Marbella

Julián Muñoz prepara su venganza

En la cárcel de Alhaurín de la Torre lleva una vida austera, está enfermo y no quiere «ni que le nombren» a Isabel Pantoja. «Esa mujer me da mal fario», ha dicho. «Cuando salga de aquí voy a contar todo lo que ha hecho»

Babeante y sin la fuerza y prepotencia de sus años de alcalde
Babeante y sin la fuerza y prepotencia de sus años de alcaldelarazon

En la cárcel de Alhaurín de la Torre lleva una vida austera, está enfermo y no quiere «ni que le nombren» a Isabel Pantoja. «Esa mujer me da mal fario», ha dicho. «Cuando salga de aquí voy a contar todo lo que ha hecho»

María cumple condena en el mismo módulo que Isabel Pantoja en la prisión sevillana de Alcalá de Guadaíra. Se cruza cada día con la tonadillera y, últimamente, la nota muy nerviosa, demasiado, e incluso angustiada. La reclusa desvela a LA RAZÓN que «Isabel tiembla ante las amenazas de su ex pareja, porque sabe que si Julián Muñoz “tira de la manta” y cuenta toda la verdad sobre ella se le puede complicar la situación en la cárcel. Está muerta de miedo». Isabel ha comentado en su entorno que reza para que el ex alcalde no obtenga el tercer grado, porque sabe que puede descubrir cosas en público que le harían mucho daño.

Julián dejó muy claro en un programa de televisión, con el que contactó telefónicamente, que «cuando salga de la cárcel voy a decir todo lo que ha hecho Isabel Pantoja para estar presa. Al final, a todo el mundo le llega lo que se merece. No quiero ni que me nombren a esa mujer, no quiero hablar de ella. Creo que me da mal fario. Yo me volví loco a su lado, no era yo. Perdí la cabeza. No me reconozco en ese hombre. En lugar de Julián Muñoz, parecía Julián Pantoja». Le molesta muchísimo que la cantante haya dicho, por activa y por pasiva, que en toda esta historia es una simple víctima y que el verdadero culpable de su situación es el hombre al que un día declaró su amor.

Nada que ver con lo que piensa ahora Muñoz sobre su ex esposa, Maite Zaldívar, a la que califica como «una gran mujer». Por ello, la misma Maite, en conversación con nuestro periódico, asegura que «me da mucha pena el deterioro de Julián, sobre todo, porque veo sufrir a nuestras hijas al verle tan mal». Maite y Julián cumplen condena en el mismo centro penitenciario, el de Alhaurín de la Torre, pero apenas se han cruzado alguna vez en todos esos meses de presidio, ya que están en módulos separados. Maite reconoce que «coincidimos algunos domingos en misa, separados el uno del otro por una fila de funcionarios. Me duele verle así, tan hundido... No tiene nada que ver con el hombre al que conocí». Y es que parece un alma en pena, babeante, sin la fuerza y la prepotencia de antaño. La soberbia y los gestos desafiantes y chulescos ante los periodistas se han tornado en un rictus de pena y amargura.

El ex alcalde de Marbella apenas puede ya, por sus múltiples enfermedades, realizar esfuerzos físicos. Ve pasar los días con tristeza, a la espera de ese tercer grado que no acaba de llegar.

Su vida en la cárcel es muy austera, pasa horas en la biblioteca, donde prepara una especie de autobiografía carcelaria, a la que añadirá, seguramente, algún episodio sobre Pantoja.

Su pulso flojea y es que su letra es cada vez más ilegible, y a todo aquel que le pregunta por su presunto dinero oculto le asegura que es insolvente, que gastó muchos millones en contentar a la tonadillera y en «adecentar» su finca «Cantora», comprando para ella las mejores reses. Incluso se autocalifica como el «banquero de Isabel». Habla dificultosamente, se traba con frecuencia, su única alegría es recibir la visita de sus hijas. Ya no juega a las cartas con otros reclusos, va a misa habitualmente y ocupa una celda individual. Entre esas cuatro paredes se arrepiente de sus «pecados» económicos y del daño que haya podido hacer al pueblo de Marbella.

Su abogado, Antonio José García Cabrera, afirma rotundo que «mi cliente me transmite que no tiene fuerzas y que ya le queda poco, y que ello se debe a que las enfermedades que sufre se están agravando debido a que tiene un proceso degenerativo, por lo que cada día se encuentra peor, física y psicológicamente. Una persona que está en la etapa final de la vida tiene derecho a estar con su familia y morir dignamente». Por ello, continúa con los recursos para que se le conceda el tercer grado.