Arquitectura

Bodas de plata reivindicativas

La asociación Legado Expo Sevilla convocauna «tormentade ideas» para celebrar el 25 aniversario dela muestra, que tendrá lugar en 2017

Vista del recinto que albergó la Expo’92, con los nuevos puentes que se construyeron para unir la isla con la ciudad
Vista del recinto que albergó la Expo’92, con los nuevos puentes que se construyeron para unir la isla con la ciudadlarazon

Una oportunidad para «dar un nuevo impulso económico, cultural y turístico» al recinto y no sólo una efeméride «para quedarnos en la mera nostalgia y anécdota». La asociación Legado Expo Sevilla ya está dando los primeros pasos de cara a la celebración del 25 aniversario de la Exposición Universal de 1992, que tendrá lugar en 2017. En el imaginario colectivo de los sevillanos aún permanecen las largas colas que se formaban en los pabellones, las fastuosas construcciones que jalonaban la isla de la Cartuja, la popular mascota Curro o la proyección internacional que tuvo el evento. Sin embargo, a día de hoy, la cita sigue generando polémica, puesto que unos defienden que sirvió para dar un nuevo impulso económico a la ciudad y otros consideran que supuso un despilfarro de dinero público y el arranque de la especulación inmobiliaria. Sea como fuere, la Expo trajo consigo una transformación urbana sin precedentes, traducida en el derribo del muro de la calle Torneo y la recuperación del río, con los nuevos puentes, o la construcción de la circunvalación SE-30, el aeropuerto de San Pablo y la estación de Santa Justa, con la providencial llegada del AVE.

La «tormenta de ideas» está convocada para el próximo día 24 en el pabellón de Italia y, bajo el título de «2017: Más Cartuja», la entidad espera que sea una primera toma de contacto para desarrollar futuras actividades e iniciativas de cara a las bodas de plata, pero también un espacio para la crítica y el debate. «La isla de la Cartuja tiene un gran potencial que está desaprovechado, muchas ciudades del mundo matarían por tener lo que tenemos hecho», asegura el presidente del colectivo, Ángel Aramburu, quien defiende que el legado de la muestra podría adquirir una nueva dimensión «sin hacer grandes inversiones». La asociación, dado que se cumple un aniversario redondo, no quiere repetir la «mala experiencia» de hace tres años, cuando organizó en solitario la conmemoración del 20 aniversario. «Tan sólo el Ayuntamiento hizo un pequeño concierto en la Plaza Nueva, algo indigno», remarca Aramburu. Aquella convocatoria sí tuvo algo positivo: la participación de los sevillanos y foráneos, atraídos en su mayoría por la añoranza. De hecho, la primera visita guiada que se organizó por el recinto contó con más de 2.000 personas –«se nos fue de las manos», reconoce Aramburu– y más de 8.000 pasaron por la exposición de souvenirs que tuvo lugar en el Círculo Mercantil.

Entre otras propuestas, la asociación plantea la celebración de una nueva exposición de recuerdos «de más envergadura», solicitar un nuevo uso para el pabellón del futuro, la remodelación del canal, que el Jardín Americano «se convierta en el jardín botánico de Sevilla» o reunir las esculturas que se encuentran repartidas por el recinto en un único espacio, en el entorno del monasterio, para crear una especie de «museo al aire libre».

Todo ello, sin dejar atrás la denuncia, puesto que «muchas zonas presentan un estado deplorable». Aramburu pone el acento en la vegetación que crece en el canal y el «abandono» de la avenida de los Descubrimientos y del entorno de la esfera climática, «con terrazas piratas y otros negocios similares». «No se puede consentir que los autobuses turísticos pasen por allí y que todo esté rodeado de vallas y de vegetación, ya que parece una selva», insiste.

La huella de la Expo permanece entre nuevos edificios universitarios, antiguos pabellones reconvertidos y espacios que diversificaron los usos, como el parque científico y tecnológico e Isla Mágica. En este sentido, Aramburu defiende el valor del legado de la muestra, «la primera de la historia que tenía un planteamiento sobre qué se iba a hacer después allí». En la zona Este, de dominio privado, continúa abierto el parque temático y en la oeste sobreviven las empresas, aunque «muchas cerraron por la crisis». Pese a ello, asegura que las más de 400 hectáreas «no se han integrado en la ciudad». Sí se lograría este extremo «si se ponen todos los pabellones en uso y si llegan más autobuses y trenes de cercanías, con el enlace hasta el metro». También apuesta por desterrar el debate sobre las viviendas, «tan sólo alguna residencia universitaria».