Ciberdelincuencia

Noel Bierdman, ex presidente de Ashley Madison, el más infiel de los infieles

Noel Biderman, gerente de la web de citas Ashley Madison hasta el viernes, engañó a su mujer con una estudiante a la que pagó por. su compañía durante tres años

Noel Biderman, durante una entrevista en Hong Kong en agosto de 2013
Noel Biderman, durante una entrevista en Hong Kong en agosto de 2013larazon

Noel Biderman, gerente de Ashley Madison hasta el viernes, engañó a su mujer con una estudiante a la que pagó por su compañía durante tres años

El día en que unos delincuentes robaron los archivos de Ashley Madison, una de las webs de contactos más visitadas del mundo, quedó sellado el futuro de Noel Biderman. Caía el secreto de sumario, la protección blindada de quienes cerraban citas en internet de espaldas a sus parejas. 24 millones de clientes vieron sus nombres por las corralas. Diseminados por la acera había miles de correos electrónicos, nombres de hoteles y ropa interior. La playa del silencio, la de «La vida es corta, ten una aventura», amaneció entre escombros. Y hay demasiada gente cabreada: los analistas de Dadaviz, que despiezaron los datos, concluían que el 6,3% de los canadienses y el 5,1% de los estadounidenses tenían cuenta en Ashley Madison. 179.000 clientes en Londres. 135.000 en Madrid.

Eso sí, nadie imaginaba que entre ellos figuraría el propio Biderman. «Si quisiera tener un ‘‘affaire’’, lo tendría», le había dicho el año pasado al «Daily News». Casado con Amanda desde el año 2001, padre de dos hijos, ella lo acompañaba a los platós de televisión. Ante las cámaras se regodeaban en la contradicción de ser ricos gracias al negocio del adulterio mientras subrayaban sus tendencias monógamas. Su fidelidad a prueba de bombas. «Amanda es mi gran apoyo», decía él. Ella asentía.

El problema es que el trenecito con los datos de Ashley Madison, alojado en cientos de servidores, en miles de webs, sigue rulando. Que Biderman era a la vez propietario y cliente lo destapó la web de noticias «Buzzfeed», que le atribuye numerosas relaciones extramaritales. Incluida una, de tres años, con una estudiante a la que pagaba por sus servicios. Entre julio de 2012 y mayo de 2015, Biderman estuvo liado con la muchacha de Toronto. Entre los dos firmaron 300 emails. Hubo fotos comprometidas, romance nocturno, champán y cheques. A juzgar por lo que escribían, soltaron tinta de calamar y mantuvieron in albis a sus «paternaires».

En uno de esos emails, la bella desconocida, casi al final del lío, escribe: «Hola Noel, reservé el Novotel de nuevo a las 3 de la tarde de hoy, pero voy a tener que cancelarlo. Me siento extremadamente culpable a causa de mi novio. Es muy intuitivo y casi se enteró la última vez. Lo siento. No quiero perderlo. Por mucho que necesite el dinero. Hablé con él esta mañana y mi culpabilidad me hizo imaginar que lo sabe. Ya sé que es mucho pedir, pero me pregunto si a pesar de todo podría pedirte prestado algo de dinero, tal vez 1.500 dólares... Sé que es un pico, pero te prometo que te pagaré tan pronto como encuentre un trabajo y ahorre. Amo a mi novio y no podría mirarle a los ojos si sigo con lo nuestro. Lo siento».

Biderman era multimillonario. Posaba con el dedo índice sobre los labios como un agente secreto. Creía que la fidelidad la inventaron entre los profetas bíblicos y Shakespeare con su bella Julieta y su cursi Romeo. Al «Daily News» le explicó que el adulterio «es parte del paisaje y, si despidiéramos a todos los hombres infieles de sus cargos políticos, de la dirección de sus empresas, de las pistas de baloncesto, nos encontraríamos con una sociedad muy aburrida. No podrías completar un equipo de fútbol, un gobierno o una empresa... Así que dejemos de describir a ese gente como si fueran villanos».

Noel, que afirmaba ser hijo de supervivientes del Holocausto, habló con «Vice», la revista más «cool» a este lado de Brooklyn. Nunca, jamás, cornearía a su esposa. Pero Ashley Madison tenía 124 millones de visitantes mensuales. Susurraba en el cogote de su creador. Lo invitaba a darse un garbeo por el precipicio. La voz del escándalo, orgulloso de que lo odiaran los intolerantes y los sectarios, emitía opiniones corrosivas acerca de la estabilidad y el deseo. Creía que todos excepto él estaban ávidos de liarla más allá del tálamo nupcial. Sostuvo ante los reporteros de «Vice» que si algún día a su hija la engañaba su novio correría a consolarla. Es posible que iniciativas como Ashley Madison hubieran facilitado esa infidelidad. En cualquier caso, razonó, los cuernos siempre existieron. No los creó su web. Aparte, su hija sabía que él siempre fue virtuoso.

El viernes, en un comunicado, Avid Life Media, compañía propietaria de Ashley Madison desde 2007, anunció la inmediata salida de su presidente. «De mutuo acuerdo», claro. Una medida extrema, aunque el mutis por el foro de Biderman difícilmente aliviará la soga de los leguleyos. Según Katie Bo Williams, reportera de «The Hill», un grupo de usuarios canadienses, cuyas identidades fueron reveladas por la fuga de datos, pide 578 millones por daños y perjuicios. Dice Williams que en California hay otras dos denuncias. Una más en Texas. Otra en Misuri. Acusan a Ashley Madison de haber fallado «en la adecuada protección de información sensible». Peor todavía: los ejecutivos «conocían los problemas de seguridad, pero no hicieron nada por solucionarlos». Más aún: prometían cerrar tu cuenta, borrar tus pistas, desintegrar tu nombre, si pagabas 19 dólares. Era mentira. Una trola que les habría reportado millones en ingresos, mientras los arrepentidos se imaginaban a salvo de la ira pública, lejos ya de las busconas y buscones con los que un día confraternizaron. Las autoridades, que investigan para pescar a los «hackers», temen que otros delincuentes, excitados por el turbión de sangre, chantajeen a los socios de la web. Que el hampa pida mordidas a cambio de no telefonear a la esposa o al marido. O al hijo que celebraba en un restaurante las bodas de plata de sus viejos mientras todos, cuando iban al baño, tecleaban como posesos en el móvil.

Una situación precaria para la compañía

La filtración que dejó en evidencia a millones de usuarios de Ashley Madison también dejó entrever parte de las tripas de la web de citas. Según informa Reuters, algunos documentos internos y varios emails filtrados demuestran que allá por 2012 la empresa llegó a estar a la venta, pero no se consiguió nada. Ahora, y como predijeron algunos banqueros cuando la publicación de los datos robados era sólo una amenaza, su salida a la luz dejaría un «escenario apocalíptico». Los fallos de seguridad del sistema y las millonarias demandas que llegan al buzón de Avid Life, la empresa matriz, convierten en un imposible la llegada de nuevos inversores a la compañía.