Historia

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El amor de «la musa de la transición»

Luis Herrero publica una novela sobre Carmen Díez de Rivera, la hija ilegítima de la marquesa de Llanzol y Ramón Serrano Suñer

Carmen Díez de Rivera murió a los 57 años (en 1999) a causa de un cáncer
Carmen Díez de Rivera murió a los 57 años (en 1999) a causa de un cáncerlarazon

Su madre era, a mucha honra, musa de Cristóbal Balenciaga. Pero a Carmen Díez de Rivera (llamada, a su vez, «musa de la Transición») no le podía interesar menos el mundo de nobleza y opulencia. Creció entre lujos y sabía moverse en ese ambiente, pero lo común era que vistiera vaqueros para almorzar en Jockey, el restaurante de la jet y los políticos de Madrid. Como jefa del Gabinete de la presidencia de Adolfo Suárez fue un personaje clave en la época, sobre todo en el esfuerzo por legalizar al Partido Comunista. Además, era tan cercana al Rey Juan Carlos que solían hablar por teléfono casi todos los días (en inglés, porque Díez de Rivera estaba convencida de que espiaban sus conversaciones). Pero más allá de sus éxitos profesionales, la clave de la historia de esta mujer es el amor prohibido que le cambió la vida.

La primera parte de ese drama ya lo contó Nieves Herrero en «Lo que escondían sus ojos», la novela en la que narra el romance entre Ramón Serrano Suñer y Sonsoles Icaza, la marquesa de Llanzol, que daría como fruto a la propia Carmen. En «Dejé de pronunciar tu nombre», el periodista Luis Herrero cuenta cómo la hija ilegítima del cuñado de Franco se enamora, sin saberlo, de su medio hermano y cómo lidia con ello durante gran parte de su vida. Sonsoles y su hija nunca tuvieron buena relación, pero la tensión se volvió insoportable cuando, después de que Ramón y Carmen anunciaran su compromiso, a la familia no le quedó más remedio que confesarles la verdad.

Herrero hace hincapié en que se trata de una novela y no de un trabajo periodístico, a pesar de la extensa investigación que realizó para escribirla. Y es que la ficción fue necesaria para rellenar los vacíos de la historia y ofrecer más detalles de la personalidad y la vida de Díez de Rivera, a la que el autor describe como una inconformista. «Ella ha dejado rastro suficiente para saber que nunca estuvo a gusto en el papel de hija de marquesa. No le gustaban los bailes, los modelitos... Esa tendencia se agudiza cuando vive su tragedia y se da cuenta de que está buscando su lugar en el mundo. Se reencuentra a sí misma en África, conviviendo con niños desnutridos. Allí adquiere conciencia social y lo combina con su inconformismo natural. De ahí sale la Carmen que conocemos», explica el autor. Tras la ruptura forzada de Serrano Suñer, Díez de Rivera viaja al continente negro para huir de la situación: «No va porque tenga una inquietud misionera, sino porque no tiene valor para suicidarse y se marcha allí donde lo más probable es que encuentre una enfermedad que acabe con ella y por eso ni se vacuna».