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Vida y muerte en la escalera

Con las imágenes de la madre china siendo engullida por unas escaleras mecánicas todavía en la mente, este artilugio patentado por Wheeler cumple su aniversario

Una escalera mecánica en una estación de Nueva York a principios de siglo
Una escalera mecánica en una estación de Nueva York a principios de siglolarazon

Con las imágenes de la madre china siendo engullida por unas escaleras mecánicas todavía en la mente, este artilugio patentado por Wheeler cumple su aniversario

Aún estamos estremecidos por la imágenes que se convirtieron en fenómeno viral hace unos días por esa extraña fascinación que ejercen sobre las redes sociales las desgracias humanas. Una madre y su hijos usan las escaleras mecánicas de un centro comercial en China. La trampilla del suelo del aparato se abre. Ella puede empujar al chaval para que no sufra daños pero es engullida por el mecanismo automático y muere aplastada. El destino de Xiang Luijuan, la madre fallecida, habría sido muy diferente si las empleadas del establecimiento comercial hubieran advertido a la clienta de que el elevador estaba averiado. También lo hubiera sido si tal día como ayer de 1892 George A. Wheeler no hubiera registrado la primera patente de escalera mecánica de la historia.

En realidad, el primer antecedente de algo parecido a una escalera automática se remonta a mediados del siglo XIX, dos años después de la invención del primer ascensor para pasajeros. En 1859 el inventor de Michigan Natham Ames presentó lo que llamó «escalera giratoria», un rudimentario artefacto que no logró nunca hacer funcionar. Más bien era un gran triángulo con peldaños móviles al que los usuarios debían subir dando un buen salto. Pero aquel esbozo sirvió de referencia para que años después, un 2 de agosto de 1892, George Wheeler inscribiera su patente de escalera mecánica, registrada en la oficina de patentes y marcas de Estados Unidos con el número 479864. Tenía el nombre genérico de «ascensor» y nació con la intención de transportar pasajeros en estaciones de tren hasta los andenes. El mecanismo de cinta rotatoria con peldaños articulados no distaba mucho de los modelos actuales.

Una vez más, el inventor no llegó a ver en funcionamiento su idea. No logró los fondos necesarios para poner en marcha un solo ejemplar. Aunque la patente asombró a un emprendedor de la época, Charles Seeberger que adquirió los derechos de uso, realizó algunas modificaciones en el prototipo y vendió la idea a la compañía Otis en 1899. Hoy la empresa sigue siendo uno de los principlaes suministradores de sistemas de elevación del mundo. Cuando la patente del nuevo invento cayó en sus manos era una joven compañía que trataba de hacerse hueco en el mercado con su sistema de seguridad revolucionario: un freno que detenía el carro en caso de que las poleas y cables que lo elevaban se rompieran. Aquella idea, de la fundadora Elisha Graves Otis, permitió que la empresa se convirtiera en el mejor proveedor posible para los nuevos rascacielos que empezarían a poblar la ciudad de Nueva York con el nuevo siglo.