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La revolución de los «pijiprogres»

La revolución de los «pijiprogres»
La revolución de los «pijiprogres»larazon

Chanel se suma a la última tendencia: niños bien reivindicativos que abrazan la estética «perroflauta»

Pancartas, banderas, panfletos, consignas, megáfonos, gritos... Se trata de una protesta. Pero van de Chanel. Tampoco se manifiestan para que esta sociedad tenga más gusto a la hora de vestir. En verdad, no queda muy claro el porqué de la revuelta. Se supone que es un desfile. Van monísimas, con ropajes impolutos. Y aseguran luchar contra la desigualdad de género. Así es como ha vuelto a ganar páginas de publicidad gratuita la casa de lujo con su último desfile para primavera-verano 2015. Pero no son los pioneros: Roberto Cavalli sacó una campaña muy similar recientemente.

«Chanel Boulevard» ha sido la recreación del asfalto de las calles dentro del Grand Palais por el que habían desfilado las modelos. Mensajes como «los hombres deben quedarse embarazados también» o «crea la moda y no la guerra» son algunas de las «perlas» ideadas por Karl Lagerfeld. ¿A quién pretenden engañar con todos estos mensajes? ¿Qué individuo iría vestido de semejante manera a una manifestación? ¿Y hay algún individuo que se haya creído este discurso «estético»? Sin embargo, en medio de toda esta polémica claramente intencionada hay un fiel reflejo de la realidad. Los «pijiprogres» están a la orden del día. Si bien el «hippismo» fue un movimiento promulgado por jóvenes de familias adineradas, el «Dogflute’s Style» empieza a contagiar incluso a los más elitistas. De un lado, la solidaridad de evitar la ostentación por si se hiere a algún parado, amigo o familiar de éste, algo relativamente entendible. De otro, creer que se va a la moda yendo de perroflauta.

Tendencia «hippy-chic»

Respecto a lo primero, si bien algunos logotipos, en época de bonanzas, han ido engordando y engrandeciéndose como fue el caso del jinete de Ralph Lauren, la tendencia de los últimos años es eliminar todo guiño que evidencie silenciosamente el alto precio del producto. En cuanto a lo segundo, ¿qué podemos exigir cuando lo «vintage», los vaqueros rotos y el pelo «sucio» vuelve a estar de moda? Lo del pelo va por eso de las mechas californianas, ya que es una estrategia para ahorrarse la peluquería y tintes de pelo para las raíces. Y es que a la moda del «homeless» también se suman muchas celebridades. Hilary Duff y las gemelas Olsen han optado por gorros de lana, camisas de franela, ponchos peludos y ropa «over size». En España, María Forqué es un caso de «pijiprogre», la blogger Miranda Makaroff, otra niña bien, cuyo grito de libertad revolucionario lo sufre su pelo; o las hermanas Cuesta, sobrinas de Ana Belén, cuya indumentaria es un claro rechazo a la tradición y la elegancia. Hablamos, en suma, del «hippy-chic», esa nueva tendencia según la cual el abrigo de visón está pasado, las perlas son hiper clásicas y a las blusas blancas hay que dotarlas de más transparencias y decorarlas con algún mensaje rompedor. Atrás queda el look «amor a Laura», en el que los cabellos engominados con la raya al lado dan paso a eso que ahora llaman «look desenfadado», que no es otra cosa que salir de casa tal como se ha levantado uno de la cama. Los colores pastel encuentran un sustituto en los tonos oscuros, como propuso Tom Ford en 2009, cuando decía que la crisis le había afectado tanto a nivel emocional que todo lo veía en este color. Los jerseys anudados al cuello se han prohibido, imponiendo palestinas de lujo; y las pulseras con la bandera española, orgullo de manifestar de dónde es uno, han dado paso a las ibicencas o africanas como las del Mundial de 2010. Y mientras tanto... Toxo y Méndez llevan Rolex, bufandas de Burberry y polos de Tommy Hilfiguer. Qué ironía.

Chanel podría empezar por hacer algo más productivo por esta sociedad. Como dejar de promover la anorexia en sus desfiles, optando de una vez por todas por mujeres más «normales» que den la talla. Karl Lagerfeld podría defender la vida, pero no pinchando preservativos a lo Desigual con «su vida chula». Quizá la firma de lujo ha de aprender de Amancio Ortega y hacer donativos más generosos. Pero no frivolizando como lo ha hecho. ¿Será que el público de Chanel está cambiando?