Oviedo

Leonor, en la Asturias real de los Ortiz Rocasolano

Entre su familia materna, tanto a Leonor como a Sofía se las conoce por su nombre de pila. De los Ortiz Rocasolano está recibiendo las enseñanzas del mundo real, que del regio ya se encargan en Palacio.

Leonor, en la Asturias real de los Ortiz Rocasolano
Leonor, en la Asturias real de los Ortiz Rocasolanolarazon

Entre su familia materna, tanto a Leonor como a Sofía se las conoce por su nombre de pila. De los Ortiz Rocasolano está recibiendo las enseñanzas del mundo real.

Los Premios Princesa de Asturias, bien por su «juventud» –treinta y cinco años– bien porque no había más eslabón, siempre se han contado desde el punto de vista de los Borbón. ¿Cómo los vivían en Oviedo los Ortiz Rocasolano, cuando ni remotamente imaginaban que uno de ellos sería quien asumiera esa distinción?

Los Reyes Juan Carlos y Sofía aceptaron el ofrecimiento de que el título del heredero de la Corona española, el Príncipe de Asturias, fuera quien diera nombre a los galardones que en 1981 comenzaron a entregarse en Oviedo y que reconocían el trabajo de insignes personajes en diferentes ámbitos. Tenía su lógica que, habiendo nacido en el Principado de Asturias, pudieran ser conocidos por su título regio. Graciano García, director vitalicio de la Fundación Princesa de Asturias, cursó la petición y la Casa Real aceptó: «Un minuto y un folio y medio, en el que se recogían las intenciones de los premios, fue lo que duró la decisión de aceptar. Felipe tenía 10 años y Sabino Fernández Campo, asturiano y jefe de la Casa Real, estaba pensando en cómo presentar públicamente al entonces Príncipe de Asturias. La idea de la fundación y los premios encajaba perfectamente en su objetivo. Para que se produzcan los milagros hay que creer en ellos», afirma a LA RAZÓN su fundador. Así es como comenzó una historia que algunos tacharon de «locura» y por la que Graciano estuvo a punto de arrojar la toalla en más de una ocasión. «Las cosas importantes de la vida se hacen por amor y yo se lo tengo a Asturias y a la cultura, pero no fue fácil. Gracias a Dios que Sabino lo vio según se lo iba contando», asegura.

Hace doce años, una familia asturiana de clase media entraba a formar parte de esa institución y ahora el 50 por ciento de los genes de la Princesa de Asturias son Ortiz Rocasolano. De la familia materna, Leonor ha heredado el interés por conocer, de ahí las preguntas que siempre les hace a sus padres y que todos podemos ratificar en los escasos actos públicos a los que acude. De los Ortiz Rocasolano está recibiendo las enseñanzas del mundo real, que del regio ya se encargan en palacio. Es una niña sensata, más tranquila que su hermana Sofía y muy observadora, dulce, coqueta y curiosa. Aún no es consciente de su papel futuro ni de la transcendencia de los actos a los que asiste. Tampoco lo era su padre cuando acudía a esos acontecimientos, desfiles militares o posados familiares. Con la edad de Leonor, Don Felipe presenció el acto solemne de creación de la Fundación Príncipe de Asturias el 24 de septiembre de 1980. «El entonces Príncipe, que ya era muy sereno, no se daba cuenta de la importancia que tenía el acto, como seguramente le ocurre ahora a su hija», comenta Graciano García.

Aunque las dos hermanas, Leonor y Sofía, sean parecidas físicamente y compartan una envidiable relación, ambas saben que hay algo que las diferencia. Sofía no ignora que su lugar es siempre por detrás de su hermana, y no porque ésta sea la mayor. En la familia Borbón siempre tienen en cuenta los tratamientos y para referirse a la prima Elena, se habla de «la Infanta» o «el Rey», si se trata del primo Felipe.

En los Ortiz Rocasolano eso no ocurre y, es más, no les agrada ser conocidos como «la bisabuela de la Princesa» o el «padre de la Reina», porque ya de por sí ellos tienen un recorrido profesional propio y reconocible. Entre ellos se refieren a las hermanas como «las nietas», las «bisnietas» o por su nombre de pila. Eso contribuye a la labor de Doña Letizia en ese empeño por la «normalidad».

Aunque han demostrado públicamente su buena educación y que pueden seguir un acto oficial, aún no ha llegado el momento de hacer protagonista a Leonor de los premios que llevan su nombre. Y posiblemente contará con la misma preparación que tuvo su padre. «Yo supongo que harán como con el Príncipe Felipe. Un año nos avisarán de que viene y dará su discurso. En la Casa Real siempre nos dicen: “Todo tiene su tiempo y su ocasión”. Don Felipe, con 13 años, era muy responsable y cuando llegaba del colegio, le iban preparando para ese primer discurso público que pronunció en la entrega de los premios de 1981. Él lo memorizaba y lo escribía varias veces, incluso con faltas de ortografía, una “b” por una “v” que él mismo corregía», asegura Graciano García.

Leonor, de momento, no ha pisado la fundación asturiana que lleva su nombre; el próximo viernes serán los Reyes, Felipe y Letizia, y Doña Sofía quienes se alojen en el hotel La Reconquista y acudan al Teatro Campoamor. Don Juan Carlos dejó de ir cuando Felipe cumplió la mayoría de edad y tampoco acudirán ni Jesús Ortiz ni Menchu del Valle.

La familia Ortiz, incluida Doña Letizia, los han vivido «trabajando como locos y viviéndolos con intensidad en una época en la que no existía Google y había que preparar las entrevistas a base de hemeroteca. Tampoco existían móviles», así de tajante se muestra un miembro de la familia que prefiere mantener el anonimato. Cuando Doña Letizia entró a formar parte de la Casa Real, Menchu Álvarez acudió a la ceremonia del 25º aniversario, y también porque su nieta se lo pidió, pero al haberlos vivido tan cercanamente y por desear mantenerse en un perfil bajo prefiere no acudir. Sí lo hará Paloma Rocasolano. «Vivíamos los premios trabajando. Estábamos invitados a las recepciones», según el padre de la Reina, y tan sólo harán una excepción cuando Leonor acuda a presidirlos, si para entonces todos gozan de salud. El próximo fin de semana no será el más adecuado para compartir unas fabes con almejas en familia, pero una vez pasados los fastos seguro que buscan una fecha para disfrutar de la tranquilidad de Sordeu.