Diseño de moda

Pertegaz sigue moderno 70 años después

El maestro, en la magna exposición del Canal de Isabel II, es el símbolo, esencia y santo y seña de nuestra extinta Alta Costura

Pertegaz sigue moderno 70 años después
Pertegaz sigue moderno 70 años despuéslarazon

El maestro, en la magna exposición del Canal de Isabel II, es el símbolo, esencia y santo y seña de nuestra extinta Alta Costura.

Sonó como a súbito, necesario y recomendable hermanamiento entre Madrid y Barcelona. Repasarlo alivia tensiones o rencores. Pertegaz mantuvo durante años –en la Castellana y la Diagonal– salones en las dos ciudades vistiendo lo mejor de cada casa y hasta rechazó incorporarse como diseñador de Christian Dior a su muerte. Sobrevive actual como muestra, símbolo, esencia, santo y seña de una Alta Costura mantenida durante 70 años. El maestro murió hace tres, con 96. Los lunares dan la bienvenida a esta antológica. Unos son grandes y eternos, muy de señora de toda la vida. Su sobrina Dionne los paseaba juvenil en un mono turquesa del último «prêt-à-porter». Siguen impactando y así lo reconoció Cristina Cifuentes ante la colección, sabiamente repartida en cuatro plantas. «Son modelos que necesitan “respirar”», remarcaban sus distribuidores. Los han situado en la torre morisca del Canal de Isabel II con perfecta oscurotecnia, que si bien realza la puesta en escena y perennidad de los trajes, dificulta el moverse entre barandillas férreas. Son buen contraste a la suavidad recuperada, con piezas de la colección privada del genio turolense, del Museo del Traje y del Textil.

En los 50 ideó un revolucionario y enmarcador velo con rostrillo y falda corta para casar a la inolvidable Nati Mistral. Alarde de tejidos, ellos dirían telas, hoy casi inexistentes porque hay más industria que cosido a mano revelado en suntuosos abullonados. Bien lo subrayaba Cuca Solana, fan de Pertegaz, en pantalón blanquinegro comentando algo para ella más impactante. «Mi nieta se marcha a Nueva York contratada para cantar jazz», adelantó a Vanesa Lorenzo. «La escuchó un empresario americano, quedó impresionado y para allá se la lleva», añadió, a la vez que ratificó, como todos, su veneración por lo exhibido.

Abundan los españolísimos trajes rojos –que luego mimético «reinventó» Valentino hasta poniéndole su nombre– en paño o rasos de seda que conforma atrevidos despegues y faldas muy acampanadas. «La fiesta» era parte primordial de sus colecciones, que encontraron sus clientas más fieles en Bibís Samaranch –a la que no pudo entregar los últimos tres modelos encargados, la muerte lo impidió– y la marquesa de Marianaó. Está el pijama en «paillette» dorado, luego calcado en turquesa bailona y ensanchado para el eurovisivo «Vivo cantando» de Salomé. Recuerdo la competencia que con otras «ladies» barcelonesas, como María Teresa Bertrand, Tota de Lacambra o China Puig, organizaban a ver cuál sobresalía más en las grandes noches del Liceo, que socialmente son historia pasada, como ya casi lo es la españolidad catalana. Aunque el «sumun» llegó con «las calas», creadas para la rubia mujer de Samaranch, algo rompedor y muy atrevido al estilizarla dentro de una especie de campana. Destaca un dos piezas morado en crepé de lana con el cinturón en lazada, algo muy querido por el creador, que solía usarlos de realce o remate como los bordados en hilo de oro, animando las prendas deportivas o de calle que exigían modelos altas y muy delgadas a las que tiránicamente imponía una dieta de pasas. ¡Le funcionaba! Era lo nunca visto su preocupación por cómo alimentar a las maniquíes. Montse Bulnes fue emblemática y por eso algunos encontraban incomparable a Vanesa Lorenzo. Modesto Lomba y Roberto Verino los repasaban animados, aunque en la última planta han montado una pasarela que enmarca muy bien la grandiosidad de estas piezas únicas en las que se recreaba a Ángel Tribaldos, compañero y ayudante de Pertegaz hasta su última hora. Su altura y pelo sobre la frente eran elogiados, como también lo atento que estaba de sus hijos Ángel y Lara.

«En la finca de San Jaime –habitual y enorme refugio de Pertegaz en la afueras de Barcelona, nada que ver con su ático en la purgada plaza de Calvo Sotelo, entre Diagonal y el Turó Park– me estoy dejando las pestañas», confesó al alcalde de Pineda de Mar, Xavier Amor, con el que forma tándem para impulsar allí un gran museo Pertegaz. «Antes de acabar el año nos centraremos en eso», me dijo mientras contrastó rojos que hubiesen gustado a Pertegaz. Cristina Cifuentes, nuestra política mejor vestida, siempre rompiendo moldes como al mandar, confesaba que no tuvo oportunidad de lucir «un Pertegaz».

«¿Cuestión de los pocos años?», indagué. «No, cuestión de falta de medios», respondió, mientras la sobrina de Pertegaz mostró sorpresa «por la calidad de su cutis. Tiene una piel espléndida», exaltó desde su traje de lunares, prueba evidente de cómo sostiene la memoria del más internacional, diferente y perfecto de cuanto tuvo nuestra extinta Alta Costura.