Música

Festivales, la vivencia completa

Una canción pegadiza puede catapultar a un grupo desconocido a la fama.
Una canción pegadiza puede catapultar a un grupo desconocido a la fama.larazon

Lejos quedó eso de levantar el mechero para seguir un concierto camisetas inteligentes y suelos moldeables le toman el relevo a la moda que acompañó la música de finales del XX

Disculpad la nostalgia. En 2012, ColdPlay visitó España. Quienes acudimos al concierto fuimos recibidos con unas pulseras de colores que se iluminaban al ritmos de determinadas canciones. Un año más tarde, Green Day proyectaba en una pantalla gigante los mensajes de los asistentes en un ingenuo intento de hacerlos participar grupalmente de la experiencia de un concierto. Hoy, esas prácticas son vistas como los primeros pinitos tecnológicos de una generación que comenzaba a experimentar.

Lo mismo ocurrió con el auge de los conciertos holográficos que durante un lustro, entre 2010 y 2015, resucitaron a estrellas de antaño que se subían al escenario con viejas glorias; el último clavo en la sepultura de esta tecnología lo puso el concierto de Elvis Presley con Kiss. Afortunadamente, hoy los clásicos festivales de verano han quebrado las imaginativas previsiones de inicios del siglo XXI. Para empezar, los asistentes se alojan en tiendas con tejidos fotovoltaicos que permiten cargar cualquier dispositivo. Tienen tecnología de geolocalización, para nunca perderse, y un centro de control wifi y climatización interna.

Todo el dinero que se maneja una vez dentro del recinto es a través de pulseras inteligentes que también permiten compartir imágenes en las diferentes redes sociales. La novedad es que estos «wearables» no sólo emiten información, también la archivan. En lo que se conoció en 2015 como el proyecto Nada, ingenio de Nick Panamá, director de la empresa tecnológica Cantora, las pulseras permitían a los que se encontraban en las primeras filas descargarse canciones aún inéditas del artista en el escenario, que premiaba la fidelidad de esos asistentes.

La biométrica también ingresó en los festivales de la mano de BioBeats. El «smartphone», que todo el mundo utilizaba para sacar fotos o filmar partes del concierto, también mide el ritmo cardiaco. Esta información era enviada a los sistemas inteligentes en las carpas de DJ que adecuaban el ritmo de la música a la frecuencia cardiaca de las personas.

Pero una de las mayores innovaciones resultó ser el suelo mórfico. Se trata de una superficie que responde a los flujos de movimiento de los participantes de un concierto, que, en los momentos álgidos, se desplazan formando olas de movimiento humano. El suelo mórfico ondulaba al ritmo de estas corrientes estimulando primero la sorpresa y luego la experiencia.

Toda la energía necesaria para alimentar estas innovaciones se obtenía en parte de fuentes alternativas como la solar o la eólica, pero también de una novedosa y casi exclusiva de estos eventos: el sonido. En 2011, científicos del MIT habían descubierto cómo convertir las vibraciones en el aire (básicamente el sonido) en energía. En aquel momento la que se podía obtener de ésta era muy escasa, pero los parámetros de conversión cambiaron y ahora es una fuente viable, sobre todo en los conciertos, pero también en aeropuertos y grandes fábricas.

Por último, un recién llegado que ha creado gran impacto. Los tejidos inteligentes desarrollados por Yoel Fink, también del MIT. No, no se trata de sudaderas que emiten luces o cambian de color respondiendo a un estado de ánimo. Eso es demasiado 2010. Lo que ahora se lleva es la ropa que reproduce música. Fink desarrolló pequeños altavoces en fibras inteligentes. Gracias a ello, las camisetas que se venden actualmente son capaces de repetir los estribillos preferidos (un reemplazo a los mecheros alzados en las baladas) y guardar datos, como un número de teléfono de alguien dicho rápidamente y que luego extraviamos.