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Palomo Linares, adiós a un revolucionario

El torero de Linares fallece a los 69 años de edad tras una operación de corazón de doble bypass que le ha mantenido en la UCI desde la intervención del pasado viernes en el hospital Gregorio Marañón de Madrid

Palomo Linares se retiró del toreo en 1985 y desde entonces se dedicó a la pintura
Palomo Linares se retiró del toreo en 1985 y desde entonces se dedicó a la pinturalarazon

El torero de Linares fallece a los 69 años de edad tras una operación de corazón de doble bypass que le ha mantenido en la UCI desde la intervención del pasado viernes en el hospital Gregorio Marañón de Madrid

Logró un hito en el toreo. Nadie más lo ha conseguido hasta la fecha. Cortó las dos orejas y el rabo a un toro en Madrid. La monumental de Las Ventas en la temporada del 72. Fue la tarde del 22 de mayo ante el toro «Cigarrón» de la ganadería de Atanasio Fernández. El único que lo ha logrado en la historia de la plaza. Fue la hazaña de Sebastián Palomo Linares. Hoy perdía la vida en el hospital Gregorio Marañón de Madrid después de someterse el pasado viernes a una intervención de corazón de doble bypass. Esta vez no la aguantó.

Fue aquel niño de Linares capaz de vivir una época apasionante del toreo. Dejó los estudios a los siete años y se puso a trabajar de zapatero remendón: había necesidad en casa y así ayudaba con 25 pesetas a la semana. Su aventura, casi una odisea, empezó unos años después. Aquella noche en la que fue capaz de abandonar su casa de Linares y emprender el camino a Madrid con el objetivo de participar en la Oportunidad de Vistalegre. Un serial de novilladas que se celebraba en La Chata de Carabanchel. Con 15 años recién cumplidos y 21 pesetas en el bolsillo emprendió el viaje. Cinco maletillas partieron y sólo Palomo consiguió llegar. Con 13 pesetas como capital se plantó en Madrid con la misión de subsistir: pan y agua le mantuvieron a salvo los ocho días que necesitó para demostrar su valía. Y al noveno día resucitó y ya de la mano de los Lozano y Domingo Dominguín, que eran los organizadores de La Oportunidad, comenzó a torear. Como pudo se alquiló su primer vestido, blanco y plata, con el que tantas veces se le vería después. De becerrada en becerrada. Peseta a peseta vio la luz. Eran otros tiempos: los de la necesidad.

La necesidad

Estiró el dinero para vivir y ayudar a la familia. «Recuerdo que cuando a mis padres les dije que quería ser torero al principio se reían y luego cuando faltaba tantos días de casa se preocupaban, pero esa época era diferente. Nuestra preocupación era que la olla hirviera y no era fácil hacerle hervir», afirmó el propio torero en una entrevista a este medio.

Al poco, apenas dos años después de iniciar aquella aventura, se convirtió en matador de toros. Fue la tarde de 1966 en la plaza de toros de Valladolid. Jaime Ostos hizo de padrino de ceremonias y Mondeño ofició de testigo. Se convertiría en figura después sumando una gran cantidad de festejos por temporada en España y América. Torero de mucha personalidad dentro y fuera del ruedo. Al año siguiente, en la campaña del 67, sufrió la dureza de la profesión con varias cornadas, alguna de mucha gravedad, como la que padeció en Castellón con un toro de la ganadería portuguesa de Palha, mismo año en el que se partió el húmero izquierdo.

Ejemplo de su tremenda personalidad fue la campaña del 69, cuando junto a su íntimo enemigo Manuel Benítez «El Cordobés» se opusieron a las estrategias de los grandes empresarios que comandaban las plazas relevantes de la geografía española y monopolizaron el sector y montaron una temporada en plazas de menor responsabilidad sin anunciarse en las grandes ferias. Acabó la temporada, antes de pisar suelo americano, con 65 festejos en su haber. La revolución la habían hecho en un mano a mano con el revolucionario por excelencia Manuel Benítez «El Cordobés». La afición por los toros y por estos dos toreros bullía.

Puerta grande

Hubo que esperar a la temporada del 70, exactamente el 19 de mayo, para que Palomo Linares confirmara la alternativa en la Monumental venteña, a pesar de los muchos éxitos cosechados hasta entonces y de la importancia de su figura. Mucho se habló de esto en la época y de la dureza con la que le trató un sector de la plaza. En esta ocasión fue el maestro de Camas, Curro Romero quien ejerció de padrino de ceremonias y Juan José García Corral de testigo. Confirmó su alternativa con el toro «Presumido».

En esta temporada hizo el paseíllo en dos ocasiones y cortó tres orejas. La Puerta Grande la abrió la segunda tarde. Dos años después llegaría el polémico rabo por el que ha pasado, entre otras muchas cosas, a la historia de la plaza y de la tauromaquia.

Un año antes, en la temporada del 71, se empeñó en conseguir otro hito y lo logró, aunque lo tuviera que intentar en dos ocasiones. Se anunció en dos corridas, una de tarde y otra de noche, en la plaza de Vistalegre, en la plaza carabanchelera de Madrid donde comenzó todo. Pero la lluvia obligó a suspender el espectáculo nocturno y volvió a anunciarse casi un mes después, el 19 de junio, y en esta ocasión y como muestra de su solvencia mató hasta el sobrero.

Toreó mucho en la década de los 70 y el 7 de junio de 1985 decidió cortarse la coleta en la plaza de toros de Granada, pero como les pasa a muchos toreros no fue de manera definitiva y en la temporada de 1993 reapareció para participar en una veintena de festejos y otros tantos al año siguiente. Desde entonces, participó de manera puntual en distintos festivales. «Nunca me he retirado, dejé de torear», manifestó en más de una ocasión.

Compartió su pasión por los ruedos con su afición infinita por la pintura, a la que dedicaba muchas horas y más desde su retirada. Hace cuatro décadas que vivía en su finca de Aranjuez «El Palomar» y desde el 77 comenzó a mostrar su pintura en diversas exposiciones. Participó en divesas películas como «Nuevo en esta plaza», estrenada en el año 1965, pero sus prioridades emocionales siempre las tuvo claras: «Hacer cine es un arte, pintar es un arte, igual es un sacrilegio lo que digo, pero para mí el arte más puro de todas las artes es la tauromaquia. En el cine si te equivocas dicen corten y se vuelve a empezar; en el lienzo, si las cosas no van como quieres se pueden corregir; en el toreo no existe rectificación, tienes que trasmitir tu inspiración a un señor que está sentado en una piedra y ha pagado por ello», afirmaba a este diario. Torero siempre, Palomo Linares.