Casa Real

Felipe «El Primero» ya es responsable de sus actos

A las 2:38 de la madrugada del 17 de julio de 1998, Doña Elena daba a luz a un varón de 3,652 kilos. Felipe se convertía en el primer nieto de los Reyes y tercero en la línea de sucesión.

2015. Sus malas notas incitaron a sus padres a enviarle a un internado militar en Estados Unidos.
2015. Sus malas notas incitaron a sus padres a enviarle a un internado militar en Estados Unidos.larazon

A las 2:38 de la madrugada del 17 de julio de 1998, Doña Elena daba a luz a un varón de 3,652 kilos. Felipe se convertía en el primer nieto de los Reyes y tercero en la línea de sucesión.

«Es idéntico a la madre, el pobre, no lo puede...». Marichalar pronunciaba esas palabras sin calibrar su doble sentido y seguramente fueron producto de la emoción por que era un niño y por que su cuñado no tenía en esas fechas ni novia ni voluntad de tenerla. Es decir, que se vino arriba, ya que, en su imaginario, Felipe Juan Froilán suponía el eslabón que toda cadena monárquica necesita. El niño, sin ser infante, ni príncipe, «sólo» Excelentísimo Señor y Grande de España, se colocaba en el tercer lugar de la sucesión a la Corona, por detrás de su tío Felipe y de su madre, la Infanta Elena. Ése fue el momento en el que a Marichalar se le pasó por la cabeza que el sillón real podría ocuparlo su rama de la familia. Desde luego, en cuanto a preparación histórica sobre su familia política, los Borbón, no le ganaba nadie.

Aunque a Felipe de Marichalar le moleste profundamente ser noticia, que se hable de él o que le llamen Froilán, siempre será el nieto del Rey Juan Carlos y el abanderado de sus primos. El primero en todo, en cumplir la mayoría de edad, en sacarse el carné de conducir, en salir de juerga, en tener novia... y, por todo eso, no podrá evitar, aunque les pese a él y a sus padres, ser noticia. Con el añadido de que Felipe es un calco, en varón, de su madre. La Infanta Elena también fue díscola y, si podía, se escabullía para vivir la vida o «montaba un pollo». A estas alturas todo el mundo sabe que Doña Elena es conocida por su fuerte carácter. Cuántas veces trató de dar esquinazo a los guardaespaldas, cuántas veces salió de parranda, cuántas veces se enamoró, cuántas veces tuvo profesores de refuerzo porque suspendía... Felipe Juan Froilán, pues, es fiel heredero de su madre.

Unos días en Londres

Desde que llegó a España de su curso escolar en EE UU, a donde regresará en agosto, ha tenido una intensa agenda tanto con su madre como con su padre, lo que ha incluido unos días de asueto en Londres. Hoy, 17 de julio, Felipe cumple la mayoría de edad. 18 años que le permitirán decidir su vida porque no está condicionado por su apellido Borbón. Es familia del rey pero no parte de la Familia Real, se encuentra en la misma situación en la que han estado los Gómez Acebo o los Zurita. Ocupa la tercera «línea de fuego».

Cuando los Borbón llegan a la edad en que se convierten en responsables civiles de sus actos no tienen por costumbre hacer nada especial. No tienen establecido que se entreguen gemelos con escudos on un reloj de oro, o montar una fiesta en el Palacio Real. Será una celebración repartida entre sus dos familias –los Borbón y los Marichalar– y con sus amigos. Dado el carácter de «Pipe», como algunos le siguen llamando, es previsible que salga a celebrarlo con amigos, más con los compañeros del colegio El Pilar que con los del San Patricio. Que recibirá un regalazo de su abuelo el Rey Juan Carlos es presumible. Dada la afinidad que hay entre ellos, el óbolo estará acorde a su estilo de disfrutar la vida. De su padre, lo probable es que reciba algo con peso histórico familiar y de su madre, un capricho como un viaje especial o similar. Cuando la Infanta Elena se casó en Sevilla hace 21 años lo hizo convencida de que sería para toda la vida y, dadas sus ideas católicas, que sigue practicando religiosamente con misa dominical, que el fin de esa unión era tener hijos. Sin embargo, advirtió que no sería inmediatamente, algo que su padre en broma le agradeció porque le pidió que no le hiciera la «faena» de ser abuelo antes de los 60 años. La Infanta cumplió al pie de la letra el deseo paterno.

Treinta años llevaban los columpios de La Zarzuela sin ser utilizados. El 29 de enero de 1998 la Casa Real, a la que Doña Elena sí que pertenecía hace 18 años, comunicaba oficialmente lo que la rumorología sospechaba, que estaba embarazada. Ella compró ilusionada ropita azul, preparó una habitación y siguió sus clases de preparación al parto, a las que no la acompañaba su marido. Habían pasado tres años de convivencia y ya se comentaba que el matrimonio tenía sus más y sus menos.

Parto sin su marido

Dos días después de salir de cuentas, el 17 de julio a las diez de la mañana, una ambulancia partía del domicilio del matrimonio, en la calle Ortega y Gasset de Madrid, con destino la clínica Ruber Internacional. En su interior viajaba Elena sin su marido y con dolores de parto. La Infanta, que entonces tenía 34 años, se pasó el día tratando de dilatar lo suficiente para que su primogénito naciera de forma natural. Hasta las dos de la tarde no apareció Jaime Marichalar por el hospital y hasta las doce de la noche no llegó Doña Sofía procedente de Pontevedra, donde había pasado el día de viaje oficial. La Reina fue la que acompañó a su hija, sustituyendo en el trance a alguna amiga que se había prestado a acompañarla. A las 2:38 minutos de la madrugada daba a luz por cesárea a un varón con 3,652 kilos. Felipe se convertía en el primer nieto de los Reyes Juan Carlos y Sofía y rompía una estadística: hacía 86 años que una Infanta no paría un bebé en suelo español.

Como Elena era en 1998 miembro de la Casa Real, ésta emitió un comunicado: «S.A.R. la Infanta Doña Elena y el Excelentísimo Señor Don Jaime de Marichalar, duques de Lugo, tienen la satisfacción de anunciar que hoy ha nacido en Madrid su primer hijo. El bautismo del niño, que recibirá los nombres de Felipe, Juan, Froilán de Todos los Santos, se celebrará después del verano en el Palacio de la Zarzuela». El niño fue inscrito en el registro particular de la Familia Real y no en el civil del común de los mortales. Su nombre lo registró a mano un pendolista a pluma y con tinta: Felipe, por su tío, el entonces soltero Príncipe de Asturias; Juan, por su abuelo, el conde de Barcelona; y Froilán, aunque tanto le moleste, como homenaje al patrón de la ciudad de Lugo, de la que los padres llevaban el ducado y de Todos los Santos, como es por tradición en la Casa Real Española. Para ratificar la importancia del nombre del primogénito y de lo mucho que valoran Galicia, la Infanta hizo un tramo del Camino de Santiago con sus hijos Felipe y Victoria. A ellos les ha contagiado su pasión por el campo, los toros y los caballos, aunque Felipe es alérgico al pelo de los equinos, la caza y los deportes. Y, aunque le pese, Felipe Juan Froilán será para siempre Felipe, el Primero.

Un tiro en el pie

En estos 18 años nos ha dejado escenas imborrables y aunque fuera menor de edad, sin pixelar: aquellas patadas en la boda de su tío Felipe, las peleas con brochetas de chucherías en el club de vela de Mallorca, las caretas de Anonimus o las de Podemos, la cara de desesperación hablando por su móvil pegado a un ventanal del Palacio Real el día en que Felipe VI celebraba su llegada al trono, las peinetas a los fotógrafos o el susto cuando se disparó su escopeta en el pie.

Cierto que parte del carácter de Felipe Juan Froilán lo ha heredado de su madre. Son un calco, malos estudiantes, con prontos que enseguida se les pasan, rebeldes, poco constantes en lo que no les gusta y apasionados en lo que sí les agrada. Esa personalidad que nos alegra las crónicas también es producto del ambiente que le rodea. Cuando el niño tiene tres años su padre sufre un ictus del que sigue recuperándose y que condiciona la estabilidad familiar, ya de por sí complicada, y a los nueve años sus padres cesan la convivencia.

Siempre se ha dicho que los niños lo captan todo, y Felipe no parece ser una excepción. De puertas para dentro, Elena y Jaime no se llevan bien, y ponerse de acuerdo en algo o ceder posturas es complicado y los niños lo ven. De puertas para fuera, el peso mediático de la familia les provoca tensiones con los periodistas que quieren captar sus movimientos. La Infanta no siempre reacciona bien cuando ve esa maraña de fotógrafos y el niño, desde su más tierna infancia, no soporta la vigilancia de las cámaras, se siente presionado y su comportamiento, que nadie recrimina, es el de hacer pedorretas, peinetas o insultar a los periodistas. Cumple 18 años y aún le queda mucho recorrido en las crónicas sociales porque, y aunque le pese, es el nieto abanderado, Excelentísimo Señor y Grande de España por ser nieto de Rey y sobrino de monarca.