Cecilia García

Chenoa: «Soy persona de pocos amigos y muchos conocidos»

A lo largo de los años se ha ido quitando capas como una cebolla. A los que la veían como una persona distante, muy segura de sí misma y dada a pocas bromas les ha desmontado estas etiquetas

Chenoa
Chenoalarazon

A lo largo de los años se ha ido quitando capas como una cebolla. A los que la veían como una persona distante, muy segura de sí misma y dada a pocas bromas les ha desmontado estas etiquetas.

Es una mujer directa, que no se anda con recovecos verbales para decir lo que pretende. También impone, porque sí que parece, como dice su canción, que cuando los demás vamos, ella ya viene de allí, sobre todo cuando hablamos de ella. Tiene carácter, que no mal carácter, y lo demuestra. Ha arrastrado algún sambenito como que es distante. Sin embargo, este año, gracias a su aparición como jurado en «Tu cara me suena» y su colaboración en «Zapeando» se ha descubierto a la Chenoa más desinhibida.

–¿La Chenoa que estamos viendo en la tele es la más auténtica?

–En la mayoría de las entrevistas es difícil que la gente te vea como uno es. Al final terminas hablando del trabajo, que es un poco más serio, y cuando te relajas y te muestras más divertidas se acaban. Sin embargo, en un programa de televisión la dinámica es distinta. Tanto «Tu cara me suena» como «Zapeando» se emiten en directo y el público descubre que puedes tener sentido del humor. Ha sido una oportunidad para ver cómo soy pero sin forzar mucho, con naturalidad.

–Voy a intentar no preguntarle sobre reptiles, ni serpientes, ni cobras...

–A estas alturas, me da igual. Si usted quiere...

–Pues empecemos. Este año hemos descubierto su capacidad para reírse consigo misma, reviviendo el momento chándal y el de la cobra...

–El humor ayuda a filtrar lo que te sucede. Así se evita entrar en el pozo de la maldad, un sitio que desconozco porque no existe en mi vida. No voy a permitir que nada me provoque ni la más mínima ansiedad ni a mí ni a los míos. Dudo que a una niña de 26 años, si le hubiese pasado lo mismo que a mí, lo hubiese gestionado de esta manera. Habría dicho: «¡Dios mío!, están hablando de mí y de una cosa que no ha sucedido». Luchar contra Goliat es complicado y los medios sois Goliat, por lo que pensé: «Vamos a reírnos un poco de esto, por favor».

–Una estrategia inteligente.

–Hay que emplear la energía en las cosas que merecen la pena, pero también pienso que hay que empezar a reflexionar a quién estamos haciendo daño y por qué. No escribo en un periódico y estar desmintiendo todos los días las cosas que dicen de mí... Me da pereza. Siempre me he llevado muy bien con los medios porque no me meto con ellos y para mí son importantes. En la mayoría de los casos me echan un cable y otras me las como con patatas. No me queda otra.

–En algún momento ha pensado: «¿Por qué a mí?».

–Las etapas buenas y malas son bien recibidas, ya que he aprendido un poquito de todas para llegar hasta donde estoy. Nunca quitaría un eslabón de la cadena. Este está siendo un año fantástico para mí y, en este momento de subidón, tienes que agradecer hasta lo malo.

–No se puede quejar porque encima casi le toca «El Gordo»?

–¡Es verdad! Ya casi ni me acordaba... Hubiese sido la caña. Compré un décimo en la administración dónde tocó. Es más, le dije a los periodistas que me acompañaban: «Comprad aquí que os va a traer suerte». Y no me equivoqué. Cosas del destino.

–Pero le daría un poco de rabia, ¿no?

–Hombre, estar tan cerca... Tampoco es que juegue mucho, la verdad. Solo en Navidad.

–Debe ser difícil ir quemando etapas a la vista de todos.

–Claro. Hay un punto de exposición muy brutal, pero luego utilizas las herramientas que te va dando la experiencia. Para eso necesitas tiempo y justamente lo que la gente no tiene es paciencia. Tampoco la tuve yo en su momento. Ahora, cuando me noto muy negativa manejo las situaciones de otra forma.

–Bueno, ahora no se puede quejar... Le halagan mucho, ¿cómo lo recibe?

–Va por épocas. Los llevo bien, aunque me dan un poco de vergüenza. Estoy más preparada para la pelea aunque en estos momentos tengo más temple. Ahora si se meten conmigo me da igual, a no ser que sea una crítica constructirva. Las otras, las identifico rápidamente, como si tuviese un radar. Lo que sí que es verdad es que a medida que pasan los años hay más ventanas en que se pueden meter con cualquier persona de forma anónima, lo que es una cobardía.

–Se refiere a Twitter, claro.

–Sí, aunque tengo que reconocer que no soy carne de insultos como otros colegas. Quizá porque me presento de una manera muy normal. No impongo mi manera de ser. Yo me presento y a partir de ahí tú eliges. También hay que tener cuidado con los «tuits» que publicas. Yo no tengo un «community manager». Las llevo personalmente y lo considero un arma más de información para mis fans.

–El otro día conocí a Rosa. Me gustó mucho porque mira a los ojos y es muy tocona, algo que me parece fundamental en cualquier tipo de relación. ¿Usted también lo es?

–Es cuestión de química. Soy una persona de muy pocos amigos y muchos conocidos. No profundizo mucho en la vida de los demás. Puede parecer duro pero el poco tiempo que tengo se lo dedico a las personas que me interesan. No me gustan las amistades instántaneas, no las concibo. La palabra amistad tiene un significado muy potente por lo que hay que macerar las relaciones y, sobre todo, demostrar esos sentimientos.

–Su disco se titula «Soy humana». ¿Lo considera una declaración de intenciones?

–Hace diez años saqué al mercado «Soy mujer» y lo he titulado así porque ya no necesito reivindicar mi femineidad. En ocasiones estamos tan sobreexpuestos que se pierde el punto de donde empieza la persona y termina el personaje. Con tantas redes sociales, como decías antes, perdemos esa gracia de mirarnos a los ojos.

–¿De donde saca tanta energía en el escenario?

–Siempre estoy a examen y me gusta. El compañero que no lo conciba así tendrá una carrera muy corta, porque en este negocio lo que vale es la perseverancia. Por eso nunca desdeño los conciertos gratuitos. Vienen a ellos personas que quizá nunca pagarían por acudir. Son una prueba de fuego porque tienes que gustarles y que vean facetas que a lo mejor no conciben en mí.

–¿Suele interactuar mucho con el público?

Muchísimo. Puede haber 20.000 personas pero veo los gestos de los que están hasta en la última fila. Ese es el contacto que el artista no debe perder. Aunque tú estés en el escenario con la banda no quiere decir que no esté pasando nada abajo. Todo lo contrario.

–Es también muy desafiante. Les provoca mucho.

Es lo que la gente espera. La locura en la música es muy importante.

–Y le gusta seducir sobre el escenario, como si fuese un cortejo.

Eso no lo sé. De lo que estoy segura es que primero me tengo que creer las letras para transmitirlas. No parto de la superficialidad de intentar convencerte sin que yo no esté convencida. Con la falsedad no trabajo. Y cuando veo que el público se pone duro, yo me envalentono más. No me echo para atrás.

–La hemos visto en «Tu cara no me suena como jurado», colaborar en «Zapeando». Parece previsora al buscar caminos alternativos a la música.

–Está muy bien salir de la zona de confort, hay que buscar dónde está tu límite. Uno no se puede quedar solo en lo que sabe hacer. Me han ofrecido otro tipo de oportunidades y no las voy a despreciar.

–A mí me da la impresión de que se exige demasiado a sí misma.

–Puede chocar lo que te voy a decir, pero yo me he casado con mi trabajo y lo tengo muy claro. No tengo tiempo para otras cocas, ni tampoco lo quiero. Estoy encantada.

–Televisión Española está preparando el regreso de «Operación Triunfo», pero me da a mí que se ha perdido la magia. Ustedes no sabían lo que estaba pasando fuera. En ese sentido, eran muy vírgenes mediáticamente.

–Eso se pierde en casi todos los «realities», da igual el concepto del que se parta. Lo bonito de la primera entrega es que se vive una incertidumbre que es muy bonita y engancha al público, porque tampoco sabe lo que va a ver. «OT1» es único. Lo que venga después... No sé si los aspirantes vienen con la lección aprendida o no.

–Ya que es jurado de «Tu cara me suena» podría ser la directora de la Academia.

–No, sería muy sargenta porque soy muy perfeccionista. Y menos ahora, que la gente me percibe como soy, más simpática.

–Eurovisión, tema espinoso donde los haya tal y como le va España. Ahora ningún cantante con una trayectoria profesional se atreve a ir. ¿Usted que haría?

–Me molaría, pero tendría que ser con una canción que me convenciese porque soy yo la que va a interpretarla. Y no sé si eso sería así

–¿Está preparada para que a alguna de las concursantes de la nueva edición de «OT» la denominasen «la nueva Chenoa»?

–Sería un honor. Si a mí me comparasen con alguien que me gusta sería estupendo. Yo he bebido de fuentes diferentes para encontrar mi propio estilo. Me gusta Aretha Franklin, Ella Fitzgerald, Nina Simone... Todo su legado lo he llevado al pop, pero mi inspiración viene del jazz. Me gusta más la música anglosajona, pero escuché a Luz Casal en su momento y Alaska me encanta.

–Vamos poniendo etiquetas: Chenoa, la dura, la que se esconde detrás de un caparazón. Yo lo que creo es que es muy práctica.

–Es que en esta vida hay que serlo. Sobre todo no mareo a la gente. Conmigo siempre lo tienes claro, te guste o lo contrario, pero no soy ambigua para que puedas pensar algo raro. Creo que estamos en una época en la que la gente no es valiente, no va de frente y busca mil maneras para que te des por enterado de algo que quieren que sepas pero que no son capaces de decírtelo. Lo siento, yo no tengo tiempo de adivinar ni cómo te encuentras ni qué es lo que quieres. También te digo, no pretendo que todo el mundo sea como yo. Soy paciente con otras formas de ser.