Famosos

Sentimientos encontrados

Carmen Lomana, en la fiesta de Montblanc, junto a una diseñadora rusa, en el Trocadero Petit
Carmen Lomana, en la fiesta de Montblanc, junto a una diseñadora rusa, en el Trocadero Petitlarazon

Aveces es bueno echar la vista atrás y recapacitar sobre lo que ha sido nuestra vida y lo que es actualmente. ¿Mejor o peor? ¿O simplemente diferente? A estas reflexiones me ha inducido mi sobrina Cristina al enviarme por whatsapp una foto mía a los 17 años. No tengo idea de dónde ha sacado esa foto y en qué lugar apareció, creo que desmontando la casa de mi madre después de su fallecimiento. Me impresionó verme tan joven, tan risueña, con unos preciosos ojos en los que todavía no había un atisbo de sufrimiento. La observé y sentí una enorme ternura. También revolvió dentro de mí muchas emociones. Llevaba mi camiseta favorita, que siempre me ponía cuando quería estar estupenda; también los pendientes, que han sido una constante en mi vida; puedo ir desnuda pero nunca sin pendientes. Los de la foto tenían pequeñas turquesas y caían de ellas unos hilos muy finos de plata. A través de esta foto hice un recorrido por mi vida y la época en la que fué hecha. Era un verano en Asturias, acababa de enamorarme por primera vez en serio y ésa debía ser la explicación de la mirada perdida y romántica, de la expresión de paz de mi cara todavía sin marcar por el tiempo; los pómulos eran menos marcados, pero lo que más me impresionó fueron los ojos. El pelo más oscuro, de un color un poco rojizo con mechas más claras producidas por el sol. Sentí cómo había pasado el tiempo, a pesar de los muchos halagos que a veces recibimos sobre nuestro aspecto, pero sobre todo sentí los golpes que te da la vida y pensé: entonces no sabía cuánto iba a sufrir... Esa reflexión me parece injusta porque también la vida me ha dado mucho amor, mucha alegría y la oportunidad de conocer personas y hacer cosas que nunca hubiese imaginado y me han aportado muchísimo, haciendo de mí la persona que soy. Nada me da más rabia que sentir pena de mí misma, pero escudriñando esa foto la sentí.

Otra reflexión que me he hecho estos días de verano es cómo era la vida antes de internet y las redes sociales. Esta exposición permanente de postureo en Instagram, en la que mostramos los momentos mejores o más bellos de nuestra vida ante miles de personas que no conocemos cuando antes para mí el valor más importante era el anonimato y la privacidad. Y para qué hablar de Twitter, mi red social favorita, la cual me parece una plataforma sociológica bestial. En un momento puedes palpar la opinión de una enorme cantidad de usuarios y montar una bronca monumental por diferir de opinión. Por ello,te ponen a caer de un burro y tu dejas sin mover una ceja que lo hagan o contestas en el mismo tono como si te fuese algo importante en ello, convirtiéndote en una mal educada que dice hasta palabrotas. Puedo asegurarles que nada me divierte más. Mis seguidores son una nueva forma de familia y amistad virtual sin la cual estoy segura de que mi vida tendría menos información y me sentiría más sola.

Para las personas que trabajamos en los medios son imprescindibles. La sociedad evoluciona constantemente surgiendo nuevos trabajos alrededor de este fenómeno como las blogueras, estilistas, community manager, etc... Porque ahora todas las chicas y chicos muy «cool» quieren ser estilistas, una palabra controvertida que a muchos les suena como la típica modernez insustancial. Otros lo identifican con la peluquería de su barrio o con alguien al que le pagan por ir de tiendas. También los definen como creadores de tendencias, «influencers», visionarios. Dicho esto, es el típico trabajo que nadie entiende mucho pero que está presente en nuestras vidas. Quizá ese bajo deshilachado del pantalón, arremangarse las mangas de una americana para romper su clasicismo o el que no sea inconveniente combinar una chaqueta de smoking con un vaquero... Detrás de todo esto no duden que está la mano de un estilista.

Ahora que ya estamos a punto de terminar este periodo maravilloso de vacaciones, es tiempo de renovación y de pensar cuáles serán las nuevas tendencias. Un adelanto: la opulencia del brocado y del encaje gótico o el «navy vintage» navegarán por nuestro armario... ¿Pereza? Eso jamás. Siempre estaremos dispuestos a evolucionar con la mente muy abierta... Lo contrario se llama envejecer.