores no bien intencionados que afirman que pasa la mayor parte de su tiempo fuera de España. Esta semana ha respirado aliviada al saber que Doña Cristina ha sido absuelta

Doña Sofía tiene una agenda muy activa que incluye actos benéficos y sociales de todo tipo
Doña Sofía tiene una agenda muy activa que incluye actos benéficos y sociales de todo tipolarazon

Doña Sofía sigue al frente de la fundación que lleva su nombre, y que este año celebra su 40º aniversario, y participa con frecuencia en diversas actividades solidarias y del mundo de las artes y la música. Además, es una abuela entregada a sus ocho nietos, a los que adora

Una vez pasados los momentos críticos vividos por la Familia Real estos últimos días, pendientes de la sentencia del «caso Noos», y después del alivio de todos y muy especialmente de la Reina Sofía al saber que la Infanta Cristina quedaba absuelta de los delitos que le imputaban, las aguas vuelven poco a poco a su cauce en el Palacio de la Zarzuela. Cada integrante de la institución de La Corona tiene su parcela específica de actividades y en ese aspecto la Reina Sofía sigue poseyendo una agenda de lo más activa.La Fundación Alzheimer, la colaboración con los Bancos de Alimentos, la atención a las orquestas infantiles de La Música del Reciclaje y otros proyectos forman parte de su calendario, aunque no tenga la misma visibilidad que antes.

Pero lo que está claro es que no para ni un momento en el cometido que se propuso hace ya muchos años y que no es otro que vivir para ser útil a los demás. Quien piense que al abandonar el puesto de primera fila que ocupaba y pasar a ser Reina Emérita iba a suponer que se iba a retirar de las actividades sociales y benéficas que desarrollaba, está muy equivocado. Su compromiso con las causas que amadrina a través, sobre todo, de la Fundación Reina Sofía, es más fuerte que nunca, ya que ahora dispone de más tiempo que cuando asumía sus deberes como cónyuge del anterior Jefe del Estado, Juan Carlos I.

Intensa actividad vital

La Reina, que sigue viviendo en el Palacio de la Zarzuela –en contra de los rumores no bien intencionados que afirman que pasa la mayor parte de su tiempo fuera de España–, despliega hoy en día una intensa actividad vital. Eso la lleva no sólo a ocuparse de sus tareas solidarias en la Fundación que lleva su nombre y que, por cierto, este año celebra su cuarenta aniversario, sino también a volcarse con la familia y a disfrutar de sus aficiones de siempre, una de las cuales, y de las más importantes, es la música. Por eso,es frecuente que asista a las salas de conciertos de Madrid para escuchar a sus compositores favoritos y ver dirigir la orquesta a prestigiosos directores, a muchos de los cuales conoce. Justamente por su compromiso con las artes y la música le fue otorgada este lunes, en Barcelona, la Medalla de Oro del Círculo del Liceo. La presencia de Doña Sofía en los teatros de ópera también es muy habitual. Prueba de ello es su reciente viaje a Valencia para asistir a la representación de «La Traviata», cuyo vestuario fue diseñado por Valentino Garavani. Al tener ese acto carácter oficial en la agenda de la Familia Real, ocupó un lugar preferente. Sin embargo, cuando asiste de forma particular a oír un concierto, la madre de Felipe VI se sienta en el patio de butacas como una aficionada más, acompañada con frecuencia por su hermana, la Princesa Irene, que pasa largas temporadas junto a Doña Sofía en su residencia.

También es habitual que comparta almuerzo con personas de su equipo o el tiempo de ocio junto a algunas amigas que mantiene. Eso sí, muy en secreto, ya que prefiere no dar a conocer su identidad con el fin de que no trascienda a los medios de comunicación. Así lo confesaba la propia Reina Emérita a los autores del libro «Doña Sofía. La Reina habla de su vida» (Aguilar de Ediciones) para acabar con la leyenda de que vivía enclaustrada en Zarzuela sin relacionarse con nadie del exterior.

De aniversario

Además de todos sus compromisos, este año tiene un cometido que la llena de gran ilusión: participar en la preparación de varios actos que conmemorarán los cuarenta años de la creación de la Fundación Reina Sofía. El más importante es un evento en el Centro Alzheimer y otro, una cumbre global sobre este mal que tendrá lugar en Lisboa. En mayo de 1977 se firmó el acto de constitución de la Fundación con la que Doña Sofía quería tener un cauce legal para poder materializar su ayuda a las personas que escribían al Palacio de la Zarzuela solicitando cosas tan básicas como una lavadora, libros de estudio para escolares cuyos padres no podían comprarlos o simplemente cantidades en efectivo para salir de una mala racha económica.

En esa línea de modesta asistencia benéfica, hecha con gran discreción y sin que traspasara los muros de Zarzuela, se mantuvo la Fundación hasta el año 1994. En esa fecha se firmó en las Cortes una Ley de Fundaciones que dio paso a una segunda fase de actuación de la entidad que lleva el nombre de la Reina Emérita. Se produjo entonces un notable cambio de rumbo de la Fundación, que optó por firmar convenios con determinadas organizaciones no gubernamentales para dotarlas con los fondos donados a la entidad de Doña Sofía. Y a partir de ese momento fueron las ONGs las que gestionaron y supervisaron los proyectos para que funcionaran de forma eficaz y correcta. Eso supuso un gran salto cualitativo y cuantitativo de la Fundación, cuyas obras traspasaron las fronteras de España y llegaron a los países más pobres del planeta, especialmente a los del continente iberoamericano.

La cara de la generosidad

Dos años más tarde se produjo un hecho que contribuyó a que se convirtiera en la imagen de la cooperación española en el extranjero al ser invitada por la Secretaría de Estado de Cooperación del Ministerio de Asuntos Exteriores a viajar a los países en los que la entonces cuantiosa ayuda española se volcaba y poner así cara a la generosidad de España a nivel internacional. La Fundación Reina Sofía seguía colaborando financieramente con muchos de los proyectos que gestionaba la Aecid (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) y contribuía a paliar los destrozos que causaban los desastres naturales de gran envergadura, como el terremoto que afectó a toda Centroamérica, el huracán Mitch y otros de carácter similar.

La imagen de la Reina Emérita en los países del corazón de África, cuyos habitantes tienen unas condiciones de vida miserables, en las aldeas del altiplano del Perú o de Bolivia, donde el sistema de microcréditos daba a las nativas la oportunidad de salir de la extrema pobreza, o en las zonas desérticas de Mauritania, que se convertían en pequeñas huertas gracias a los sistemas de riego que financiaba España, llegó a todas partes. Otro ejemplo de su labor solidaria fue la visita a Bangladesh para reunirse con las mujeres que formaban parte de los círculos creados por el llamado «banquero de los pobres», Mohamed Yunus, para dotar con pequeñas cantidades de dinero a cada una. Eso les permitía crear negocios modestos para escapar de la miseria. Estas visitas fueron también un gran gesto de respaldo de la Reina hacia los cooperantes españoles desplazados a esos territorios para gestionar la ayuda española en el exterior.

La última aventura de la Fundación Reina Sofía ha sido el Proyecto Alzheimer, dedicado a una enfermedad de la que tomó conciencia cuando vio los efectos devastadores que causaba en un familiar suyo. La experiencia provocó que pusiera todo su empeño en sacar adelante el proyecto, a pesar de las dificultades que planteaba por el alto coste que suponía. También porque Doña Sofía insistió en que no se limitara a ser un punto de atención a los enfermos, sino también un centro de investigación y lugar de formación para los profesionales que atienden a los afectados por el mal. La triple función del Proyecto como centro de día, residencia permanente y lugar de investigación ha sido un modelo a seguir en otros países, que se han inspirado en el de Madrid para construir espacios similares. Doña Sofía asiste con frecuencia a conferencias y charlas de investigadores expertos en el mal de Alzheimer que se celebran tanto en el Centro de Vallecas como en otras ciudades, la última de ellas Barcelona.

Por otra parte, colabora activamente con los bancos de alimentos, cuyas 55 sedes en territorio español se ha propuesto visitar. Hasta el momento, ha financiado la ampliación de sus instalaciones en Madrid, ha comprado un camión frigorífico para transportar el material y fue distinguida con la Espiga de Oro por ser la benefactora más veterana de los bancos que dan de comer anualmente a más de 1.300.000 personas en riesgo de exclusión social. Toda esa labor la compagina con su faceta de abuela entregada para sus nietos, ocho en total, a los que adora y mima, aunque sin malcriarlos, ya que a ella no le gustan los niños consentidos.