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Bertín Osborne: «Hay temas que me cabrean y me caliento, soy de mecha corta»

Es lo que vemos. Sin doblez, ni artificios, ni aditivos. Es el bendito culpable de haber reflotado el formato de entrevistas en televisión. Por su casa y su cocina han pasado personajes de la talla de Rajoy, Casillas o Alejandro Sanz. Aún se le resisten otros como Felipe González y Julio Iglesias

Bertín Osborne
Bertín Osbornelarazon

Es lo que vemos. Sin doblez, ni artificios, ni aditivos. Es el bendito culpable de haber reflotado el formato de entrevistas en televisión. Por su casa y su cocina han pasado personajes de la talla de Rajoy, Casillas o Alejandro Sanz. Aún se le resisten otros como Felipe González y Julio Iglesias.

En su casa se han realizado las confesiones más insospechadas. El secreto para lograrlo: una charla distendida, una copa de vino y un fogón con tendencia a resistirse. Hoy le toca responder a él.

–Menudo añito de curro. ¿Se esperaba semejante éxito con un programa sin rarezas, ni sofisticaciones, simplemente dos personas hablando?

–No me ha pillado por sorpresa. Llevo años haciendo televisión y casi todos los programas que he hecho han sido un éxito. A lo mejor ha llamado la atención el tipo de programa, porque aquí los personajes no son invitados que vienen a la tele, la mayoría son amigos que recibo en casa, o que me invitan a la suya y pasamos el día juntos.

–¿Por qué aceptan su invitación personajes inaccesibles, e incluso algunos le abren las puertas de su casa?

–Porque saben a lo que vienen. Nosotros nos sentamos a charlar de la vida, de las cosas importantes que han vivido... Yo no soy entrevistador, ni los someto a un tercer grado. Además, no soy nada cotilla, no me meto en determinados temas y ellos vienen confiados; se sienten cómodos.

–¿Lo mejor de su programa está en las pausas?

–El programa es tal y como se ve por la tele. Desde que el invitado llega hasta que se va casi no se corta. Pasamos del sofá a la cocina y de la cocina al comedor. No hay trampa ni cartón.

–¿Cómo logra ese clima de complicidad y empatía, con políticos, con deportistas...? –pensaba en todo lo que le contó Pepe Navarro...–

–El clima se consigue estando en casa y no en un plató, con una charla tranquila y con una copita de vino... (risas). En el caso de Pepe, además, se suma que el tío es un comunicador de toda la vida y sabe muy bien cómo manejarse y cómo contar las historias.

–¿Ya ha conseguido cerrar a Felipe González para la próxima temporada?

–Yo llevo pidiéndole que venga al programa desde que empezamos. Siempre me dice que sí, que sí, pero luego nunca me da fecha.

–Y siendo amiguete de Julio Iglesias, ¿por qué no le invita a su casa o se va usted a la de él?

–Julio es otro al que llevo invitando desde hace mucho... ¡Pero ahora resulta que me tiene miedo! (risas). Yo seguiré intentando convencerlo y creo que antes o después caerá, porque se lo debe a su país.

–¿Con quién no compartiría mesa?

–Hay unos cuantos con los que me lo pensaría, pero Maduro directamente se puede quedar con la mesa puesta esperándome, porque no tengo nada que compartir con ese señor.

–¿Qué le pasó con el Goya y con Lolita?

–Antes de ir a casa de Lolita me dijeron que tenía que pedirle que me enseñara el Goya. Y claro, yo desde que entré en su casa estaba mirando las paredes buscando un cuadro, hasta que me enseñó el Goya, pero a la Mejor Actriz.

–Después de tantos programas, ¿no se le ha ocurrido aprender a cocinar o ya lo da por perdido?

–Yo en la cocina soy un desastre... Solo he aprendido a hacer las papas con choco que me enseñó la madre de Paco León. Tengo mirado un curso de cocina para hacerlo, lo que pasa es que no tengo tiempo. Quiero preguntar a ver si vienen a dármelo a casa.

–Dicen que a los invitados les echa un culín de vino mientras usted se pimpla la botella. ¿Cuántas caen por programa?

–Yo siempre he sido de buen comer y de buen beber. No concibo una buena conversación sin jamón, queso y una copa de vino, o las que sean... Es que luego estamos tan cómodos que no nos damos ni cuenta. Hasta cuando vino el presidente, terminamos con el Albariño entre los dos.

–¿Es verdad que dejará su sofá para embarcarse con Calleja en una aventura? ¡No me lo creo!

–Lo voy a hacer por fin, lo estoy deseando. Jesús lleva un tiempo persiguiéndome para que vaya a su programa y ahora que he conseguido sacar algo de tiempo voy a aprovechar. La verdad es que me apetece muchísimo porque soy un amante de la naturaleza y me trago todos sus programas. Lo que pasa es que Jesús está zumbado y sabe que yo tengo vértigo, así que a ver cómo termino... Además, es un tipo estupendo. He estado en León grabando en su casa, con su familia, y aparte de reírme muchísimo, he alucinado con las historias que ha vivido y con su vida personal ¡Si resulta que ya es abuelo por partida triple! La verdad es que es de los personajes que más me han sorprendido.

–¿Por qué hace tantas cosas: discos, teatro, tele....?

–Yo no sirvo para estar sentado sin hacer nada. Si con todo lo que hago, en cuanto he sacado algo de tiempo, ¡en vez de descansar he aceptado lo de Calleja para irme con él por ahí! A mí es que me va la marcha.

–Se dice que en este país hay más tontos que botellines, ¿uno más, y nos caemos todos al mar?

–España me parece un gran país. Tenemos mucha suerte y yo puedo afirmar que hay más gente válida y buena que lo contrario. Pero sí es verdad que las nuevas generaciones que vienen me dan mucho miedo. El otro día escuché en un programa de radio cómo le preguntaban a universitarios y no sabían lo que era el Muro de Berlín. ¿Es que estamos locos?

–¿Cuánto tiene usted de inconsciente y de impulsivo?

–Yo llevo toda mi vida diciendo las cosas como las pienso, no sé qué puede tener eso de inconsciente. ¿Impulsivo? Pues a lo mejor sí, porque hay temas que me cabrean mucho y me caliento muy rápido. Soy de mecha corta. (Risas)

–Hablemos de su disco: «Va por ellas». Canciones con nombre de mujer interpretadas junto a una «big band». ¿Es cierto que en cada concierto lleva poco menos que «el circo mundial»?

–Llevaba mucho tiempo queriendo llevar una «big band» en mis conciertos. Empecé a hacerlo con el disco anterior, con «Crooner», y funcionó tan bien que decidimos continuarlo con éste. Es un gustazo para mí como cantante rodearme de tantos músicos. Es que no tiene nada que ver con un concierto normal.

–Sus gustos musicales miraban a América, sobre todo al country. ¿También a los «crooners»?

–Yo desde chico siempre he sido un apasionado de la música country, incluso he llegado a componer canciones de country en inglés. Pero cuando se me presentó el reto de hacer «Crooner», lo disfruté muchísimo.

–¿Ha pensado en montar una Rat Pack? ¿Quiénes serían su Dean Martin y su Sammy Davis Jr.?

–No sé con quién la montaría, pero últimamente he tenido el gustazo de subirme a un escenario con gente de la talla de Plácido Domingo, Carlos Baute o Franco de Vita, pero con quien más veces he cantado ha sido con mi hermano Paco (Arévalo), pero no lo veo yo de Dean Martin.

–De chaval estuvo internado en el Alfonso XII, ¿sabe que decían, en su época, que era un centro con disciplina sajona para niños de buena familia? Y creo que los castigos de los agustinos eran muy sofisticados.

–A mí los agustinos nunca me castigaron. La verdad es que no tengo más que buenos recuerdos de esa etapa y de aquel colegio.

–Por cierto, ¿cómo es eso de vivir en el monasterio y recorrer esos claustros de noche?

–Hombre, vivir en un ala del monasterio tenía mucho encanto, pero lo mejor de todo era que había un organista –por supuesto monje–, considerado el mejor de Europa, y muchas noches daba unos conciertos bestiales. Recuerdo estar en la cama escuchando aquello y, de verdad, era música celestial. Era muy impactante.

–Le presupongo un hombre de fe. ¿Qué opina del Papa Francisco?

–Yo estoy un poco dolido con el Papa actual, la verdad. No me gustó nada eso de que fuera a Venezuela a bendecir a Maduro.

–¿Qué es lo que más le preocupa a un tipo como usted que parece tomarse la vida con buen tono?

–A mí me preocupan los míos. Quiero que la calidad de vida de mi hijo Kike sea la mejor posible, igual que la de otros niños en sus circunstancias, que es por lo que luchamos desde la Fundación, intentando ayudar a gente que no ha tenido la misma suerte que yo. También me preocupa que mi hijo Carlos estudie, que mis hijas y mi mujer sean felices... Con eso cubierto, el resto de cosas no me quitan el sueño.

–¿Es verdad que se le ha pasado por la cabeza meterse en política?

–Sí, es cierto que me lo han propuesto, y me lo he llegado a pensar, pero no me veo yo a estas alturas de la película metiéndome en política. Hay que estar muy preparado.

–¿Qué lee un tipo como usted? ¿Qué aficiones tiene cuando no trabaja 14 horas al día?

–No me queda tiempo más que para estar con la familia. Y a veces ni eso... Pero, cuando puedo, me gusta sobre todo leer. Por la noche soy incapaz de irme a dormir sin hacerlo, es algo que me viene de familia. Todos leemos. Somos descendientes de Fernán Caballero y nos llamamos Böhl de Faber de apellido. Además, mi bisabuelo fue miembro de la RAE. ¡Lo habremos heredado! Por ejemplo, me acabo de comprar en una subasta los «Episodios Nacionales» completos de Pérez Galdós. ¡26 tomos de una edición de 1920!

–¡Guau!

–Calla, calla, que acabo de encontrar una edición de las obras completas de Blasco Ibáñez de 1927 que voy a comprar también. Me hace mucha ilusión. Ahora me acabo de leer «La tumba de Trajano», de Santiago Posteguillo, que me apasiona cómo escribe, pero la verdad que me encanta la novela histórica.

–Dígame algo de Trump...

–Creo que es un provocador nato. El tío ha llegado al poder por tener esa imagen que todo americano quiere, la del hombre exitoso que ha cumplido el sueño americano y, ahora que ha conseguido ser presidente, hace lo que le da la real gana. Me parece un despropósito de señor, como cuando suelta las barbaridades que salen por su boca sobre el cambio climático, por ejemplo. Eso son cosas que antes no se sabían, si no, seguro que no lo hubieran votado.