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El triunfo de la instantánea del «yo»

La Razón
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Compartir. He aquí el verbo que ha finiquitado el trabajo de los paparazzi que suministraban gasolina a las revistas sensacionalistas. Si los famosos comparten sus fotos íntimas en las redes sociales, ¿qué función cumple el fotógrafo furtivo a la caza de una exclusiva? Instantánea, adjetivo que antes se aplicaba a las fotos y que hoy se ha convertido en un efecto veloz para compartir desde lo más privado a lo más público de nosotros en internet. El «selfiematón» de las «celebrities» no requiere mediador entre la imagen o el vídeo que proyecta y el lugar donde la exhibe: Instagram o Facebook. El móvil es el dispositivo que vigila cuanto hacemos y queremos compartir en las redes, a las que todos tienen acceso mediante ese ojo vigilante que es la cámara del teléfono. Hoy todos son fotógrafos de su realidad, a la que dan forma con un exhibicionismo narcisista que inunda de «selfies» las terminales de la red. El famoso es quien mejor difunde su propia imagen y la comparte con sus seguidores, y logra millones de clics ofreciéndoles de regalo fotos de su intimidad. Si las Kardashian se remodelan el cuerpo, son ellas mismas las que ofrecen a sus millones de seguidores los resultados en vivo, sin mediación. ¿Quién puede competir con tales exclusivas? Al reducir considerablemente el campo de acción de los paparazzi, vuelve a quedarles esa zona oscura en la que los famosos esconden sus secretos inconfesables, cubiertos antaño por las revistas del morbo como «Confidential», repleta de rumores escandalosos que corrían por las cloacas del Hollywood de los años 50. Un problema añadido es la visibilidad de los famosos, que ya no ocultan su condición, a excepción de las perversiones que nunca aparecen en las redes sociales, pero que se anuncian después del éxito de «50 sombras de Grey», aunque los «sexting» de contenido erótico de famosos acabarán llegando a las redes, no por millones de euros sino por millones de clics. Para más inri, la cámara del móvil o del Ipad ha convertido a cada usuario en un paparazzo que vigila como grandes hermanos el espacio público y privado para dar caza al Pokémon o al famoso que trata de pasar desapercibido. Cazado, fotografiado y colgado de la red pública antes de que llegue el reportero y lo fotografíe con su potente teleobjetivo. A los paparazzi no los ha matado Instagram, los han sustituido millones de usuarios que vigilan con sus cámaras móviles todo cuanto se mueve, ya sea famoso a la vista o terrorismo yihadista, y lo cuelgan sin pasar el filtro de ningún editor. Es el triunfo de la instantánea del «yo» compartida en tiempo real.