Carmen Sevilla

«El miércoles vi a Carmen. Se rió cuando le dije que la llevaría a Marbella»

Carmen Sevilla, en una de las últimas apariciones antes de hacerse pública su enfermedad
Carmen Sevilla, en una de las últimas apariciones antes de hacerse pública su enfermedadlarazon

Moncho Ferrer la ha acompañado desde que le detectaron alzhéimer. Tras su ingreso en el hospital, la ve «muy animada».

Los más agoreros aseguran que Carmen Sevilla se está «apagando lentamente», pero, según fuentes muy cercanas a su familia, la vida de la artista prosigue con una cierta «normalidad», dentro de la gravedad de su alzhéimer, en la residencia geriátrica Sanyres de Aravaca (Madrid). El pasado lunes sonaron todas las alarmas al enterarnos de que tuvo que ser ingresada urgentemente en la Clínica Quirón de Pozuelo a las doce y media de la mañana, por un problema de deshidratación y una infección de orina. Dos días más tarde, la situación se había atajado, le dieron el alta y era devuelta en ambulancia al centro en el que reside desde marzo de este año.

Su hijo Augusto es quien decide quién puede visitar a su madre, y son muy pocos los que han podido estar con ella en los últimos meses: su hijo, su hermano y escasos amigos, como el fiel Moncho Ferrer, incondicional de la Sevilla desde hace más de cuarenta años. Augusto afirma que «mi madre está en buenas manos y muy bien cuidada. Agradezco vuestro interés por su estado de salud, pero ya sabéis lo poco que me gusta hablar de nuestra vida privada». La procesión va por dentro, y no quiere auspiciar tremendismos.

Por su parte, Moncho, que pasó la tarde del miércoles en la residencia, nos desvela: «Vi a Carmen muy animada, dentro de su enfermedad, la encontré mejor que una semana antes, sigue siendo una mujer muy guapa y está muy bien cuidada. Tiene una habitación muy bonita para ella sola, con un buen baño, televisión, con las comodidades de un hotel. Digan lo que digan, tiene buen aspecto. Estuvimos hablando, le dije en broma que la iba a llevar a Marbella, y se puso a reír. Son conversaciones muy sencillas y fáciles de entender... Con lo que yo la quiero, me duele verla así».

–Ya no reconoce a nadie...

–A mí, sí, y me llama Monchito. Sé que puede ser sorprendente, pero no te miento. Será porque no he dejado de visitarla cada semana desde que empezó con lo del alzhéimer. Han sido muchas horas juntos...

–¿Qué dicen los médicos sobre su reciente infección y deshidratación?

–No pregunto nada. Me limito a visitarla e intentar que pase momentos felices conmigo.

–¿Tienes contacto con Augusto?

–Hablamos de vez en cuando. Ayer mismo lo hicimos. Y me demuestra que quiere muchísimo a su madre.

Una de las mejores amigas de la actriz, la periodista Paloma Gómez Borrero, cuenta con tristeza a LA RAZÓN que me han dicho que «Carmen está muy deteriorada, tuvo esa infección de orina... Pero los médicos temen que ese proceso infeccioso, como es latente, pueda repetirse. Y lo de la deshidratación es porque no quiere comer ni beber. La enfermedad del alzhéimer sume al que la sufre en el olvido, no se levanta, no conoce a nadie, ni tan siquiera se acuerda de que tiene que alimentarse, es como si dejara pasar el tiempo sin enterarse de lo que ocurre a su alrededor».

–¿Has podido verla?

–No, ni tampoco tengo contacto con su hijo. De lo poco que me entero es por amigos comunes. Me da mucha pena su situación, porque siento un enorme cariño hacia ella. Su madre sufrió su misma enfermedad y murió en el 2004 a sus noventa y nueve años en una residencia. Carmen tiene 84 y espero que viva muchos más...

En el entorno de la que fuera una de las artistas más queridas de este país, no se entiende el secretismo que acompaña a la vida actual de Carmen. Ni tan siquiera sus amigas de toda la vida, Marili Coll, María Rosa... están al tanto de la realidad que rodea la vida de Carmen. Un antiguo amigo, que prefiere permanecer en el anonimato, se queja del «oscurantismo y de la escasa información que nos dan de Carmen. Somos muchos los que querríamos visitarla aunque no nos reconozca. El cariño que sentimos hacia ella es muy grande. Pero no nos permiten las visitas y cualquier día se nos muere, y ni nos vamos a enterar de donde será su entierro».

La última vez que pudimos hablar con ella, hace ya más de dos años, Carmen tenía la ilusión de que se hiciera una mini serie televisiva sobre su vida: «La idea me gusta mucho, porque he trabajado durante décadas y valoro el cariño que tiene la gente hacia mí. Sería muy bonito que esa serie se hiciera realidad». La idea queda en el aire, a ver si alguna cadena o productora se hace eco de este deseo de la artista y la serie se convierte en una próxima realidad.

Persianas cerradas a cal y canto

La última casa que ocupó Carmen es un espacioso piso de ciento cincuenta metros cuadrados en el Paseo del Pintor Rosales, frente al parque en el que puede contemplarse el majestuoso templo de Debod. Hoy, sus ventanas están cerradas a cal y canto, y parece ser que Augusto ha decidido iniciar una serie de reformas internas para mejorarlo. Todavía no sabe si vivirá en él en el futuro o lo pondrá a la venta. En esa zona tan exclusiva, el valor de mercado de un piso de este calibre puede rondar el millón y medio de euros. También existe la posibilidad de dividir el inmueble en dos apartamentos. Porque, inicialmente, lo que hizo la artista fue adquirir dos pisos de setenta y cinco metros cuadrados cada uno, hacer obra y convertirlo en uno más grande. Todavía recuerdo el día en que fui a entrevistarla y ella ni sabía que frente a su ventana se encontraba el templo de Debod. Cuando hicimos las fotos le descubrimos ese incomparable marco del antiguo Egipto, y se mostraba asombrada ante lo que tenía delante. Y eso que llevaba ya seis meses instalada en el piso.