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Margarita Vargas: «Me duele mi país, me gustaría volver allí»

La esposa de Luis Alfonso de Borbón colabora con la labor benéfica del Rastrillo Nuevo Futuro, que desde hoy y hasta el día 26 abre sus puertas en el madrileño Pabellón de Cristal de la Casa de Campo

Margarita Vargas: «Me duele mi país, me gustaría volver allí»
Margarita Vargas: «Me duele mi país, me gustaría volver allí»larazon

La esposa de Luis Alfonso de Borbón colabora con la labor benéfica del Rastrillo Nuevo Futuro, que desde hoy y hasta el día 26 abre sus puertas en el madrileño Pabellón de Cristal de la Casa de Campo

María Margarita Vargas, casada con Luis Alfonso de Borbón y duquesa bicéfala de Anjou –la otra cabeza del ducado la detenta el hijo de la princesa Beatrice de Orleáns, Carlos Felipe, es una joven alta y delgada como su madre, Carmen Leonor Santaella, pero, a diferencia de su progenitora, María Margarita, eleva sus 1,74 cm de cuerpo sobre unos zapatos de 12 centímetros con la misma soltura que se calza unas botas de montar a caballo y salta obstáculos de tres metros. Sonríe y mira con esa cautela del que no se encuentra a gusto con las entrevistas, pero accede a conversar con LA RAZÓN porque la causa, recaudar dinero para la obra social de la asociación Nuevo Futuro, lo merece: «Yo siempre les digo que ayudo todo lo que puedo, pero sin horario». Tiene una voz fuerte y rotunda, es de pocas divagaciones y esa firmeza vocal explota, con mucha educación, cuando considera que ya estamos entrando demasiado en su vida privada.

–¿La Infanta Pilar le ha cedido el testigo en Nuevo Futuro?

–Todavía no me lo ha pasado. Ese testigo está muy alto. Yo estoy aquí para colaborar y aportar mi granito de arena. Para mí es un honor formar parte de este equipo y poder ayudar en todo lo que pueda.

–¿Cuánto lleva colaborando con Nuevo Futuro?

–Desde que llegué a Madrid, concretamente hace siete años.

–¿Cómo se implica su familia con este proyecto solidario?

–Mis hijos saben lo que es Nuevo Futuro. Generalmente lo que hacemos es cocinar una gran producción de magdalenas en casa, hechas y empaquetadas por ellos, y luego un día vienen al Rastrillo para venderlas ellos mismos. Nos parece que es la mejor forma de involucrarles y que el día de mañana, si Dios quiere, sigan entrando nuevas generaciones para apoyar labores tan importantes como esta y que este año cumple su edición número 49. Me encantaría que siguieran con esta acción benéfica.

–¿Qué tal cocinera es?

–Tengo que admitir que soy muy mala, pero mi hija Eugenia, con diez años, sí que cocina fenomenal, sobre todo postres. Se moriría por ir a «Master Chef Junior».

–¿Acumula anécdotas de sus hijos vendiendo?

–Tengo muchas porque la primera vez que las hicimos nos salió cualquier cosa menos magdalenas. Hubo que tirarlas porque eran incomestibles. La verdad es que ellos esperan la llegada del Rastrillo casi con más ilusión que yo. Saber que aportan algo hecho por ellos y que les pagarán una cantidad de dinero que irá destinado a alguien que lo necesita, para ellos es lo más. Cuando eran más pequeños nos traíamos un lío tremendo con las vueltas porque devolvían lo que no era y un día mi hijo Luis me dijo: «Mamá, me han dado un billete de cinco euros» y le parecía que era muchísimo.

–¿Sus hijos tienen asumidas las donaciones, verdad?

–Sí, porque en sus cumpleaños, independientemente del regalo que les podamos hacer sus padres o sus tíos, siempre les pedimos a los amigos que por favor no nos den regalos. Yo les explico a qué destina el dinero una u otra ONG, si es para niños sin hogar o para gente que está en la calle, y luego ellos son los que eligen. Lo hacemos desde que tienen dos años y lo llevan fenomenal. Incluso creo que les hace más ilusión que recibir regalos.

–¿Le han pedido alguna vez acoger a alguien en su casa?

–No, aún eso no me lo han pedido.

–¿Por qué decidió ayudar en Nuevo Futuro y no en otra causa?

–Por casualidad. Pina Sánchez, la presidenta, conoció a mi madre y le habló de que yo acababa de llegar a España y que trabajaba para su fundación en Venezuela. Como sabía que me encantan los niños, me la presentó y empecé a colaborar. Y aquí sigo siete años más tarde.

–Hace un año la Infanta Pilar se quejaba de que eran todo señoras mayores, que necesitaban «quitarse la capa de naftalina con gente joven». ¿Ahí entra usted?

–La verdad es que tienen muchísimo mérito y son estupendas. Se las ve a primera hora moviendo cuadros, muebles, vendiendo, y yo cuando las observo me digo: «Dios mío, cómo me puedo quejar y decir que estoy cansada, viéndolas a ellas». Pero sí es cierto que desde hace unos años estamos teniendo más gente joven, por medio de Pilar Ferrari, la hija de Pina, que nos ha llevado a todas a entrar aquí. En estos siete años sí he visto esa evolución que, obviamente, se necesita, pero no porque ellas estén mayores, sino porque son muchas horas atendiendo los puestos.

–¿Qué le parece que Infantas y marquesas se pongan durante nueve días el mandil y nos sirvan?

–Algo maravilloso, un ejemplo completamente a seguir y una labor que veo fenomenal.

–¿Cómo venezolana no le molesta que en España solo se hable de su país como mecenas de Podemos?

–La verdad es que me duele mucho lo que pasa allí porque es un tema muy sensible y delicado.

–Dada su inclinación por ayudar a los demás, ¿qué hace por su país?

–Cuando vivía en Venezuela trabajaba con mi madre en su fundación. Desde muy pequeña he estado implicada. Tanto mi padre como ella siguen teniendo fundaciones en Venezuela, pero dada la lejanía ya no puedo colaborar tanto como me gustaría.

–¿Sus padres siguen viviendo en Venezuela?

–Sí, ellos viven la realidad de allí.

–¿Tiene algún familiar o amigo que lo esté pasando mal, al que le envíe comida o medicinas?

–Bueno, estamos entrando en un asunto que se desvía un poco del Rastrillo de Nuevo Futuro y la situación es muy complicada en mi país, se está pasando muy mal.

–Acaban de celebrar su aniversario de boda y su marido la ha felicitado a través de las redes sociales.

–Me hace mucha ilusión y la verdad es que me ha sorprendido porque él no se prodiga en esas cosas. Es especial cuando dicen algo bueno de tí ,y más si lo hace la persona que más quieres en el mundo. Me puse muy contenta y no me dio pudor porque fue algo bonito. Creo que las cosas bonitas hay que decirlas.

–Imagínese en el programa «Venezolanos por el mundo». ¿Volvería?

–Claro, es mi país adorado. El día que se pueda por supuesto que volveremos todos felices. Uno jamás puede decir nunca y aunque le quede mucho tiempo, claro que me gustaría volver a vivir en mi país. Soy venezolana, estoy orgullosa de serlo y lo echo mucho de menos, aunque en España estoy muy a gusto porque me han acogido súper bien. Ustedes son encantadores, con una cultura similar a la mía, y compartir el mismo idioma me ha ayudado bastante.

–¿Cómo concilia concursos hípicos, labor social, familia numerosa y marido?

–Con mucha organización. Soy muy metódica, quizá demasiado. Siempre hago listas, estoy llena de «post-it» y mis hijos también tienen una rutina marcada. A ellos también les pongo «post-it».

–Vivir en la abundancia puede generar niños malcriados, ¿cómo lo evita?

–Educo a mis hijos en la austeridad y la disciplina porque creo que es lo mejor para ellos. Son unos privilegiados gracias a Dios, pero lo más importante es ser bueno de corazón.