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«The Tick»: Ponga una enorme garrapata azul en su vida

De izda. a dcha., Peter Serafinowicz y Griffin Newman en una escena de la serie
De izda. a dcha., Peter Serafinowicz y Griffin Newman en una escena de la serielarazon

Considerando hasta qué punto han llegado los superhéroes a acumularse en multicines y servicios de streaming, y en general hasta en la sopa, es legítimo preguntarse qué necesidad hay de otro más. Sin embargo, entre toda esa sobreproducción se hace difícil encontrar ficciones que traten en serio de diseccionar el género y que nos obliguen a preguntarnos por qué demonios nos atraen tanto los justicieros. Es otra manera de decir que sí, sí necesitamos al héroe disfrazado de garrapata que da título a la nueva serie de Amazon.

A The Tick los golpes y patadas no le afectan. Las balas literalmente le rebotan. Caerse de lo alto de un rascacielos no le asusta. «¿Por qué no te mueres?», pregunta una villana que intenta achicharrarlo, desesperada. «Porque no quiero», contesta él. Todo lo que tiene de invencible, eso sí, lo tiene también de estúpido. Y tanto su exceso muscular como los aires de importancia que se da y las peroratas absurdas que tiende a vomitar son del todo ridículos. Superhéroes cómicos hay muchos, pero lo que diferencia a «The Tick» de homólogos como «Deadpool» y «Los guardianes de la galaxia» es que en él no hay rastro alguno de autoconsciencia. Y eso lo convierte en una personificación particularmente incisiva de la absurdez consustancial al género.

Creado inicialmente en 1986 por Ben Edlund, «The Tick» tuvo una primera vida en el ámbito de los cómics antes de ser adaptado a la pantalla en 1994 en forma de serie infantil animada. Fue en 2001 cuando el personaje dio el salto por primera vez a la acción real a bordo de una sitcom que no pasó del noveno episodio, probablemente porque parodiaba un género con el que el público aún no estaba familiarizado –la primera entrega de «X-Men» se había estrenado solo un año antes, y la primera de «Spiderman» no lo haría hasta unos meses después–. El «zeitgeist» en el que ahora aterriza este «reboot», insistimos, es muy distinto.

Lo que de entrada más sorprende de él es que en realidad no pone el foco en la garrapata azul sino en un muchacho llamado Arthur. De niño, Arthur adoraba a los superhéroes, hasta que un día vio cómo uno de ellos provocaba la muerte de su padre. Años más tarde, Arthur se ha convertido en un tipo mentalmente inestable, que requiere medicación y está secretamente obsesionado con demostrar que el villano que arruinó su vida sigue vivo, en algún lugar. El destino quiere que en su camino se cruce The Tick.

Convertidos en una versión embutida en licra de Don Quijote y Sancho Panza, la pareja encarna un contraste –el portentoso optimismo de uno frente a la mentalidad depresiva del otro– que de hecho es un reflejo de la naturaleza contradictoria misma de una serie que por un lado es inequívocamente cómica, y con frecuencia hilarante, pero también incluye momentos de violencia intensísima y transcurre en un mundo tan sombrío como la Gotham de Christopher Nolan. Y, en ese sentido, «The Tick» funciona como una deconstrucción perfecta del prototipo de superhéroe nolaniano, lúgubre y solemne y lleno de traumas pero, en última instancia, tan ridículo como el que más.

El quid de la serie, en todo caso, va más allá de la simple sátira. Se mire como se mire, The Tick es un sonado que ni conoce su verdadera identidad ni se acuerda de nada –demasiados golpes en su invulnerable cabeza, tal vez–; pero también es una fuerza capaz de mitigar la soledad de los demás y hasta aportar cierto grado de felicidad. Y ahí parece radicar la idea esencial de la serie: los superhéroes son ideas que creamos para lidiar con nuestras propias carencias en un mundo en el que las certezas morales son cada vez más esquivas. Quizá, después de todo, a todos nos vendría bien una enorme garrapata azul en nuestras vidas.