Museos

«No es justo que me estén acosando después de lo que hago por la cultura de este país»

Aunque las negociaciones para la renovación del depósito de su colección las lleve el Ministerio de Cultura y con Méndez de Vigo haya buena sintonía, Cervera no entiende que el ministro de Hacienda la «acose». Se siente maltratada y ha condicionado el acuerdo a que dejen de perseguirla por sus problemas fiscales

Bailarina basculando, de Edgar Degas (1877-1879)
Bailarina basculando, de Edgar Degas (1877-1879)larazon

Aunque las negociaciones para la renovación del depósito de su colección las lleve el Ministerio de Cultura y con Méndez de Vigo haya buena sintonía, Cervera no entiende que el ministro de Hacienda la «acose».

En el año en el que Mariano Rajoy fue ministro de Educación y Cultura, 1999, se llegó a un acuerdo con Carmen Thyssen para que cediese gratuitamente su colección particular al Estado español por 11 años, y así poder disfrutarla en las paredes del Museo Thyssen junto a las que el Estado le compró a su marido, el difunto barón Thyssen. Era un acuerdo con vistas a una compra futura. El Estado tenía una década para pensarlo y ahorrar el dinero necesario. Hace 16 años aún no habían nacido, por maternidad subrogada, las gemelas María del Carmen y Guadalupe Sabina. La baronesa tenía a su hijo biológico, Borja, al que el barón había adoptado y dejado en buena situación, aunque no hubiese conseguido despertar en él una afición por la pintura, o al menos no por la que les gustaba a él y a Carmen.

Pasó la década pactada y con la ministra Carmen Calvo se habló de comprar la colección, aunque según la baronesa la valoraron poco y «no quise venderla». Llegaron las gemelas a su vida y ella le planteó alquilar las obras al siguiente ministro, César Antonio Molina. En eso estaban cuando llegaron la gran crisis económica y la ministra Ángeles González-Sinde, con la que las conversaciones no llegaron a buen puerto. Aun así, les llegó a poner sobre la mesa un contrato de alquiler por dos millones de euros, que la baronesa rechazó. A eso se sumó el proyecto de Ruiz-Gallardón, entonces alcalde de Madrid, de talar árboles en el paseo de Recoletos, de ahí que tuviera a Esperanza Aguirre de aliada y, aunque la cosa llegó hasta Estrasburgo, consiguió paralizar la tala. Entremedias, y mal que bien, iban renovando la cesión de los cuadros de la baronesa.

Nuevas herederas

Cuando nacieron las gemelas, varió la situación. Ahora había más herederos. Las niñas ya no cuentan con la gran herencia Thyssen, sino con la que la madre les done. Eso condiciona la cesión: si antes podía haber seguido renovándola «ad libitum», ahora la familia numerosa demanda otros requisitos a cambio de algún reconocimiento social, como hubiera sido un título nobiliario de los que ha concedido generosamente el Rey Juan Carlos, por ejemplo, al entrenador de la selección de fútbol, a su médico o a sus amigos empresarios.

Se comenzó a hablar de compra, pero lo poco que se gustaban González Sinde y la baronesa, además de la crisis, enrareció las relaciones. Finalmente, la situación económica se interpuso definitivamente porque el Estado no tenía fondos para adquirir una colección de esta envergadura. De las renovaciones anuales se pasó a las semestrales.

La baronesa, además de verse obligada por sus problemas con Hacienda a fijar su residencia en Andorra, comenzaba a cansarse y a poner encima de la mesa otros condicionantes para renovar la cesión de su colección, que en nada tenían que ver con la pintura, pero sí con su persona y sus problemas con el fisco. Aunque las negociaciones las lleve el Ministerio de Cultura y con Méndez de Vigo haya muy buena sintonía, la baronesa no entiende que Montoro, ministro de Hacienda, la «acose». Se siente presionada y maltratada por el Ministerio de Hacienda y eso hace que ella condicione su renovación a que éste deje de perseguirla por sus problemas fiscales.

Con el gobierno de Aznar, Tita y su hijo habían disfrutado de un acuerdo especial a cambio de sus servicios culturales al Estado –les permitían estar en España más de los 183 días que se le otorgan a un residente fiscal extranjero–, pero, aunque ese convenio sigue en vigor, Hacienda no lo contempla «y está implacable conmigo. Mi colección genera anualmente 10 millones de euros de ingresos y esto Montoro no lo tiene en cuenta», nos aclara la propia Carmen.

Y para rematar el órdago, los Thyssen están convencidos de que «el acoso» a Borja es un «Lola Flores» en toda regla. Un aviso para la propia Carmen. Para conseguir liquidez, su hijo ha tenido que sacar a subasta un pequeño boceto de Goya, que su padre adoptivo le regaló por su bautizo. No es un cuadro relevante y Borja Thyssen ha obtenido el permiso de Cultura para sacar de España la obra y venderla en Londres posteriormente, el 8 de diciembre. Con ese dinero en efectivo, podrá hacer frente a sus obligaciones con el fisco y así rebajar la pena, que previsiblemente incluiría una petición de dos años de cárcel.

Acusados socialmente

Y lo peor para la baronesa no acaba aquí, ya que es posible que a ella también la acusen por la vía penal y que pidan para ella cárcel, como lo hizo la Fiscalía de Madrid para su hijo. Aunque no hay una condena en firme, lo cierto es que ellos se han sentido maltratados por el Estado, que los persigue para que abonen lo que les corresponde porque no está claro que no hayan estado en el extranjero el tiempo necesario para evitar pagar lo que nuestras leyes demandan a los residentes fiscales en España.

También se sienten maltratados mediáticamente porque se les ha acusado socialmente antes de que exista imputación. Carmen está dolida porque siente que han linchado a su hijo y, por ende, también a ella. Tita pone por ejemplo cuando Borja dimitió de su cargo en el patronato del museo Carmen Thyssen de Málaga, cuando en un pleno municipal se presentó una moción contra él por estar imputado por delito fiscal. Él se adelantó y dimitió, y eso a Carmen la dejó tocada.

Lo cierto es que, dado el buen talante del ministro Méndez de Vigo y su continuación al frente de la cartera de Cultura, los equipos negociadores habían llegado a un acuerdo bastante inédito para lo que han sido hasta ahora las renovaciones. Habían conseguido un acuerdo por tres años, en el que se contemplaba que Tita pudiera disponer con más facilidad de determinados cuadros por si los quería vender, prestar o colocar en su casa. Mientras que no ejerciera su derecho sobre los cuadros, podían seguir expuestos en las paredes del museo, pero si necesitaba liquidez, podía disponer libremente de esas obras.

Hablo en pasado porque ese acuerdo, que ha costado horas interminables de conversaciones, está aún sin firmar por parte de la baronesa «y no pienso hacerlo hasta el 30 de enero. Me he tomado este tiempo para ver qué pasa en esos días porque yo, así, no firmo nada», asegura. «No es justo que me estén acosando de esta forma, después de lo que estoy haciendo por la cultura en este país. Estoy dando a ganar muchos millones cada año gracias a toda la gente que visita mi colección y eso no lo tienen en cuenta. No es justo y me siento acosada por lo que nos están haciendo a mi hijo y a mí», explica. ¿Qué pasará en estas semanas, hasta el 30 de enero, para que Carmen Thyssen firme o no el acuerdo para renovar la cesión de su colección por otros tres años? Lo iremos sabiendo porque, desde luego, ella lo tiene claro: «No firmo nada. Y no quiero poner encima de la mesa las posibles ofertas que he recibido por mi colección. Eso no quiero hacerlo», asegura.

Hacienda le ha cambiado la vida

Carmen Thyssen cada vez viene menos a España y cuando lo hace es casi un secreto. Hacienda le ha cambiado la vida y la residencia. Andorra no ha funcionado. Al final ha sido Blanca Cuesta la que ha ganado, de momento, la partida. Borja se estableció con su madre en Andorra, pero Blanca siguió en Madrid con sus hijos porque nunca tuvo ninguna intención de vivir en esa parte de los Pirineos. Londres era su apuesta y la ha ganado. Ahora Tita puede que se plantee residir en Mónaco, aunque, de momento, sabe que «las vacaciones de Navidad las pasaremos en Suiza y luego, ya veremos».

Un préstamo de 655 obras

En 1999, la baronesa firmó con el Ministerio de Educación y Cultura, con Mariano Rajoy como ministro, un préstamo gratuito al Museo Thyssen de 655 obras pertenecientes a la colección Carmen Thyssen-Bornemisza –317 de la internacional y 338 de la española– por un plazo de once años. Las primeras se pueden contemplar desde 2004 en las salas del museo madrileño del edificio anexo al palacio de Villahermosa, que hubo que comprar para exponer la colección de la baronesa. Por lo que respecta a las segundas, se encuentran en el Museo Carmen Thyssen-Bornemisza de Málaga. A cambio de dejarlas en depósito, Tita se ahorra los costosísimos seguros y el mantenimiento. Su colección se formó con las piezas que le donó su marido para que no acabasen repartidas entre los herederos del barón. A aquellos Canaletto, Degas, Gauguin, Rodin, Matisse y Picasso, entre otros, que formaron el núcleo duro de la colección que heredó, ella fue incorporando nuevos autores, de ahí que llegaran artistas españoles, como Fortuny, Rusiñol, Sorolla, Regoyos, Anglada Camarasa o Solana. Ella continúa ampliando su ya extensa colección. De hecho, el próximo febrero tendrá lugar una subasta en Londres en la que se pondrá a la venta una obra que le interesa mucho, ya que ella tiene la gemela.