Artistas

Julio Iglesias siempre negó el éxito de Enrique

Julio Iglesias sube al escenario a sus hijos Enrique (izq) y Julio José (dcha)
Julio Iglesias sube al escenario a sus hijos Enrique (izq) y Julio José (dcha)larazon

Debía este suma y sigue de lo mucho que Alfredo Fraile nos contó sin acritud ni melancolía en la Peña Cuarto Poder. En nuestro refugio de Casa Lucio se reencontró, tras muchos años sin verse, con Domingo Martorell, hoy dedicado a la contratación de futbolistas. Quizá del cantante aprendió a dar patadas tras muchos años como comisario; hizo historia ahorrando a Julio el millón de dólares que exigían para devolver al doctor Iglesias tras retenerlo durante 18 días y, más tarde, ponerlo en libertad después de una investigación de película digna del Festival de Cine Fantástico adoptado en Sitges. Quedaron en llamarse porque Martorell fue contratado por el cantante como pago a su liberación. No duraron. Sobre ellos sobrevoló la sombra de la ingratitud de quien parece más truhán que señor. Qué les voy a contar tras 15 años siempre a la verita suya como enviado especial de las revistas de Antonio Asensio. Conocí a Julio envuelto en una manta de cuadros en el Eurofestival de Ámsterdam, en 1970. Lo hacía para llamar la atención. Uno de sus muchos trucos, como luego su repetido gemido «Por el amor de una mujer».

«En Lucio se siente como en su segunda casa porque su padre lo traía cuando era pequeño. Siempre pedía boquerones en vinagre». Es lo que hace Esperanza Aguirre cuando nos honra con su divertida presencia. Lo recordó el popular chef recién elegido el más popular de España entre 1.800 locales. Fraile no perdió detalle sentado ante el nada sombrío bodegón de Guayasamín de sus amigos. Julio colgaba una pequeñísima pintura, nada de los casi dos metros propiedad de Lucio, que podía verse en Indian Creek donde «La Flaca» jugaba con el dálmata Hey cuando aún era cachorro. Menda regaba con ella las palmeritas. Mirando hacia atrás sin ira, nada es lo que fue. Tristísimo para cuantos apoyamos su ascenso, en mi caso, por amor al arte. Lo único que me regaló fue un Tank Cartier de los chinos, de los que compraba con descuento en Puerto Rico. Igual hacía la Jurado, y tengo sin usar otros Cartier demodés, el mismo XXI dado a Pedro Ruiz, que no deja de ponérselo. Así uniformaba Julio a sus ligues, nunca partidario del Rolex. Clasicorro en todo. Desde «Protagonistas» lo defendí a muerte cuando España se cachondeaba de su pasividad luego aplaudida. El señorío de Fraile fue testigo:

–Me fui hace 30 años tras 15 con él. No lo aguantaba. Creyó que era un farol.

–¿Cómo lo ves? Actúa arrastrándose en sus últimas galas.

–No lo veo. Me cuentan.

–¿Por qué sigue si no se aguanta de pie?

–Porque actuar es su vida. Cantar es lo único que tiene, sin amigos ni familia.

–Pero están Miranda y sus cinco niños rubios, también Chabeli, Enrique y Julio José, al que enroló dicen que de telonero vendiendo morbo paternal en sus últimas actuaciones. No cantan juntos en ningún momento como Garland hacía con Liza.

–Nunca creyó en el talento musical de sus hijos. Chabeli era y es su preferida. A Enrique le dijo que su primer millón de ventas era por ser su hijo, lo mismo comentó con el segundo millón, y lo mantuvo siempre. Enrique lo grabó con el dinero prestado por su «seño» Elvira tras ser despedida por Julio. No le gusta su estilo, que acaso no entiende. Nunca le pidió perdón.

–Recuerdo que siempre admiró tu casa de Bel Point, donde tras el secuestro del doctor vivieron sus hijos. Los alejaron de España con la abuela Charo.

Así es la vida. Y Fraile siguió tomando arenques en vinagre, algo más suave y digerible que trabajar con el divo opacado.