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Manolo Blahnik: «Tengo cerebro femenino, pero no me cambiaría de sexo»

Manolo Blahnik: «Tengo cerebro femenino, pero no me cambiaría de sexo»
Manolo Blahnik: «Tengo cerebro femenino, pero no me cambiaría de sexo»larazon

El zapatero conocido mundialmente por sus «manolos» no piensa en retirarse y confiesa que no le preocupa la moda porque no la sigue

El zapatero canario Manolo Blahnik presentó ayer su libro «Fleeting Gestures and Obsessions», como broche final al 080 BCN Fashion. Con siete décadas a sus espaldas y el reconocimiento internacional, se puede permitir decir lo que piensa y lo que quiere: «las cosas de política no me interesan nada, sobre todo cuando veo gente sucia y que no está bien de aspecto» y ese otro gran momento de la conversación cuando reconoce que tiene cerebro femenino «pero no me interesa nada cambiar de sexo por los hospitales» o cuando sale el tema de los inversores, crecimiento o ropa low cost: «Yo quiero una compañía pequeña. A mí la prostitución de venta no me interesa y ya estoy cansado de comprar cosas que tengo que tirar, quiero una chaqueta que me dure 15 años».

Vestido con un traje lila hecho a medida por su sastre de Saville Row y una pajarita escocesa, lleva 45 años viviendo fuera de su isla de La Palma, pero mantiene allí la plantación de plátanos de sus abuelos y la memoria de los primeros zapatos que hizo, concretamente a los lagartos: «Les hacía botitas y sandalias con el papel de las chocolatinas porque eran los únicos seres vivos que tenía a mi alrededor y también a mi fox terrier. Haría zapatos para perros pero para niños nunca. Mis colecciones de 200 zapatos son vómitos de ideas». Unos zapatos artesanales con telas que compra en el Lago Como. Y cada vez que alguien le pregunta por «Sexo en Nueva York» suelta un «ah», tipo «ya estamos con lo de siempre». Agradece los cumplidos pero no se reconoce en los halagos: «La fama es estúpida, además, los zapatos se tiran a la calle». Sin embargo, que los suyos tengan nombre propio le produce un gran honor aunque lo tome con ironía: «Me parece que es un nombre de bar de toreros retirados o de compañía de transportes». Dice que aún le falta por crear el perfecto y que las mujeres «nunca tendrían que haberse subido a las plataformas, es algo antiguo y destrozan la proporción. Me recuerdan tiempos horribles. Las mujeres sufren porque llevan zapatos mal hechos, los míos tienen unas hormas perfectas».

Sobre los Manolos de la Reina Letizia confiesa que «le hice los de su boda y es guapísima. Está aprendiendo una forma de vivir que no era la suya y lo hace muy bien, pero no sé qué zapatos lleva». No le preocupa la moda porque no la sigue y los desfiles los encuentra «demodé». Como es un irónico, dice que «no siguo una línea recta sino tangencial», por eso es normal que volemos por temas diversos; desde su pasión hacia Lola Flores y la copla, a los dos sitios que actúan como sus musas, El Escorial y El Prado. «Voy a esos lugares a hurgar, son fuentes inagotables de inspiración», también reconoce que Granada le vuelve loco y que España es una «sorpresa inacabable»

El canario es un apasionado del cine mudo y siente «curiosidad malsana por el español». Adora a Maribel Verdú y Ángela Molina, su debilidad, pero «el amor de mi vida es el príncipe de Lampedusa. Mi madre me leía cuentitos estúpidos porque yo tenía pesadillas, ella estaba poseída por Lorca y Machado, y cuando descubrí «El Gatopardo» maduré. He visto 50 veces la película». Como epitafio, añade que, aunque Blahnik no haga balance de su vida ni sea nostálgico porque vive el mañana y se reconozca antiguo, no piensa retirarse. Tiene clasificados unos 30.000 pares de Manolos. El diseñador quiere que se le recuerde como la persona que hizo lo que le daba la gana y fue contento.