Andalucía

Andalucía, España y el 27

La Razón
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En plena efervescencia por el cuarto centenario del nacimiento de Murillo, con su ciudad natal volcada con el cumpleaños, otra gran efeméride cultural se yergue: los noventa años de la fotografía que inmortalizó a un grupo de escritores en el Ateneo sevillano, bodas de alabastro (sí, hay bodas para todos los gustos) del acto fundacional de la desde entonces llamada Generación del 27. Si existe un movimiento literario con marcado acento andaluz, helo aquí: Alberti, Lorca, Aleixandre, Prados, Altolaguirre, Villalón, Cernuda, Moreno Villa, María Zambrano, lideresa de las «sinsombrero», o epígonos como Tono impregnaron con su carácter meridional a un movimiento revolucionario, moderno, gamberro y eternamente joven. ¡Encima reivindicaban como maestro indiscutible al cordobés Góngora! No goza, sin embargo, este grupo del favor de las instituciones autonómicas, tal vez enceladas con la presencia forastera decisiva de Pedro Salinas, Dámaso Alonso o Jorge Guillén, por mucho que estudiase en Granada, impartiese clases en la Universidad Hispalense o terminase sus días en Málaga, y, sobre todo, porque si algo separa a aquellos insobornables progresistas de antaño de nuestra progrez regional actual es su carácter profundamente español. Andalucía y su cultura, en efecto, sólo tienen sentido en el marco superior de España y de la cultura hispánica, que en esta tierra ha alcanzado altísimas cimas, sí, pero sin que en sustancia quepan esos llamados «hechos diferenciales», que no son sino las migajas de miseria de las que se alimentan los carroñeros de la política. Los discursos mentecatos y excluyentes del poder juntero no concuerdan con la vida y obra de estos gigantes intelectuales, de una generación que es una gloria nacional. Nacional española, naturalmente.