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EL chip ya es parte de nosotros

Gracias a Intel ya es posible tomarse un «micro-ordenador» que controle las constantes vitales desde el interior del cuerpo, a la vez que transmite vía bluetooth toda la información que se quiera almacenar en él

Menos de un milímetro es lo que ocupan estos chips «comestibles»
Menos de un milímetro es lo que ocupan estos chips «comestibles»larazon

En 1965, el fundador de la compañía Intel de microchips, Gordon E. Moore, formuló la ley que hoy lleva su nombre y que señala que cada 24 meses el número de transistores en un circuito integrado se duplica. Básicamente, los transistores serían las neuronas y el microchip el cerebro. Esto quiere decir que si hace diez años un microchip tenía 100 de estas neuronas, hoy la cifra sería de 3.200. Este grado de innovación ha provocado así mismo que el tamaño de los mismos se reduzca en una proporción sostenida. Lo extraordinario de esta ley es que ha demostrado su fiabilidad desde hace 60 años. Y por ello no debería sorprendernos cómo y cuánto hemos avanzado. Los microchips de hoy son más potentes y mucho, muchísimo, más pequeños. Tanto como para tragarlos sin darnos cuenta.

En 2014, un informe de la Organización Mundial de la Salud aseguraba que la mitad de los pacientes no tomaban su medicina correctamente. Por lo que, con esto en mente se desarrolló un microchip del tamaño de un grano de arena cuya batería es el ácido de nuestro estómago. Gracias a esta energía el circuito creaba señales únicas que se comunicaban con un parche con medicina, sobre la piel del paciente y liberaban la dosis oportuna en el momento adecuado mientras controlaban diferentes constantes vitales y medían la presencia de diferentes hormonas en el cuerpo.

En 2025 esos microchips tienen muchísima más potencia en el mismo tamaño minúsculo. Gracias a ello hemos vencido nuestra reticencia a «llevar un ordenador en nuestro cuerpo» y, del mismo modo que hay quienes aún guardan sus datos en un «smartphone», la mayoría lo hacemos en estas microcápsulas inteligentes. Y, dado que interactúan con nuestras células, se han convertido en un medio de identificación casi inviolable. El paso por los controles de aeropuerto se ha hecho mucho más fluido y las tarjetas de embarque se han sustituido por estas píldoras que, automáticamente, almacenan los datos del vuelo, el puntaje acumulado por tramo y hasta las preferencias a bordo que se transmiten, por bluetooth, a la empresa. También sirve de alerta sanitaria, ante cualquier fiebre o intoxicación por comida.

La ley de Moore no sólo se ve en transistores y microchips. También en otras áreas informáticas. El mismo software de reconocimiento de voz que en 1995 costaba 500 euros y operaba con un máximo de 10.000 palabras, cinco años más tarde costaba sólo 5 y archivaba diez veces más vocablos. No es extraño entonces que en 2011 se desarrollara un microchip que se pegaba a la garganta e, inicialmente, debía usarse para comunicarse en lugares con demasiado ruido ambiente. Pero se descubrió que era un detector de mentiras eficaz al interpretar los cambios de frecuencia en la voz cuando engañamos. De aquí a unir este parche dérmico y dotarlo de un software de reconocimiento de voz que, al instante, traduce lo que decimos en el idioma elegido, era cuestión de tiempo. Gracias a estos pequeños cerebros en nuestro cuerpo, nuestro concepto de vacaciones ha cambiado por completo.

- Fuente: las cifras de la ley de Moore, de la OMS y del software de reconocimiento de voz, son verdaderas. El microchip-cápsula también existe, como el chip detecta mentiras. Aunque, todavía, no traduce.