La columna de Carla de la Lá

No seas tú mismo

No seas tú mismo
No seas tú mismolarazon

Tengo que reconocerlo: la sociedad en qué vivimos no me gusta y si fuera una persona me resultaría complicado estar cerca de ella (no podría ser su amiga) por inmadura, blanda, llorica, egocéntrica, cursi y macarra (ser cursi y macarra a la vez es un poema, el peor de la literatura contemporánea). Una sociedad obtusa, miope, autocomplaciente, fea, soberbiona, maleducada y aburrida empeñada en seguir siendo “ella misma”.

¿Se lo explico? Veamos:

Tolerancia. Una de las peores lacras contra las que la sociedad moderna ha luchado y lucha con acierto es la intolerancia; sus formas tradicionales: racismo, sexismo, homofobia, intolerancia religiosa etc tienen una presencia cada vez más comedida y controlada en las “regiones civilizadas”. Sin embargo_a lo que voy_la intolerancia para con los demás ha traído consigo un antiestético daño colateral, la híper tolerancia con nosotros mismos. Preguntemos a un estadio de futbol: ¿Se consideran buenas personas? Y todos a una responderán: “Oh, sí, soy una bellísima persona (porque no mato ni robo (mucho)”. Supongo que gran parte de la culpa de esta condescendencia que nos gastamos con nuestras flaquezas y esta presbicia que sufrimos a la hora de identificar nuestras miserias la tiene la “Moderna psicología” y sus asertos.

Moderna Psicología. “Sé tú mismo”. Esta sugerencia feliz nació al calor de las democracias del s.XX donde el pensamiento político y social llegó a la conclusión de que ciertas dosis de individualismo y auto aceptación eran muy necesarias ante la intransigencia dominante. Lo malo es que “sé tú mismo”, ese himno a la sana autoestima, se ha convertido en el cáncer del siglo XXI. La nueva psicología es una `productora rapidísima de conceptos que si bien pretenden mejorar la sociedad, como individuos nos degradan.

Inclusividad: El artículo 9.2 de la Constitución ordena promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales, remover los obstáculos que dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. Perfecto, me parece muy bien; el problema es que la inclusividad dichosa ha devenido en incluirnos a nosotros mismos con nuestros más viles defectos, donde lejos de intentar someterlos o refrenarlos, tenemos permiso para defenderlos e imponerlos dondequiera. Vivimos en la sociedad de los derechos exentos de deberes (mientras recicle usted la basura y no conduzca en dirección contraria por Madrid Central). Vivimos en la era del Body Positive (craso error) pero sobre todo en la era zafia del Psico Positive o Mind Positive.

Body Positive: Mátenme señoras y señores pero no veo muy claro lo del Body Positive; lo siento Lena Dunham. Somos un todo, nuestro cuerpo y nuestra mente están unidos e indiscutiblemente funcionan mejor si estamos delgados (delgado es tener un IMC correcto, no estar desnutridos). Hay personas que por naturaleza son delgadas y no requieren ponerse a dieta ¡qué suerte! otras tenemos que cuidarnos para mantener el peso. Y punto. Pero ¡cuidado! que viene nuestra sociedad debilitada llorando y la híper-inclusividad...

Me ataca ¿a ustedes no? cada vez que leo eufemismos tan groseros como “curvy”. Yo pondría a régimen a todo el universo pero no sólo de alimentos porque lo físico no es sino un reflejo material de lo peor: el Mind Positive.

Mind Positive. ¿Quieres ser feliz? ¡Come lo que quieras! Pero sobre todo ¡haz lo que quieras, sé como quieras! Pues no señores, no. Se lo digo con el mayor de los cariños y respetos, como se lo digo a mis hijos cada día: cuídense físicamente, mírense al espejo, hagan ejercicio, pero sobre todo cuiden su mente. Cuidar el “interior”, amigos, no es ¡todo vale! Sino más bien al contrario. En esta obtusa sociedad que me cae gorda (rellenita) parece que el cuidarse mentalmente es ser egoísta y susceptible; exigir como un niño mimado, demandar a los demás, pedir a papá estado y llorar como un menor malcriado, cuando la única forma de cambio social que existe es cambiarnos a nosotros mismos y el único camino real para una vida feliz es sobreponernos a nuestras anomalías.

Anestesia moral. Otro rasgo de inconsistencia en nuestra moderna sociedad es la incapacidad de asumir y tolerar el dolor. Los ansiolíticos y antidepresivos ruedan por las bocas de una gran cantidad de adultos, adolescentes y niños incapaces de admitir la realidad y responsabilizarse de lo que les toca a cada cual. Verán, el dolor es necesario y cumple una función insustituible. Al igual que el dolor físico nos alerta y nos moviliza para cambiar de postura y separar la mano de la estufa e impide que nos quememos, el dolor moral sirve para cambiar hábitos o conductas que tienden a destruirnos. El dolor, señala el peligro y nos empuja a la acción de mejora que estamos necesitando. Consumir farmacología psiquiátrica en cuanto una nubecita parece cubrir nuestro cielo soleado es paralizarse y la mayor parte de las veces echar balones fuera: la culpa de lo que me pasa, la tienen los demás.

Asertividad. Una persona madura y bien construida afectivamente sabe discrepar con elegancia y solicitar que sus derechos sean representados en la comunidad. Sin embargo, la frontera entre la correcta asertividad y un egocentrismo propio de “la edad del pavo” (o la mala educación) es una asignatura donde desgraciadamente nuestra sociedad no da el nivel, desconcertada por el sempiterno “sé tú mismo” y otros lugares comunes de hoy: “El infierno son los otros”. Un preciosísimo hallazgo literario de Sartre que es mentira. Cuando criticamos desvaloramos al otro con el objeto (consciente o no) de aparecer elevados, de emerger sobre la realidad inferior del otro, casi siempre, de acuerdo a la más ridícula parcialidad. Al criticar, estamos reforzando, apuntalando, nuestra irritable autoestima. Me abochornan las personas que no se analizan ni se conocen y las que se muestran severas con los defectos de los demás, porque casi siempre coincide con una embarazosa híper laxitud para con los errores propios. “Mi psiquiligui mi hi dichi qui sii isirtivi” (Mi psicólogo me ha dicho que sea asertivo....puff)